El artista diseñó la escenografía y el vestuario de 'Como gustéis', que
Visconti dirigió en Roma.
VANESSA GRAEL
¿Qué puede salir del sueño de una noche de invierno de Dalí y Visconti con una comedia de Shakespeare de por medio? Una
arcadia surrealista, bucólica y clasicista, con arquitecturas inspiradas en
Bramante y elementos genuinamente dalinianos, desde elefantes con patas
de insecto -jirafa en los decorados hasta zapatos- conejo en los pies de los
actores. Un no tiempo en un no espacio, fuera de toda realidad. Para Dalí, la fábula pastoril Como gustéis de
Shakespeare fusionaba "la biología del aire con la alegría atómica".
Pero no todos los actores entendían esa "alegría atómica". Un
jovencísimo Marcello Mastroianni se
quejó a Visconti del "ridículo" vestuario diseñado por Dalí:
"Parezco una prostituta con este pelucón rubio de tirabuzones".
"¡Es que no entiendes nada, pareces salido de un cuadro!", le espetó
Visconti en defensa de la fantasía daliniana.
La obra de teatro 'Como gustéis' con el decorado de Dalí para Visconti.
No fue la única crítica a la que se enfrentó el director por escoger
-previa intervención de Coco Chanel- al polémico Dalí como diseñador. "Dicen que, al poner en escena Rosalinda o Come
vi piace de Shakespeare, he abandonado el neorrealismo. Esta
impresión surge del estilo de la puesta en escena y de la actuación, y del
hecho de haber escogido la escenografía y el vestuario de Dalí", escribió
Visconti en Sobre cómo poner en escena una comedia de Shakespeare,
texto en el que llega a calificar el neorrealismo de "absurda etiqueta
que, si se adapta al cuerpo como un tatuaje, (...) puede convertirse en límite,
en ley".
La prácticamente desconocida colaboración del genial cineasta y del
visionario artista en Como gustéis -obra que se estrenó el 26
de noviembre de 1948 en el Teatro Eliseo de Roma, donde permaneció apenas un
mes- se explora en la exposición Dalí, Shakespeare, Visconti que inaugura el próximo
martes la temporada del Castell de Púbol, el castillo que Dalí compró y decoró
para Gala (y donde le pedía permiso vía carta para visitarla, en un juego
íntimo de amor cortés entre los esposos). "El Castell de Púbol, con su
aire viscontiano, tiene un carácter muy escenográfico, es el lugar ideal para
esta exposición, un escenario del mundo teatral y onírico de Dalí", señala
Montse Aguer, directora del Centre d'Estudis Dalinians.
En 1948, Dalí regresó a Europa tras su exilio voluntario de ocho años en
Estados Unidos huyendo de la Guerra Mundial. Y viajó a Italia en busca del
clasicismo de Palladio y Bramante, pero también de la actriz Anna Magnani. Quería que la Magnani, estrella absoluta de
la época, protagonizara un filme "neomístico" que había escrito: El
carretón de carne, en el que una mujer se enamora de una carretilla
y le atribuye elementos humanos (en L'amore de Rossellini,
Magnani encarnó -en el episodio dirigido por Fellini- una campesina visionaria
que cree ver a San José en un joven pastor que la seduce). Dalí estaba convencido de que Magnani era la
actriz ideal para su filme. Pero Visconti se cruzó en su camino y el proyecto
de película neomística cayó en el olvido.
En 1948, Luchino Visconti acababa de estrenar La tierra tiembla financiada
por el Partido Comunista italiano y quería volver al teatro con un shakespeare.
Pero buscaba un "escenógrafo excéntrico, un mago". Excentricidad + magia = Dalí. Un Dalí
amante de Shakespeare, que ya había ilustrado varias obras del dramaturgo,
desde Romeo y Julieta hasta Macbeth. Y para esa
comedia bucólica, Dalí diseñó un bosque idílico y un palacio de estética
renacentista, con una marcada influencia de la obra de Bramante (aunque Dalí
suspendía la arquitectura en el aire y, en su interior, pintó una granada como
símbolo del núcleo de un átomo: la imagen del eterno equilibrio en la
naturaleza). "Dalí creó un espectáculo de una belleza visual
extraordinaria. Durante un mes se encerró para diseñar una escenografía
espectacular, en la que dio mucha importancia a la iluminación y al juego de
luces y sombras", explica la comisaria de la exposición, Lucia Moni.
Para Dalí nada era imposible o absurdo.Y demandaba excentricidades que
fueron el quebradero de cabeza del entonces joven director de montaje Franco
Zeffirelli y de la estilista Eva Mangili. Problema número uno de Zeffirelli:
Dalí quiso llenar el escenario de ovejas reales, algunas incluso formarían
parte de un sofá de tresillo en el que los personajes podrían sentarse
cómodamente y conversar. Zeffirelli consiguió encontrar a un taxidermista que
se ingenió un mecanismo para que las ovejas movieran la cabeza, abrieran la
boca y incluso balaran. Hasta Gala recorría las calles de Roma en busca de
oleografías, estampas y postales en las que aparecieran ovejas.
Otro problema para Zeffirelli:Dalí veía viento. Sobre el escenario tenía
que soplar el viento y levantar estéticamente los vestidos de las actrices.
Pero la tramuntana del Empordà sobre el escenario... no era una buena idea.
Zeffirelli puso el ventilador tan fuerte que las actrices se amotinaron y
amenazaron con irse: no querían coger una pulmonía. "Antes de decirle que no a Dalí me
habría cortado las venas", reconocía Zeffirelli.
Algo así le ocurría a Eva Mangili, que recibía esbozos de un casco coronado
con aparatosas ramas de árbol, un zapato con ardillas incrustadas, 20 vestidos
con cuello de barca... Visiones irreales, oníricas, difíciles de materializar. "Mis vestidos son morfológicos, incluso
proféticos", decía un provocador Dalí, que amenazaba con que
"dentro de 10 años, los llevaremos prácticamente todos".
http://www.elmundo.es/cultura/2016/03/12/56e3287fca47414f2c8b463c.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario