LIZ PERALES
Los
versos de Rojas Zorrilla sonarán en el Teatro Pavón, a partir del próximo
domingo, con acento porteño. Hablamos con el director Guillermo Heras, que
estrena su particular visión de Los áspides de Cleopatra, de Rojas Zorrilla,
gracias al CNTC y al Complejo Teatral de Buenos Aires.
Guillermo Heras. Foto: Roberto
Pérez.
El próximo domingo se presenta en Madrid Los áspides de Cleopatra, la primera obra de romanos que monta la Compañía Nacional de
Teatro Clásico (CNTC). La producción tiene otra particularidad: los versos de
Rojas Zorrilla sonarán con acento porteño. Y es así porque se trata del primer
espectáculo producido dentro de Laboratorio América, iniciativa que persigue
investigar con aliados americanos en la representación de nuestro teatro
barroco. El proyecto ha estado dirigido por Guillermo Heras, director,
dramaturgo y coordinador en España del programa Iberescena, y también uno de
los hombres que mejor conoce la realidad de los escenarios del continente
americano.
-¿Cómo surge Laboratorio América?
-Fue un proceso singular. Helena Pimenta me ofreció abrir una línea de trabajo que examinara los acentos que puede tener el español del Siglo de Oro en países de América. Se trata de encontrar un coproductor, a ser posible un teatro público que acoja el proyecto, dado que siempre se hará con actores del país involucrado. Este año lo hemos hecho con Argentina, con el Teatro San Martín de Buenos Aires.
Vocación pública
-¿Cómo surge Laboratorio América?
-Fue un proceso singular. Helena Pimenta me ofreció abrir una línea de trabajo que examinara los acentos que puede tener el español del Siglo de Oro en países de América. Se trata de encontrar un coproductor, a ser posible un teatro público que acoja el proyecto, dado que siempre se hará con actores del país involucrado. Este año lo hemos hecho con Argentina, con el Teatro San Martín de Buenos Aires.
Vocación pública
-¿Qué aporta cada institución?
-La CNTC ha aportado el equipo artístico, que está formado por tres españoles: Gabriel Garbisu, asesor en verso, Álvaro Luna, realizador de videos, y yo como director, dramaturgo y escenógrafo. Y por parte argentina, los actores. El modelo se aproximaría al de la Joven Compañía, ya que los intérpretes que participan deben ser menores de 35 años. Es un laboratorio y entendíamos que era importante contar con actores a los que habitualmente no se les da “bola”. Hay que subrayar que Laboratorio tiene una gran vocación pública.
-Supongo que la clave de todo este proyecto está en el estilo que la CNTC defiende a la hora de decir el verso.
- Hay muchas maneras de interpretarlo: desde los que entienden que hay que prosificarlo a los que defienden que hay que hacerlo en verso porque así fue escrito. Mi opinión es que hay que respetar el verso, no prosificarlo, aunque limitando los excesos retóricos.
-Creo que la selección de actores en Buenos Aires fue muy competitiva...
-Sí, hicimos un casting y se presentaron casi 500 intérpretes, de los que seleccionamos a 32 que participaron en un taller. Finalmente, de estos elegimos a cinco actores, tres actrices y dos acróbatas para la obra. Luego hemos incorporado un músico electroacústico, autor de la banda sonora. Y sí, participaron muchos actores. Aquí no tenemos ni idea de la magnitud que tiene el teatro en Buenos Aires. En una semana se programan 500 espectáculos. Es sin duda la capital teatral del mundo hispano.
-¿Por qué eligió un texto desconocido para Laboratorio?
-Los áspides de Cleopatra es un texto fantástico. No se hace desde 1738. Sirve también para demostrarnos que tenemos una serie de autores, que han sido arrollados por la potencia de Lope, Calderón, Tirso... pero que deberían tener la consideración de autores mayores. Los áspides... es una obra atípica para el repertorio de la época, rompe con determinados imaginarios que hay sobre Cleopatra y Marco Antonio, un tema poco tratado en nuestro teatro barroco. De hecho, creo que es la primera obra de romanos que hace la CNTC. Además, me permitía incorporar un elenco joven pues el argumento gira en torno al “amour fou”. Es la obra de un encendido poeta, no la de un ilustre historiador, porque Rojas se lo inventa todo y dota al personaje femenino de fuerza y protagonismo. Por otro lado, he defendido que en un Laboratorio hay que arriesgar en todo, empezando por la selección del texto. Y es que tenemos unos cuatro mil textos que quedan por rastrear.
-¿Chocará escuchar estos versos con acento porteño?
-Hemos sido totalmente fieles a las reglas internas del verso, es decir, que si hay una sinalefa, un encabalgamiento, lo hemos respetado. Pero luego, como director, he intentado hacer un trabajo orgánico, y en ese sentido el deje, el ritmo del porteño, se ha mantenido. En realidad, no hay tanta diferencia, pero sí creo que resultará chocante. Una de las críticas que he recibido en Buenos Aires, de directores muy consagrados que han montado clásicos españoles, es que hago verso, porque ellos tienden a prosificar. Y luego también he roto con la convención de lo pasional...
-La CNTC ha aportado el equipo artístico, que está formado por tres españoles: Gabriel Garbisu, asesor en verso, Álvaro Luna, realizador de videos, y yo como director, dramaturgo y escenógrafo. Y por parte argentina, los actores. El modelo se aproximaría al de la Joven Compañía, ya que los intérpretes que participan deben ser menores de 35 años. Es un laboratorio y entendíamos que era importante contar con actores a los que habitualmente no se les da “bola”. Hay que subrayar que Laboratorio tiene una gran vocación pública.
-Supongo que la clave de todo este proyecto está en el estilo que la CNTC defiende a la hora de decir el verso.
- Hay muchas maneras de interpretarlo: desde los que entienden que hay que prosificarlo a los que defienden que hay que hacerlo en verso porque así fue escrito. Mi opinión es que hay que respetar el verso, no prosificarlo, aunque limitando los excesos retóricos.
-Creo que la selección de actores en Buenos Aires fue muy competitiva...
-Sí, hicimos un casting y se presentaron casi 500 intérpretes, de los que seleccionamos a 32 que participaron en un taller. Finalmente, de estos elegimos a cinco actores, tres actrices y dos acróbatas para la obra. Luego hemos incorporado un músico electroacústico, autor de la banda sonora. Y sí, participaron muchos actores. Aquí no tenemos ni idea de la magnitud que tiene el teatro en Buenos Aires. En una semana se programan 500 espectáculos. Es sin duda la capital teatral del mundo hispano.
-¿Por qué eligió un texto desconocido para Laboratorio?
-Los áspides de Cleopatra es un texto fantástico. No se hace desde 1738. Sirve también para demostrarnos que tenemos una serie de autores, que han sido arrollados por la potencia de Lope, Calderón, Tirso... pero que deberían tener la consideración de autores mayores. Los áspides... es una obra atípica para el repertorio de la época, rompe con determinados imaginarios que hay sobre Cleopatra y Marco Antonio, un tema poco tratado en nuestro teatro barroco. De hecho, creo que es la primera obra de romanos que hace la CNTC. Además, me permitía incorporar un elenco joven pues el argumento gira en torno al “amour fou”. Es la obra de un encendido poeta, no la de un ilustre historiador, porque Rojas se lo inventa todo y dota al personaje femenino de fuerza y protagonismo. Por otro lado, he defendido que en un Laboratorio hay que arriesgar en todo, empezando por la selección del texto. Y es que tenemos unos cuatro mil textos que quedan por rastrear.
-¿Chocará escuchar estos versos con acento porteño?
-Hemos sido totalmente fieles a las reglas internas del verso, es decir, que si hay una sinalefa, un encabalgamiento, lo hemos respetado. Pero luego, como director, he intentado hacer un trabajo orgánico, y en ese sentido el deje, el ritmo del porteño, se ha mantenido. En realidad, no hay tanta diferencia, pero sí creo que resultará chocante. Una de las críticas que he recibido en Buenos Aires, de directores muy consagrados que han montado clásicos españoles, es que hago verso, porque ellos tienden a prosificar. Y luego también he roto con la convención de lo pasional...
Un trabajo físico durísimo-¿... qué quiere decir?
