Anne-Sophie Mutter, la predilecta de Von Karajan, inicia hoy tres conciertos en Barcelona y Madrid en los que asumirá el reto de tocar la célebre composición de Max Bruch, una perfeccionista que siempre se intenta superar a sí misma, llevando la música a nuevas fronteras.
JAVIER
BLÁNQUEZ
Tiene 51 años, ha gozado de casi cuatro décadas de carrera fructífera
y una legión de jóvenes competidoras le pisan los talones, pero todavía no ha
ocurrido que nadie haya podido desbancar a Anne-Sophie Mutter
(Rheinfelden, 1963) del privilegiado podio de reina de las violinistas. Su secreto,
además de unos dedos de seda al servicio de una técnica excelente, es también
el de algunos actores de cine de primer nivel -Scarlett Johansson, por
ejemplo-: alternar en su carrera, tanto en discos como en los directos, los
'blockbusters' populares con los acercamientos al circuito indie. Lo que para
Mutter significa, más específicamente, grabar un día el tópico concierto de
Felix Mendelsshon -lo hizo por primera vez en 2009, bajo la dirección de
Kurt Masur- y al siguiente interpretar la 'première' de una pieza
contemporánea especialmente escrita para ella.
"Cuando empecé a tocar música contemporánea", recuerda
Mutter desde su casa en Múnich, "ya me consideraba mayor como violinista,
aunque sólo tuviera 23 años. También me costó dar ese paso, pero una vez
dado no puedo dar vuelta atrás. No creo que haya nada más excitante en mi
trabajo que participar en el pleno proceso creativo, tocar una pieza de música
por primera vez, ayudar a darle vida. Nunca he llegado a entender por qué no
hay más violinistas que lo hagan", comenta.
Hay algunas pero pocas. La que más se ha empleado en rescatar material
del siglo XX es la joven neoyorquina Hilary Hahn, que acumula en su
discografía, junto a los habituales conciertos de Beethoven o Bach,
también lo menos conocido de Sibelius, Schönberg, Barber y hasta una 'première'
escrita por la compositora Jennifer Higdon. Pero nadie supera a Mutter en su
empeño por rodearse de autores vivos y tocar música nueva. "No es sólo que
me guste", asegura, "considero que tengo la obligación de hacerlo. Es
casi un deber moral, porque haciéndolo dejas una huella en la sociedad, ayudas
a elevar un pilar en la cultura. Eso enriquece a la comunidad".
Algunas de sus grabaciones recientes han sido estrenos significativos:
en 2008 lanzó un disco audaz que incluía los dos conciertos de Bach y una nueva
composición de la rusa Sofia Gubaidulina, 'In tempus praesens', de una
atonalidad transparente y de una espiritualidad casi sideral. Poco después, en
2011, estrenó sendos conciertos de Wolfgang Rhim y Sebastian Currier en un
disco que se completaba con una pieza de Kryzstof Pendérecki. En su último
trabajo, 'The silver album' (Deutsche Grammophon, 2014), conmemora sus 25 años
de trabajo como dúo con el pianista Lambert Orkis e interpreta piezas de
Beethoven, Brahms o Mozart. También estrena 'La follie', una suite para violín
escrita por Pendérecki especialmente para ella, y la segunda sonata para violín
de André Previn. Por desgracia, el concierto que le estaba escribiendo Pierre
Boulez parece que no se terminará. "Boulez no está bien de salud, sus ojos
están débiles. La obra no importa ya, sino que se recupere", matiza.
Curiosidad y voluntad
Mucha de esta música lamentablemente queda aplazada durante un tiempo
-por su dificultad sobre todo, pero también por la cláusula de exclusividad por
diez años que Mutter incluye en todos los contratos-, pero ella confía en que
tarde o temprano pueda figurar en su nuevo repertorio. "En la historia de
la música hemos tenido casos inesperados de piezas que se habían esfumado y de
repente vuelven con fuerza. Ahora se toca más Shostakovich y Prokofiev que
nunca; el concierto para violín de Sibelius también ha experimentado un 'revival'.
Tengo la confianza en que la gente siga teniendo curiosidad y voluntad por
descubrir cosas, una mente abierta. Este mundo no es perfecto, no es como me
gustaría que fuera, pero yo veo un progreso: cada vez más receptividad a lo
actual, públicos distintos, blogs que hablan de música nueva. Más que antes.
Adquirir el gusto lleva tiempo. ¡A mí me cuesta también!", manifiesta.
En sus próximos conciertos en España, sin embargo, Anne-Sophie Mutter
tendrá como misión tocar un hito de la música romántica alemana, el primer
concierto de Max Bruch. Hoy lo hará en el Palau de la Música de Barcelona en la
gala de inicio de temporada, donde además se escuchará la sinfonía número 9 de
Dvorák, y el estreno de 'Bach im Himmel', una pieza contemporánea para
orquesta de Bernat Vivancos inspirada las estructuras del primer preludio de
'El clave bien temperado'. Y mañana viernes y el sábado tocará en Madrid en el
Auditorio Nacional, con el mismo programa. "No tengo interés en volver a
grabar el repertorio habitual, pero si tuviera que elegir una pieza de mi
discografía con la que no esté plenamente satisfecha, sería el concierto de
Bruch", afirma Mutter. "Lo toqué por primera vez con 18 años y ahora
lo hago de manera muy distinta. Es una pieza tan rica que es imposible
abarcarla".
La posibilidad abierta de volver a grabar a Bruch tiene que ver con el
aprendizaje invisible que aportan los años. El pianista Alfred Brendel sostiene
que una violinista puede ser magistral en la adolescencia, pero el piano sólo
se toca bien en la plena madurez, aunque es evidente que la experiencia aporta
una profundidad que no estaba aún en aquella niña que debutó en 1976
apadrinada por Herbert von Karajan. "No somos únicamente pequeños
prodigios. El violín se toca mejor con el tiempo. Hay que aprender a escuchar a
la orquesta, tener conceptos más audaces, no sólo es una cuestión de dedos.
Cuando te adentras en la música contemporánea, además se requiere madurez
intelectual: son rompecabezas difíciles. A veces creemos que todas las
posibilidades del violín se descubrieron con Mozart, Beethoven y Paganini, pero
en pleno siglo XXI aún no hemos descubierto cuáles son sus límites",
concluye Mutter.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/09/25/5422fc26ca4741583e8b45a4.html
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