LXXXI Festival del Maggio
Fiorentino. Teatro del Maggio, Florencia, 22 de mayo de 2018
LA BATTAGLIA DI
LEGNANO, tragedia lírica en 4 actos
Libreto de Salvatore
Cammarano, a partir de” La Bataille de Toulouse” de Joseph Méry
Música di Giuseppe
Verdi
Elenco
Federico Barbarossa,
Marco Spotti
Rolando, Giuseppe
Altomare
Lida, Vittoria Yeo
Arrigo, Giuseppe
Gipali
Imelda, Giada
Frasconi
Cónsul de Milán,
Egidio Massimo Naccarato
Cónsul, Nicolò
Ayroldi
Marcovaldo, Min Kim
Político de Como,
Adriano Gramigni
Un escudero / Un
heraldo, Rim Park
Orquesta y Coro del
Maggio Musicale Fiorentino
Director, Renato
Palumbo
Maestro del Coro del
Maggio, Lorenzo Fratini
Dirección de escena,
Marco Tullio Giordana
Escenografía y
luces, Gianni Carluccio
Vestuario, Francesca
Livia Sartori y Elisabetta Antico
Nueva producción del
Maggio Fiorentino
Leyendo las crónicas de los
medios de Florencia y el resto de Italia e incluso, el precioso programa en
casi fucsia con que el Maggio honra esta producción verdiana de juventud, muy
poco escuchada y representada, da la sensación de que no perciben las
coincidencias del texto y los sucesos que glosó Cammarano, con lo que está
ocurriendo a día de hoy en Italia.
Efectivamente, el del
estreno, 22 de este mes, Italia conocía prácticamente el nombre de su nuevo
“Premier” y los ministros, elegidos a partir de los acuerdos que establecieron las
dos formaciones más votadas en los recientes comicios italianos: la Liga (de
tendencias de centro derecha derecha) y Cinco estrellas, populistas de
izquierda, lo que la denominación pueda significar.
Ese matrimonio que muchos
creían imposible, consiguió darse prisa y forjar un nuevo mapa político en
Italia, para el sobresalto de las autoridades políticas y económicas europeas,
acostumbradas como están desde siempre a la presencia en el poder de partidos
tradicionales de toda la vida, más bien dóciles y seguidores de la costumbre.
El caso es que los dos
grupos ahora en nueva alianza, no son fanáticos de Europa, el euro, y otros
“logros” comunitarios, sino todo lo contrario, y piensan revisar con atención,
la presencia de 500 mil emigrantes, porque en el caso de no cumplir las
condiciones establecidas de estancia en el país, podrían ser expulsados de
manera expeditiva.
La misma historia, aunque medievalizada,
cuenta Giuseppe Verdi, con la exaltación de Italia y la necesidad de arrojar de
suelo patrio a los bárbaros ajenos a las tradiciones seculares de la herencia
de Roma.
EL texto es vibrante y
patriótico a ultranza, lo que basta para que un escalofrío corra por las
espaldas de las cabezas más solidarias, cosmopolitas o que ven en Europa un
continente de personas comunicándose y no solamente las reglas de un mercado
financiero y político que amenaza, como ha hecho, a países que no entran por
cumplimiento o potencial de riqueza en su particular lecho de Procusto.
Es evidente que la
situación no es la misma que durante la invasión del fiero Federico Barbarossa,
pero leyendo entre líneas y con amplitud diacrónica el libreto de Cammarano
para Verdi y la historia de Italia, parece que es verdad la leyenda del eterno
retorno.
Clarísimas en La Batalla de
Legnano las conocidas ideas del compositor, sobre la divinidad y la patria (o
debería escribirse Patria, con mayúsculas), ya que, además, esta composición es
de 1848, año de las revoluciones abortadas y perseguidas en Europa. Aquí, una
vez más, sus habituales dúos y tríos amorosos, donde la mujer es siempre rehén
del padre, del marido, o peor, de sí misma.
A menudo al margen de los
grandes hechos históricos, el suyo es el dominio de la domus, el hogar, los
hijos que las convierten, como a Lida, en rehenes de sí mismas y de su
incapacidad para vivir con libertad, amar al elegido y tomar decisiones. Pero
¡ah! Se le perdona todo al maestro de Busetto, hasta su peculiar visión de la
mujer y la geografía femenina.
Si fuera necesario, las
palabras de Rolando, que se cree traicionado por su mujer y su amigo,
confidente y gran guerrero: “Dile que es sangre italiana, dile que es mi
sangre, que el juez de los mortales es Dios y no la tierra! Y después de Dios,
deben aprender a respetar la patria (Patria)”.
Y en la voz del coro de La
Batalla, potente, magnífico, enorme, muy en su papel de verdadero rol
protagónico, en la línea más tradicional de las óperas italianas y de los
antiguos griegos, comentaristas y custodios de lo que se vive y se defiende:
“…Viva Italia fuerte y una, con la espada y con el pensamiento! Que este suelo
que fue nuestra cuna, sea la tumba del extranjero”.
Pero volviendo a la ópera,
al Maggio y a Florencia, la ciudad siempre es un regalo, con sus callejuelas,
sus edificios seculares, sus confiterías, la Farmacia de Santa María Novella y
sus productos naturales, los fantasmas de los que le dieron gloria y fama,
siempre presentes, los Medici, incluso aquella Catalina que fue a reinar a
Francia, Miguel Ángel, Leonardo y últimamente, los museos de moda que
actualizan la ciudad como el de Ferragamo y sobre todo y muy vinculada a la
lírica y a la escena y el cine la Fundación Zeffirelli, inaugurada el otoño
pasado con la presencia del maestro, que a sus 95 años, sigue soñando en Roma.
