FERNANDO BAETA
Las páginas de este libro aúllan. Galveston,
de Nic Pizzolatto, emite quejíos inconfundibles. Billy Joe Shaver,
Loretta Lynn, Roy Orbison, Hank Williams, Patsy Cline, Jean Shepard o Glen
Campbell... Sus lamentos nos acompañan a lo largo del camino, su música nos
arrastra de Luisiana a Texas de la mano de unos personajes en permanente
escapada que pretenden dejar atrás enemigos visibles e invisibles, pero que
realmente andan desesperados por huir de sí mismos.
Y percibimos, párrafo a párrafo, sonidos livianos
como el crepitar de neumáticos sobre el ardiente asfalto rugoso; o el ulular
del silencio cuando penetramos la densa concentración de hiedra y bosque, ese
verdor frondoso que parecía repleto de sombras, aquella sensación de la
infancia del protagonista de que la mitad del mundo permanecía oculta entre
esas sombras; o el inconfundible sonido de una lata de cerveza High Life o Lone
Star al ser desvirgada; o el gruñido del viento que atraviesa las costuras de
esa camioneta que más que alejar a sus moradores del peligro que les pisa los
talones los acerca más y más a su inexorable destino.
También oímos entre líneas el murmullo de
"quienes permanentemente parecen estar empezando a hacer lo que sea por
última vez; personajes que siempre sueñan con la idea de dejar de existir pero
carecen de la suficiente imaginación para lograrlo". Hombres y mujeres con
una tristeza sin paliativos que no saben qué hostias hacer con sus vidas,
buscándose desesperadamente sin llegar a encontrarse jamás. "Estás aquí
porque esto aparece en el mapa. Los perros resuellan por las calle. La cerveza
no aguanta fría mucho tiempo. La última canción nueva que te gustó salió hace
mucho, mucho tiempo, y ya nunca la ponen en la radio".
Pizzolatto tiene un estilo de contar que ya
creíamos desgraciadamente desaparecido
En Galveston (Salamandra Black), Pizzolatto, padre
de la idolatrada serie televisiva 'True Detective', ha dado vida a
unos personajes increíbles, tan perdidamente tangibles que sentimos la
devastación que les carcome; seres humanos en descomposición que buscan sin
esperanza el último milagro, la redención que nunca alcanzarán; personajes
de trazo sobresaliente, majestuosos en sus miserias, que poco a poco acaban
convirtiéndose en unos pájaros de barro que aspiran a emprender el vuelo, sin
saber que volar está muy por encima de sus sueños y que cuando lo intenten se
desintegrarán en el aire.
Estamos en 1987. Roy Cady se
acaba de enterar que tiene un cáncer terminal de pulmón. Es un tipo de cuarenta
y pico años, grande y fuerte, pelo largo y barba de unos días, algo huraño, de
pocas palabras y cuyo tesoro más preciado en la tierra es la colección completa
de las pelis de John Wayne. Roy se dedica a cobrar deudas y a matar
a alguien de vez en cuando por cuenta de Stan Ptitko, un jefe
mafioso de Nueva Orleans, un tipo de esos que "es capaz de
meterte el alambre de una percha al rojo vivo por el agujero de la polla".
Todo salta por los aires cuando Stan, que acaba de robarle la novia
a Roy, se lo quiere quitar de encima por aquello de que le jode un poquito ver
a todas horas la jeta de alguien que se ha estado follando a tu chica hasta
hace tan solo dos días. Y entonces lo manda a una emboscada donde los que iban
a ser sus asesinos acaban siendo sus víctimas. De la fallida celada sobreviven Roy,Rocky,
una putilla casi adolescente en fase de aprendizaje, y un montón de papeles
interesantes. Se van. Dejan atrás Luisiana y se dirigen a Galveston
(Texas), una isla enganchada al continente por una carretera. En el camino,
Roy&Rocky recogen a una tercera persona: Tiffany, de tres años,
la hermana de Rocky a la que ésta libera de un padre rijoso a punta de pistola.
(Joder, así de entrada, se dirán ustedes, parece
un clásico: tipo duro pero con buen fondo, una puta en ciernes a la que salvar
y que de paso quiere salvar también al tipo duro pero con buen fondo y una
inocente y dulce niñita de tres años... Ya solo falta el perro, pensarán...
Pues sí, ya verán que también hay perro, al final, pero esa es otra historia).
Un relato de culto en el que no le falta ni le
sobra letra alguna con una lírica perturbadora
En manos de cualquier otro esto sería basura. Pero
para que nadie se deje llevar por las falsas apariencias, digamos ¡ya!, de
entrada, que Galveston es una obra maestra. Pizzolatto, un escritor joven con
alma vieja, como he leído por algún lado, ha convertido el paréntesis anterior
en un alarde literario, en una joya auténtica y brutal. Un 'noir' como hacía
mucho tiempo no pasaba por nuestras manos. Un texto que nos retrotrae a lo
inmejorable deEllrroy, de Goodis, de Higgins, de Tourneur,
de Denning; a una literatura de la mejor calaña, a un estilo de
contar que ya creíamos desgraciadamente desaparecido; con Galveston recuperamos
el negro oscuro. Un relato de culto en el que ni le falta ni le sobra letra
alguna, y en el que los diálogos y reflexiones de sus protagonistas destilan
una lírica perturbadora que alcanza cotas épicas. En el último párrafo del
tercer capítulo, Cady dialoga con sus tripas y se autodestruye en apenas seis
líneas: "Un día naces -se dice- y cuarenta años después sales renqueando
de un bar, perplejo por todos tus achaques. Nadie te conoce. Conduces por
oscuras carreteras y te inventas un destino porque la clave es seguir
moviéndose. Así que enfilas hacia el último asidero que te queda por perder,
sin tener ni idea de qué vas a hacer con él".