-Allí, en Argentina, tienden más a la racionalización de las pasiones. Yo he
elegido a una actriz que no coincide con la imagen que se tiene de Cleopatra. Pero
la elegí precisamente porque transmitía mucha energía. El hecho de trabajar con
actores que vienen de otras escuelas ofrece un resultado distinto. Y aquí hemos
desarrollado un trabajo físico durísimo.
-¿Qué contrapartida obtiene la CNTC con este tipo de Laboratorio y qué interés
tienen otros países en investigar con la Compañía?
-Es fundamental acercarnos a un continente fascinante desde el punto de vista de la creación. Creo que hasta ahora hemos sido paternalistas con América y tenemos que cambiar ese enfoque. Esta iniciativa incide en lo que nos une, que es el idioma. Es tremenda la curiosidad que despiertan nuestros autores en América.
-¿Pero hablamos de promocionar el teatro clásico?
-Es interesante que la CNTC no solo actúe allí, sino que establezca la complicidad con otros artistas que puedan ofrecer una nueva mirada sobre los clásicos. Por otro lado, hay una tercera perspectiva, que es el de la coproducción. En un momento de recortes, América ofrece muchas posibilidades a la producción. Brasil es una potencia. En México se acaba de estrenar La sangre de Antigona, de José Bergamín, por la Compañía Nacional de Teatro.
-Antes hablaba del interés que suscitan nuestros autores. ¿Podría dar nombres de los que más se representan?
-Desde luego Jordi Galcerán, pero próximamente se va a montar a Juan Alberto Conejero en Argentina, también Paco Bezerra, Angélica Liddell, Rodrigo Garcia, Juan Carlos Rubio... Si hiciéramos un mapa, nos llevaríamos una sorpresa, y esto sin que haya un dispositivo institucional que lo apoye. Creo que instituciones como la Fundación SGAE o el Instituto Cervantes deberían plantearse líneas de acción en ese sentido.
-Es fundamental acercarnos a un continente fascinante desde el punto de vista de la creación. Creo que hasta ahora hemos sido paternalistas con América y tenemos que cambiar ese enfoque. Esta iniciativa incide en lo que nos une, que es el idioma. Es tremenda la curiosidad que despiertan nuestros autores en América.
-¿Pero hablamos de promocionar el teatro clásico?
-Es interesante que la CNTC no solo actúe allí, sino que establezca la complicidad con otros artistas que puedan ofrecer una nueva mirada sobre los clásicos. Por otro lado, hay una tercera perspectiva, que es el de la coproducción. En un momento de recortes, América ofrece muchas posibilidades a la producción. Brasil es una potencia. En México se acaba de estrenar La sangre de Antigona, de José Bergamín, por la Compañía Nacional de Teatro.
-Antes hablaba del interés que suscitan nuestros autores. ¿Podría dar nombres de los que más se representan?
-Desde luego Jordi Galcerán, pero próximamente se va a montar a Juan Alberto Conejero en Argentina, también Paco Bezerra, Angélica Liddell, Rodrigo Garcia, Juan Carlos Rubio... Si hiciéramos un mapa, nos llevaríamos una sorpresa, y esto sin que haya un dispositivo institucional que lo apoye. Creo que instituciones como la Fundación SGAE o el Instituto Cervantes deberían plantearse líneas de acción en ese sentido.
-Y como responsable del programa Iberescena en España, ¿qué fondo dispone para
este año?
-Todavía no está cerrado, pero creo que andaremos por un millón treinta mil euros. Iberescena es un fondo económico creado por la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina en 2006, en el que participan doce países con contribuciones distintas. Está desde El Salvador, que aporta 15000 euros a los 200.000 que pone Brasil o los 350.000 de España. Es un programa solo para artes escénicas contemporáneas destinado a dar ayudas a artistas o compañias independientes, siguiendo cuatro líneas de acción: festivales, coproducciones, creación y proyectos especiales.
-Todavía no está cerrado, pero creo que andaremos por un millón treinta mil euros. Iberescena es un fondo económico creado por la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina en 2006, en el que participan doce países con contribuciones distintas. Está desde El Salvador, que aporta 15000 euros a los 200.000 que pone Brasil o los 350.000 de España. Es un programa solo para artes escénicas contemporáneas destinado a dar ayudas a artistas o compañias independientes, siguiendo cuatro líneas de acción: festivales, coproducciones, creación y proyectos especiales.
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