La sala O2 de Londres se abre al
mito del boxeo que fascinó a escritores como Norman Mailer o Tom Wolfe. La
muestra reúne fotografías, vídeos y objetos personales del púgil
Una estatua de Muhammad Ali frente a una imagen
del púgil que forman parte de la exposición. Chris Ratcliffe Getty
Images
Para encontrar la primera muestra de la atracción
salvaje que ejerce Muhammad Ali habría
que remontarse a un día de lluvia de 1954 en Louisville, Kentucky. Joe Elsby
Martin, un policía aficionado al boxeo, vio a un niño flacucho de 12 años, con
lágrimas en los ojos, que entraba a su gimnasio y preguntaba por él. Le
acababan de robar su bicicleta roja, un regalo de navidad de su padre, y le
habían dicho que quizás él podría ayudarle a encontrar al caco. “¿Cómo te
llamas?”, le preguntó. “Cassius Clay”, respondió el niño, y añadió que le daría
una paliza al ladrón si lo encontraba. “Mejor aprende a pelear antes de empezar
a pelear”, le sugirió Martin. Aquel día entró en la historia como el primer
entrenador del boxeador más grande de todos los tiempos.
Lo que viera Martin en aquel mocoso
flacucho y llorón se lo llevó a la tumba. Pero pudo ser la primera
manifestación de algo que, con los años, ha convertido a aquel niño en uno de
los personajes más fascinantes de la historia del deporte y la cultura popular.
Ningún otro deportista ha inspirado mayor y mejor prosa que Muhammad Ali.
“El boxeo es el
deporte más literario y Ali es el mejor personaje que un autor
pueda encontrar”, explica Davis Miller, autor de Approaching Ali,
la última incorporación a la biblioteca de Clay. “Los escritores lo amamos
descaradamente, no hay manera de ser objetivo con él. Te enseña su verdadero
ser, por extravagante que este sea. No importa qué sandez salga de su boca,
sabes que hay algo asombrosamente real en ello. Y en este trabajo, lo normal es
que la gente esconda constantemente su verdadero ser. Mailer lo adoraba. Hunter
S. Thompson. Joyce Carol Oates. Tom Wolfe. Yo pertenezco a ese linaje, creo que
escribo al mismo nivel que esa gente”.
La publicación del tomo del poco modesto autor
coincide con la gran exposición que se inaugura en el O2 de Londres, en la que
el propio Miller ejerce de comisario. La muestra recorre la extraordinaria vida
de Ali, dentro y fuera del cuadrilátero. Un deleite para mitómanos y también
para aquellos curiosos por descubrir el porqué de este fenómeno.
Quizá no era técnicamente el mejor boxeador del
mundo, pero nadie había peleado nunca como él. Hacía todo aquello que se podía
hacer mal en un cuadrilátero. Las manos caídas a los lados en vez de cubriendo
la cara. La barbilla salida pidiendo a gritos un gancho de izquierda que lo
tumbara. La belleza estaba en esa fragilidad, en ese peligro constante.
La exposición lleva el título de “Soy
el más grande”, la frase que Clay pronunció tras vencer a Sonny Liston
por KO técnico al empezar el séptimo round, el 25 de febrero de 1964. Aquel
mítico combate dio a Clay el título de los pesos pesados. A la mañana siguiente
anunció que era miembro de la Nación del Islam y seguidor de su líder Elijah
Muhammad. El 7 de marzo exigió al mundo que lo llamara Muhammad Ali.
Ali no es el único boxeador que ha conocido los
extremos de la vida humana, pero ninguno ha representado tantas cosas como él
fuera del ring. Su negativa a ir a la guerra del Vietnam lo convirtió en una
figura mundial, odiada o idolatrada. “No tengo ninguna movida con el vietcong,
ningún vietcong me ha llamado nunca negrata”, explicó a The New York
Times.
Se le retiraron los títulos, la licencia para
boxear y el pasaporte. Ali sobrevivió dando conferencias a los universitarios.
Pero volvió a boxear. Y todo ello está contado en la exposición a través de
cien artefactos.
Algunos de esos objetos pertenecen a la colección
personal de Trevor Beattie, productor de cine, que ayer supervisaba la
colocación de los últimos objetos. “Nunca habrá nadie como él”, explicaba. “Un
boxeador que también es poeta, bailarín y político”.
Beattie empezó su colección con una foto que
compró a los 15 años y hoy cuenta con piezas míticas como el guante descosido
de Ali del combate contra Henry Cooper en 1963. Aquel roto, que permitió a Ali
ganar tiempo, recuperarse y tumbar a Cooper, es parte de la leyenda del boxeo.
“Sin él”, explica Beattie, “se podría haber escrito otra historia muy
diferente”.
Golpes de suerte, golpes de genio y golpes bajos,
dentro y fuera del ring. La ambigüedad moral es parte del atractivo de Ali. Sus
contradicciones son oro para los escritores. Ali es la cuartada para escribir
sobre algo épico, porque es real. Eso es lo que encontró Davis Miller cuando lo
conoció, en Semana Santa de 1988. “Necesitaba un superhéroe y lo que encontré
fue un hombre corriente”, explica. “Se convirtió en otra cosa con el parkinson.
La majestuosidad, la dignidad con la que ha vivido su edad mediana y avanzada
es admirable. Le ha permitido a la gente, como él mismo dice, seguir
preocupándose por él ”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/03/03/actualidad/1457034390_643797.html
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