Y el último asidero puede ser Emerald
Shores, un motel cercano a la playa de Galveston donde el destino parece
aparcarlos como si de unos trastos viejos se tratara: "El tipo de sitio
-piensa Roy- para gente que no tenía adonde ir, un motel en el que algún cliente
ocasional pagaba una habitación para suicidarse, con huéspedes demasiado
ensimismados en sus propios fracasos como para prestarnos atención".
Un sinfín de islas dentro de la isla: Emerald
Shores, un motel repleto de trastos, de juguetes rotos, de pájaros de barro, de
almas en pena en busca de esa mínima satisfacción que produce el contacto con
otros perdedores: "Me he dado cuenta -recapacita el protagonista- de que
toda la gente débil comparte una obsesión básica: una fijación por la idea de la
complacencia. Vayas a donde vayas, los hombres y mujeres son como cuervos
atraídos por los objetos resplandecientes. Para algunos, los objetos
resplandecientes son otras personas, y antes de caer en esto más te valdría
hacerte adicto a las drogas".
LUIS PAREJO
Y allí están Nancy, la propietaria,
con la piel tan agrietada y reseca que parecía que la hubieran ahumado; Lance,
su ex, que vive en el parking del motel para hacer el desayuno o la cena de los
clientes y para no separarse de ella; Tray, un ladronzuelo
drogadicto enganchado a una moto que lleva la fecha de caducidad marcada en su
rostro; una familia encabezada por un tipo infame y sin nombre que tiene el
pelo revuelto, la cara colorada y los ojos enrojecidos y brillantes, y que
también lleva la muerte grabada a fuego en su jeta; yDehra y Nonie,
dos hermanas ya en el ocaso de sus vidas a las que la pequeña Tiffany les
despierta unos instintos maternales ya olvidados o quizá nunca sentidos.
Es entonces cuando la nostalgia de un pasado que nunca
fue se adueña de estos pájaros de barro de Emerald Shores; pájaros errantes,
huérfanos de todo, que añoran lo que probablemente no existió, lo que jamás
tuvieron, lo que solo en sueños sintieron. Seres vomitados por la vida que de
vez en cuando se dejan llevar por estos sueños que a lo peor ni tan siquiera
soñaron: "El pasado ya no existe Roy" -le dice Loraine,
una ex, una vieja historia, quizá tan solo otro sueño si no una pesadilla, a un
protagonista confundido y perdido- "Escúchame, el pasado no es real...
Recuerdas lo que quieres recordar". Y este pensamiento, este lamento, esta
idea central vuelve, pero esta vez es Roy el portavoz y Rocky la confundida, la
perdida en medio de un sueño sino una pesadilla: "El pasado no es real...
Repítete esto a ti misma. El pasado no es real. No es más que una de esas ideas
que te pasan por la cabeza y que crees que son reales. No existe, nena".
En este universo de perdedores, de juguetes rotos,
Roy&Rocky&Tifanny encuentran en Emerald Shores una mínima paz hasta que
ese pasado que sí parece existir les alcanza y les pasa por encima como si el
infierno conquistara la tierra. Y entonces la violencia y el miedo, sobre todo
el miedo más extremo, se apodera del protagonista y de las páginas durante unos
instantes, tan solo unos instantes... Pero unos instantes brutales... "Ya
no me importaban ni Rocky ni su hermana. Lo único que quería era que no me
hicieran más daño. Lloré con todas mis fuerzas y cada vez que inflaba el pecho
para tomar aire era como si me clavaran navajas en los hombros y en las
costillas. No hay nada que no hubiera hecho para sobrevivir. Iba a suplicar.
Hubiera hecho cualquier cosa".
Pero no es en las vísceras y en la sangre, en los
rostros deformados y en el dolor extremo, en los cuerpos inertes y en sus
salvajes verdugos donde nos quiere Pizzolatto, que escribió este poderoso
réquiem antes de meterse con la serie televisiva; para él estos arranques de
violencia extrema no son sino un peaje necesario para seguir escribiendo el
libro que él quiere escribir: "Una elegía a los frustrados y a los que
nunca han sido nada... un sueño enfebrecido, a menudo incandescente, una obra
de una belleza insoportable". Palabra deDennis Lehane.
Como en 'True Detective', también hay un antes y
un ahora; en la serie televisiva era de 17 años y en Galveston el antes es 1987
y el ahora 2008. Una historia de más de 20 años que acaba cuando un vendaval
purificador que anuncia la llegada de un huracán encelado llamadoIker lo
pone todo patas arriba, convierte la lluvia en dardos puntiagudos y sobre el
océano estallan destellos de luz como si el cielo hubiera engullido una carga
de dinamita; una historia de más de 20 años que acaba cuando una chica con una
vieja fotografía y mil preguntas descubre su pasado, y una perra llamada Sabia
se introduce con ella en su utilitario para cerrar el círculo y escapar a toda
leche antes de que lo que está por llegar arrase con todo; una historia de más
de 20 años que acaba cuando un tipo ya viejo que no es ni sombra de lo que fue
descubre definitivamente que aunque no te maten no se sobrevive a ciertas
cosas.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/09/18/541a21d1ca4741b2308b456c.html
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