Durante más de cuarenta años, Isabel Muñoz ha recorrido el mundo con su cámara retratando los sentimientos del ser humano en su estado más puro, en su intimidad más recóndita. Desde la dignidad de las tribus primitivas hasta el desconsuelo de las cárceles; desde la sensualidad de la danza hasta la denuncia de la opresión; desde el éxtasis que supera el dolor lacerante hasta el dolor que ya no podrá ser superado, Isabel ha fotografiado casi todos los sentimientos y emociones que alberga un ser humano.
Pero ella hace
ahora un alto en el camino y, cámara en mano, investiga en los primates el
origen de aquellas emociones que a lo largo de tantos años han pasado por su
objetivo.
En ellos, busca
la cuna de nuestros sentimientos, de nuestras miradas de afecto, de compasión o
acaso de celos. Y entre ellos se ha propuesto descubrir el lugar donde habitó
por vez primera lo que hoy es parte de nosotros mismos.
Buscando en nuestro ancestro aquello que nos hizo humanos
Tantos años
retratando sentimientos y emociones le han llevado al origen. Reinventándose a
si misma una vez mas, convertida ahora en paleoantropóloga de imágenes, Isabel
Muñoz nos muestra la cuna de nuestras emociones.
Su proyecto -un
viaje a los umbrales del hombre- no se hizo esperar. Dejó atrás su
estudio y comenzó los trabajos de campo indagando sobre nuestro marchamo. Jesús
Fernández Morán le abrió las puertas del Zoo de Madrid, residencia habitual del
gorila Malabo, y Guillermo Bustelo las de su centro de recuperación, uno de los
principales de Europa, en el que acoge a primates procedentes de zoológicos,
circos, espectáculos callejeros y comercio ilegal. Visitó también a la familia de
gorilas de Cabárceno, en Cantabria, de la mano de su cuidadora, Lucía
Gandarillas, concluyendo así la parte iniciática de la tesis que hoy nos
presenta sobre nuestro linaje.
Las condiciones
extremas que Isabel habría de superar a lo largo de los tres viajes que hizo al
Congo no fueron un obstáculo para continuar su misión de búsqueda de nuestra
estirpe en la patria de nuestros antepasados.
En el Santuario
de Lola-Ya, a una hora en barco desde la pequeña aldea de Basankusu, fotografió
a los bonobos, mucho más cerca de los humanos que de otros primates. En Lwiro,
al Este del Congo, retrató chimpancés y en las montañas de Kahuzi Biega,
gorilas. Y aún tendría que trasladarse a las selvas meridionales de Borneo,
junto al mar de Java, para cautivar las imágenes de los “orang-utang”, los
hombres de la selva, los más arbóreos de las cuatro familias de primates. Y en
todos ellos encontró algo que hoy habita en nosotros mismos.
No quiso Isabel
traer a este álbum el horror que asola a estas pacíficas familias, victimas de
persecución, mutilación y muerte a manos de asesinos furtivos. La labor de las
organizaciones locales e internacionales es simplemente encomiable y a ellas
debemos dar nuestro apoyo.
Las líneas
evolutivas de estos antiguos seres humanos y las de homo sapiens comenzaron a disociarse hace seis
millones de años. Y a pesar del tiempo transcurrido, seguimos compartiendo con
ellos el 99% de nuestros genes. Después de ver el álbum de nuestra arcaica
familia, es evidente que también heredamos de ellos todas nuestras emociones
primigenias. La prueba de paternidad emocional que hoy nos aporta Isabel Muñoz
es irrefutable. La procedencia de nuestros sentimientos más atávicos ha quedado
plenamente acreditada.
En algún lugar
del planeta, hace unos pocos millones de años, hubo un gesto que aún hoy
permanece en nosotros, una mirada que seguimos haciendo nuestra; un sentimiento
que todavía continúa vivo en nuestros corazones.
Aquí tenéis, en
fin, de la mano de Isabel Muñoz, nuestra humanidad primitiva, este álbum en el
que definitivamente todo nos es profundamente familiar.
José A. Arcila
http://www.blancaberlingaleria.com/isabel-munoz-album-de-familia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario