SILVIA AYUSO Washington
Bobby Kennedy (izquierda)
junto a su hermano, en la Casa Blanca en 1962. / AP
A los 16 años, Robert F.
Kennedy distaba mucho aún de ser el conquistador en la política
—y presuntamente también en la cama— que lo caracterizaría un par de décadas
más tarde, cuando estuvo en el centro del poder en Washington. Por aquel
entonces, el mundo todavía estaba sumido en la Segunda Guerra Mundial y Bobby
Kennedy no era más que un estudiante en su etapa de Secundaria lleno de las
inseguridades típicas de la adolescencia, unidas a la arrogancia que también
suelen acompañar esos difíciles años. Todo ello mezclado con la preocupación
por sus hermanos que en ese entonces estaban prestando servicio militar, entre
ellos el futuro presidente de Estados Unidos John F. Kennedy.
Una casa de subastas se dispone a vender este mes
en Boston al mejor postor un paquete de cartas hasta ahora inéditas escritas
por Bobby Kennedy entre los años 1941 y 1945 a su amigo Peter MacLellan. En
ellas, el séptimo de los nueve hijos de Joseph y Rose Kennedy,asesinado en 1968 cuando aspiraba a la presidencia de
Estados Unidos tras el magnicidio de su hermano ocurrido cinco años antes,
revela entre otros temas su temor a no haber heredado el “encanto Kennedy” que
tan irresistibles parecían hacer a los hombres de una familia que marcó la
política y la sociedad estadounidense en las últimas décadas.
“Persigo como loco a las mujeres, pero parece que
carezco del encanto Kennedy, porque todavía no he encontrado a una chica a la
que le guste”, le escribe Bobby Kennedy a su amigo en una misiva fechada el 3
de julio de 1944. “Pero no tiro la toalla fácilmente y ahí sigo, intentándolo”,
agrega el joven al que años más tarde se le atribuiríanromances con la deseada Marilyn Monroe e incluso con su
cuñada Jackie Kennedy.
En otra de las cartas, Bobby también lamenta la
falta de apreciación por sus aptitudes deportivas. “El fútbol va fatal porque
hay un tipo que juega tan bien como mi hermano Teddy (el senador Edward Kennedy, fallecido en 2009) y el entrenador
piensa que es mejor que yo. Supongo que nadie aprecia mis verdaderas
cualidades, todos se pueden ir al diablo”, exclama. Las 18 cartas, conservadas
en sus sobres originales, según destaca la empresa subastadora, RR Auctions,
estuvieron todos estos años guardadas celosamente por el receptor de las misivas
en un escritorio en su dormitorio. El hoy día nonagenario MacLellan justificó
al periódico The Boston Globe su decisión de sacarlas ahora a
subasta: “Tengo 90 años. ¿Cuánto más voy a vivir? Siempre sentí que era hora de
hacer algo por Bobby. Antes de morir”.
La misma subastadora también se apresta a vender
al mejor postor otro paquete de cartas inéditas de John F. Kennedy, dirigidas a la familia de uno de sus dos
compañeros fallecidos, Harold W. Marney, cuando la patrulla torpedera PT-109
que comandaba el futuro presidente en el Pacífico fue hundida por un destructor
japonés, en agosto de 1943. Pese a resultar herido durante esa confrontación,
John F. Kennedy ayudó a diez de sus compañeros supervivientes, un “acto de
heroísmo” que, recuerda el Globe, ayudaría a apuntalar años después
su carrera política.
Entre las cartas ahora puestas a subasta por los
descendientes de la familia Marney está la misiva en la que Kennedy, que
entonces tenía 26 años, confirma a los padres del soldado la muerte de éste y
trata de consolarlos. “Tienen el consuelo de saber que su hijo murió al
servicio de su país”, escribió John F. Kennedy a la madre de Marney, quien a su
vez un año más tarde le mandaría un mensaje de condolencias a Kennedy por la
muerte de su hermano mayor Joseph cuando un explosivo estalló antes de tiempo y
destruyó su avión.
http://elpais.com/elpais/2014/09/02/gente/1409678675_400855.html
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