lunes, 13 de enero de 2014

MUTI, FIRMEZA Y ELEGANCIA EN CANARIAS


Arturo REVERTER 

El director italiano es el principal reclamo del Festival de Música de Canarias, que arranca esta noche. Capaz de sacar petróleo de cualquier formación, tendrá esta vez enfrente la riqueza tímbrica de la Sinfónica de Chicago.

El director de orquesta napolitano Riccardo Muti. Foto: Tod Rosenberg.

El Festival Internacional de Música de Canarias se ha quedado raquítico este año. El mordisco de los recortes ha llegado inmisericorde, hasta el punto de que la programación anunciada en un principio y hecha pública en su momento -en la que se incluían, entre otras cosas, la visita de Minkowski y sus huestes- ha debido ser modificada. Casi todo se apoya en lo que es su principal reclamo: la visita de la Sinfónica de Chicago y su titular Riccardo Muti. 

La formación norteamericana destaca por su rica tímbrica, la precisión y virtuosismo de todas sus familias y el equilibrio de su espectro sonoro, dúctil y flexible. De tan brillante conjunto se aprovecha evidentemente Muti, un músico que ha sabido en todo momento extraer petróleo de cualquier formación, por modesta que sea. Y no digamos si es de primera. Qué duda cabe de que el músico napolitano, que tiene ahora 72 años, es uno de los grandes directores del presente.
 Sin aspavientos, con firmeza, ha triunfado sin fisuras con su cara de póker y sus modos autoritarios que esconden un discurso elocuente y un criterio que alimenta concepciones plenas de una tensión heredera de las manejadas por Toscanini, aunque con el toque elegante y teatral de Giulini. 

Estas virtudes juegan asimismo en los principios musicales que mueven las aventuras sinfónicas del músico, que busca permanentemente el estímulo de lo vivo, de lo que se construye paso a paso, en un trabajo incansable, sometido, sin vacilaciones ni complacencias, a un pulso rítmico sensacional, que otorga una pátina hirviente y móvil al discurso. Las obras elegidas para los dos conciertos son la bella aunque facilona música del ballet de
 Macbeth de Verdi, el introvertido poema Muerte y transfiguración de Strauss, la colorista suite de Romeo y Julietade Prokofiev, la sinfonía n° 5 de Beethoven y la Fantástica de Berlioz. Una gran fiesta sinfónica. Este rutilante inicio oscurece no poco al resto de la muestra, aunque no podemos infravalorar la calidad de una formación como la del Siglo de las Luces, dirigida en esta ocasión por Matthew Truscott, que ofrece obras de Biber, Bach, Telemann, Muffat y Purcell, ni de la llamada Kremerata Baltica, a la que da nombre y dirige el prestigioso violinista Gidon Kremer, que ha organizado dos sesiones muy variadas, con múltiples nombres. Ambos conjuntos se reparten asimismo en otras islas: La Gomera, La Palma, El Hierro, Fuerteventura, La Graciosa y Lanzarote.

Queda por hablar de las dos orquestas sinfónicas de las Islas. La Sinfónica de Tenerife, a las órdenes del sólido Michal Nesterowicz, ha montado un muy bello programa: suites de
 Pelléas et Mélisande de Sibelius y de Fauré, Ma Mère l'Oyede Ravel y Sinfonía n° 7 del autor finlandés. La Filarmónica de Gran Canaria por su parte sitúa en atriles Ábadon (2011), una composición de su titular, Pedro Halffter. A su lado la Cuarta Sinfonía de Mahler con la soprano de la tierra Raquel Lojendio. 


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