Una de las condiciones de
las óperas verdianas, es que se necesitan cada vez 3, 4, 5 o más voces que
defiendan e iluminen la partitura. Aquí se las encuentra, en la soprano nacida
en Seú,l Vittoria Yeo, dúctil, de agradable voz, buena emisión. Consigue, a
ratos, emocionar al público, pero le falta, lo que el Maestro Muti defiende a
capa y espada en la música y un largo etcétera, “l´italianità”, esa capacidad
evidente de los italianos para recrear la música con la que han vivido y peleado
desde la cuna y la hermosa lengua de Dante, dulce y amorosa.
Tres cambios de vestuario,
uno rojo sangre, otro de un blanco roto muy hermoso y un tercero que bien
hubiera podido servir para una Turandot o una Butterfly, dibujan y completan
una presencia escénica elegante y sobria, perfeccionista.
Tierno y compungido el
Arrigo de Giuseppe Gipali para ser un guerrero, enamorado y respetuoso de la
ley de Dios y de los hombres, buen compañero. La suya no es una voz de
torrente, pero tiene excelente línea de canto y expresividad, esas que recuerdan
la técnica de los tenores clásicos y eficaces, que frasean y cantan algo que se
entiende a la perfección y que enamora.
El Rolando del barítono
Giuseppe Altomare es más que adecuado, solvente vocal y teatralmente, con
soltura defiende el papel amargo del marido celoso, que elige al final el
interés del éxito de la guerra y cree en la inocencia de su esposa, cuando la
confirma la muerte del amigo.
Sólidos en su papel los
políticos de Milán y Como, Egidio Massimo Naccarato, Nicolò Ayroldi y Adriano
Gramigni, respectivamente, segura la Imelda que acompaña y escucha a Lida,
Giada Frasconi, bien el escudero/heraldo de Rim Park y algo desnortado pero con
un instrumento muy interesante y conseguido, Min Kim.
La Orquesta dirigida por
Renato Palumbo, muy conocido como director de “Verdis” en el Teatro Real de
Madrid, sobre todo no cae en la pendiente que podría acercarla a la música de
kiosco de domingo o banda municipal, riesgo que siempre se corre interpretando
desganadamente o sin rigor o seriedad a Verdi. Sin embargo, podría haber
ajustado más los metales y redondeado el todo, ya que cuenta, además con un
coro excepcional, el del Maggio Fiorentino, dirigido por Lorenzo Fratini.
Adecuada la iluminación de
Gianni Carluccio y los trajes de Francesca Livia Sartori y Elisabetta Antico,
fabricados parcialmente en Roma y en Milán. Dan la necesaria ambientación
medieval y bélica que necesita la ópera, con intensos momentos, más íntimos, en
el interior de palacio.
Y qué decir de la dirección
escénica, la “regia” lo expresa mejor la palabra en italiano, de Marco Tullio
Giordana? ¡Ay!, se echa de menos el maravilloso telón vasariano del Don Carlo
de la pasada temporada, dirigida por Zubin Mehta, con el perfume exquisito y de
artista de Carlo Centolavigna, colaborador en salas líricas y compañero de
Franco Zeffirelli en las legendarias “Té con Mussolini” y la muy teatral cinta
“Callas for ever” , con Fanny Ardant, más reciente.
Sin embargo, y sobre todo, la presencia en
esta producción de Giordana, seguramente levantó una lógica expectación. Pero su
propuesta no se siente como suficientemente operística y rica. Le falta médula
y carne y también algo de calidez. Tal vez fuera, ¿por qué no decirlo?,
presupuesto, teniendo en cuenta la situación económica y financiera que
soportan casi todos los teatros estatales de Italia, algunos de los cuales,
pagan a sus intérpretes y colaboradores, un año después de haber realizado su
trabajo.
Sea como fuere, Giordana
tiene todavía mucho que decir y que contar, director y artista como se decía
antes, cuando la gente lo hacía, eso, comprometerse con algo o alguien, firmó
series, colaboraciones, ganó premios y reconocimientos por películas vistas por
multitudes como La mejor juventud. Y continúa declinando la actualidad y la
historia de Italia.
Sin embargo, para algunos,
entre tantos maravillosos fuegos de artificio cinematográficos, siempre quedará
la emoción y la ternura de la historia cruenta de “Cento passi”, (cien pasos)
que narra la muerte del periodista siciliano, Peppino Impastato, y su desigual
batalla personal contra la mafia. Y, desde luego, confiemos, ya vendrán épocas mejores
para su creación, su cine y sus direcciones operísticas, porque, como se dice
en España, “no están los tiempos para la lírica”.
Muy ovacionados por el
público, al final, los cantantes, el Coro, la orquesta y lo mejor por ser
inhabitual pero muy justo, el saludo fraternal con el resto de artistas, de
todos los “black men”, los hombres de negro, los técnicos, que, contra viento y
escasez, hace posible que el telón del Maggio Fiorentino, un faro entre la
miseria cultural de nuestra época, se siga levantando todos los años, cada
temporada.
Alicia Perris
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