La filosofía es arma de
destrucción masiva. Dinamita los mitos de los que las masas se alimentan, que
producen identidad, bajo cuyo peso muerto los individuos quedan diluidos. Es
guerra contra el relativismo y el dogmatismo. Es defensa contra la confusión del
lenguaje común, periodístico, político, contra la fuerza ciega de la masa, pues
la masa no puede filosofar. El enemigo es la estupidez, que, como Dios, está en
todas partes y en uno mismo. El yo es idiota. Escribo por destruir.
Para entender el Holocausto
Si queremos que el
Holocausto no se convierta en cualquier cosa o en nada, si no queremos
banalizarlo, es preciso definirlo estrictamente. Y, lejos del juicio de
intenciones, la mejor forma de hacerlo es señalando sus coordenadas
espaciotemporales y su singular carácter político: el Holocausto es una
cuestión de Estado.
El Holocausto no es la mera
destrucción de población civil en un acto de guerra: es el conjunto de
ejecuciones y matanzas efectuadas entre el 1 de septiembre de 1939 y el 8 de mayo
de 1945 por cualquier Estado europeo contra una parte de la población que está
bajo su jurisdicción o control durante ese período. Así, el Holocausto se
presenta como el modelo tanatopolítico más acabado de las sociedades
capitalistas europeas en el siglo XX y también como el paradigma de un riesgo
actual, la amenaza que no se deja nombrar fácilmente. No es una posibilidad
remota sino, más bien, la terrible inercia, el horror futuro que tratamos de
conjurar mediante leyes, contrapoderes y conocimiento.
http://www.editorialconfluencias.com/para-entender-el-holocausto/
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