Ensayo de 'Las bodas de
Figaro', ópera de Mozart que bajo la dirección artística de Joan Matabosch se
representa desde hoy y hasta el próximo 27 de septiembre en el Teatro Real. /JAVIER DEL REAL
El teatro Real pasa página, con el cambio de
dirección artística, y lo hace descolgándose en la última semana con una serie de modificaciones en la programación que, tanto
por el fondo como por la forma en que se han comunicado, han dejado
desconcertados a los espectadores habituales de ópera en Madrid, y no
precisamente en sentido positivo. Volveremos a ello al final de esta crónica.
Por razones o sinrazones que en gran medida se me
escapan, la historia se repite o, si cabe, empeora. La temporada
anterior del teatro Real comenzó con una representación insulsa de El
barbero de Sevilla, de Rossini. Se decía entonces que era una
consecuencia natural de la falta de sintonía de Mortier con Rossini, lo que
llevó a la elección de un director musical que quizás en otros repertorios es
muy solvente pero su enfoque rossiniano carecía de la más
mínima chispa. Este año se insiste en la otra ópera inspirada por un texto de
Beaumarchais, Las bodas de Fígaro, una obra maestra absoluta
del género lírico, que en cierto modo permitía una solución de “consenso” al
estar implicados en ella, de una forma u otra, sus cuatro últimos directores
artísticos. En el Real se presentó en 2009 y se repuso en 2011, con niveles
artísticos de realización entre lo discreto y lo correcto, entre lo melancólico
y lo nostálgico. Seleccionarla otra vez con los honores de inauguración de
temporada tenía sus riesgos, pero en estas cosas de la lírica nunca se sabe.
Desgraciadamente, la representación careció de la más mínima emoción y resultó
sencillamente soporífera.
Vaya por delante que Mozart no admite medias
tintas. Las bodas de
Fígaro es una ópera aparentemente sencilla pero de extrema
dificultad. Es puro teatro y exige dominio del estilo. Cada detalle necesita
eso tan difícil de conseguir que es la naturalidad. La realimentación entre
teatro y música es absolutamente irrenunciable. Un director tan estupendo como
Ivor Bolton no se ha hecho todavía con el pulso de la Sinfónica de Madrid y a
su lectura le faltó brío, gracia, ritmo, transparencia. A su favor, la
implantación de cierta impronta historicista que da personalidad a su versión.
El nivel global de los cantantes fue, en líneas generales, vulgar. O, más que
vulgar, plano, triste. Que arias como Voi che sapete,de Cherubino,
o Porgi amor, de la Condesa, no despierten un solo aplauso en
la sala es revelador. Quizás Sylvia Schwartz tuvo el momento más inspirado
vocalmente de la noche en su aria del último acto, aunque no es, ni de lejos,
el de Susanna su papel ideal. Teatralmente los cantantes estuvieron agarrotados
en la mayor parte de la representación. Mala cosa para una ópera como ésta. La
ausencia de pasión teatral lleva al aburrimiento. Si a ello añadimos que la
puesta en escena de ese gran director teatral que es Emilio Sagi es, en esta
ocasión, convencional, tópica y previsible, nos encontramos con ese tono
lánguido y superficial que dominó la representación.
De Mozart.
Con Luca Pisaroni, Sylvia Schwartz, Sofia Soloviy,
Elena Tsallagova y Andreas Wolf, entre otros.
Director musical: Ivor Bolton. Director de escena:
Emilio Sagi. Sinfónica de Madrid, Coro Intermezzo.
Coproducción con ABAO de Bilbao, Teatro Pérez
Galdós de Las Palmas y Ópera de Lituania.
Teatro Real, 15 de septiembre.
Del resto de la temporada lo más irritante es el
aplazamiento a 2017 del estreno de La ciudad de las mentiras,de
Elena Mendoza, inspirada en textos de Juan Carlos Onetti. La compositora
española residente en Berlín terminó el encargo en abril, e incluso se ha
realizado ya un ensayo escenográfico. La noticia del retraso se la comunicaron
avanzado julio. Sin comentarios. Otra pérdida notable es la suspensión de la
puesta en escena de José Luis Gómez con el pintor Eduardo Arroyo de Goyescas. La
obra se escuchará en versión de concierto. La caída de Alex Ollé, de La Fura
dels Baus, para Fidelio no es responsabilidad del teatro sino
del artista, según manifestó el lunes en el intermedio Joan Matabosch, que a
renglón seguido insistió en que lamenta profundamente esta ausencia. Sin
embargo se manifestó entusiasta del encargo de Hänsel und Gretel a
Laurent Pelly en vez de la propuesta inicial de Joan Font, de Els Comediants, y
Agatha Ruiz de la Prada. No dudo de la calidad de Pelly pero la presencia de
Agatha había levantado mucha curiosidad. Ya Mortier tenía previsto La
viuda alegre con la pareja Tambascio-Agatha, pero no parece que estas
combinaciones tan “osadas” estén en las coordenadas estéticas del nuevo
director artístico. No entro en los cambios de algún cantante en la temporada
pues la salud no es siempre controlable, pero el anuncio tan a última hora de
estos nuevos equipos artísticos en los espectáculos del Real ha dejado
desilusionados a bastantes abonados. “Además ni avisan, ni nos devuelven una
parte del dinero” decía un espectador en el intermedio de Las bodas de
Fígaro.Probablemente las decisiones, sobre todo económicas, vengan de más
arriba y tengan que ver con la indiferencia, más bien con el rechazo, hacia la
cultura del actual Gobierno. Pero, en fin, eso es otra historia.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/09/15/actualidad/1410805531_859289.html
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