El Gobierno hebreo custodia
más de un millón de hallazgos arqueológicos en una nave industrial próxima a
Jerusalén
JUAN CARLOS SANZ
Una estudiante inspecciona
unas vasijas en el Depósito de los Tesoros Nacionales. MENAHEM KAHANA AFP
El santo grial, la copa de
la que bebió Jesús en la última cena, probablemente no era de cristal ni de
metal, sino de piedra caliza, el material purificador preferido entre los
judíos de la primera mitad del siglo I para su vajilla. Lo explicaba en tono
profesoral Gideon Avni, jefe de la división arqueológica de la Autoridad de
Antigüedades de Israel, durante una inusual visita de la prensa al
sanctasanctórum de sus investigaciones, que alberga más de un millón de restos
de la antigüedad localizados dentro del Estado hebreo desde su nacimiento en
1948.
No se trata de un inexpugnable
búnker secreto ni de un recinto fortificado bajo la protección del Tsahal, el
formidable Ejército israelí, sino de una nave industrial de Beit Semesh, en el
distrito de Jerusalén. El edificio de anodina apariencia esconde un almacén
misterioso, surcado de interminables hileras de estanterías con sarcófagos y
ánforas, de cajas de madera de las que emergen capiteles. Un decorado apropiado
para la escena final de la primera entrega de la saga cinematográfica de
Indiana Jones: el misterioso depósito gubernamental donde queda oculta,
precisamente, el Arca de la Alianza.
Junto a la copa de las
primeras décadas de la era cristiana se alinean platos y vasijas de piedra
caliza a la vista de las cámaras de los informadores. También se muestra un
pequeño osario que lleva inscrito el nombre de Jesús. En una tumba judía
similar fue hallado el calcáneo (hueso del talón) de un hombre traspasado por
un grueso clavo de unos 15 centímetros de largo. “Jesús, María, José… eran
nombres hebreos comunes en aquella época”, puntualiza el profesor Avni.
“Respecto a la crucifixión, se trata de un método de ejecución habitual bajo el
Imperio Romano”, matiza junto a una réplica del tarso perforado, “aunque en
estos restos, el clavo atraviesa de forma lateral el hueso, y no frontal, como
en la iconografía clásica”.
Un sarcófago del Depósito
de los Tesoros Nacionales, en Israel. AMIR COHEN REUTERS / CORDON PRESS
“Hemos podido reconstruir
como se desarrollaba la vida cotidiana durante el primer tercio del siglo I,
que coincide con la vida de Jesús según la tradición cristiana, pero no probar
su existencia”, precisa el jefe del servicio de arqueología israelí. “Había más
de un millón de habitantes en la región, y es muy difícil identificar los
restos de alguien que pudo vivir hace más de 2000 años".
En el Depósito de los
Tesoros Nacionales de Beit Semesh —que en un futuro próximo está previsto que
se traslade a las inmediaciones del Museo de Israel, en el centro de Jerusalén—
conservadores y técnicos muestran a los fotógrafos monedas del siglo VII y
cruces y relicarios también de la era bizantina. O señalan un capitel con una
menorá (candelabro de siete brazos) grabada en un capitel con credenciales
históricas judías.
Este gigantesco contenedor
arqueológico no puede ser visitado por el público y solo abre sus puestas a los
investigadores. Como en casi todos los aspectos de la vida en Oriente Próximo,
la geopolítica también pesa sobre los restos antiguos que almacena. En sus
instalaciones solo se custodian objetos localizados en territorio israelí desde
su fundación como Estado, hace 69 años, y en Jerusalén Este (ocupado desde 1967
y anexionado en 1980).
Los hallazgos procedentes
de excavaciones anteriores se encuentran, en términos generales, en el Museo
Rockefeller, construido bajo el Mandato británico, en la zona oriental de la
Ciudad Santa, frente al antiguo recinto amurallado. La conservadora Débora Ben
Ami, de origen argentino, asegura que los restos arqueológicos procedentes en
Cisjordania, bajo ocupación israelí desde hace casi medio siglo, se trasladan
por ahora a un almacén próximo al asentamiento de Maale Adumin, situado a
apenas cinco kilómetros al este de Jerusalén.
El recorrido recientemente
efectuado por periodistas extranjeros acreditados en Israel por las instalaciones
del Depósito de los Tesoros Nacionales estuvo apadrinado por el Ministerio de
Turismo, en una iniciativa destinada a promocionar las visitas de peregrinos
cristianos a Tierra Santa. Un negocio que representó la quinta parte de las 2,8
millones de entradas de viajeros en el país en 2015. En las mismas fechas se
produjo también la presentación oficial de la rehabilitación del templete del
Santo Sepulcro en Jerusalén, una obra costeada por las congregaciones
religiosas del templo con ayuda de las autoridades jordanas y palestinas, que
acaparó la atención de la prensa internacional.
Una tercera parte de los
40.000 objetos arqueológicos localizados cada año en unas 300 excavaciones en
Israel están relacionados con el cristianismo. Por el momento, casi todos siguen
empaquetados en un almacén con aires de película de Steven Spielberg. Como la
copa de piedra caliza que bien pudo estar en manos de Cristo. Es la buena nueva
que predican los arqueólogos.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/03/31/actualidad/1490973277_437114.html
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