MANEL LOUREIRO
Una iglesia románico
de Cambre acoge un tesoro traído de Tierra Santa por un cruzado al que se le
atribuyen poderes curativos. Según la tradición, su pila baustismal es una de
las hidrías usadas por Jesús para convertir el agua en vino en las bodas de Caná.
Este es el primer capítulo de una serie dedicada a los mitos gallegos
Hace apenas unas
semanas, mientras casi toda la Península se asfixiaba sofocada por una ola de
calor, desde Galicia observábamos el panorama con cierta perplejidad, desde
nuestros confortables 21ºC y bajo una fina llovizna. Y es que aunque es normal
que todo el mundo busque el lugar más idílico que se pueda permitir para pasar
las vacaciones, a este lado del Telón de Grelos no acabamos de entender muy
bien esa necesidad casi compulsiva que tienen muchos veraneantes de sudar,
padecer calor y chamuscarse bajo el sol. Y no es que en el Norte no tengamos
también playas preciosas y días veraniegos, que de eso abunda y cada vez más,
con el cambio climático.
Sin embargo aquí
sabemos que existe otra forma de pasar el verano, disfrutando de un viaje entre
algo de lluvia, bosques, prados verdes y sobre todo, historias muy, muy
extrañas. Porque Galicia es un lugar tan lleno de magia que merece la pena que
visiten alguno de esos sitios distintos. Y a esos lugares llenos de historias
entre la magia y la tradición quiero invitarles desde estas páginas durante los
próximos días.
Para empezar, quiero
que me acompañen a descubrir una historia que parece sacada de una novela de
Dan Brown o de Javier Sierra y digna de ser la primera etapa de nuestra ruta
veraniega: Nos iremos a Cambre, un pequeño pueblo coruñés que atesora en una
diminuta iglesia nada menos que una de las hidrias de Caná. ¿No sabe lo que es
una hidria? No se preocupe, que es normal, pues probablemente no haya tenido
una delante en su vida. Porque una hidria es un antiguo recipiente de piedra
para líquidos que no son de uso común desde hace siglos. Este en concreto es,
según la tradición, el que utilizó Jesucristo en el relato bíblico y que fue
llevada hasta Cambre por los templarios con un propósito determinado y
desconocido. Casi nada.
Cambre no es una
localidad que suela figurar en las listas de sitios más visitados. Y sin
embargo, en la iglesia de Santa María de Cambre, una coqueta joya románica del
siglo XII, hay un tesoro de esos que si estuviese en el Reino Unido o en un
museo norteamericano atraería a miles de visitantes. Si se acercan hasta allí y
encuentran el templo abierto, echen un vistazo, entrando a su izquierda. Allí
hay una pila bautismal de aproximadamente un metro de alto hecha de piedra
calcarea -nada que ver con el granito propio de la zona- con los bordes
mellados, las asas rotas y cubierta de motivos florales, espirales y
representaciones religiosas.
Pérez de Traba no
fue a Tierra Santa una sola vez, sino dos, algo que incluso para los estándares
piadosos de la época era pasarse de vuelta
Podría pasar por una
de las miles de pilas similares repartidas por toda España si no fuese por su
extraña historia. Según la tradición, es una de las siete hidrias de Caná, las
grandes vasijas de piedra en las que, según el Nuevo Testamento, Jesús utilizó
su milagrosa fuerza divina para convertir el agua en vino. Hasta aquí podría
ser simplemente una de tantas tradiciones folclóricas sin base histórica
alguna. Pero hay cosas que no encajan. Su composición, el hecho de que el
estilo artístico de sus representaciones no tienen nada que ver con las típicas
de otras obras contemporáneas del románico la zona y que está directamente
conectada con la orden del Temple nos hacen al menos plantearnos que esa vasija
de piedra esconde una historia mucho más compleja detrás.
Aparentemente, todo
empieza con un noble local del siglo XII, llamado Fernando Pérez de Traba. Como
muchos caballeros de su época sintió la obligación de participar en las
cruzadas y por eso viajó a Tierra Santa para combatir. Imagínense por un
momento lo complicado de viajar hace novecientos años desde el corazón del
rural gallego a los áridos paisajes que rodean Jerusalén . Si Pérez de Traba
quería asegurar la salvación de su alma, estarán de acuerdo conmigo en que
empeño le puso.
Pero aquí empieza a
complicarse la historia, porque Pérez de Traba no fue a Tierra Santa una sola
vez, sino dos, algo que incluso para los estándares piadosos de la época era
pasarse de vueltas. Y el objetivo de este segundo viaje era, entre otras cosas,
la hidria de Caná.
A la vuelta de este
segundo viaje trajo consigo la pesada hidria, una tarea que debió costar una
fortuna en esfuerzo, tiempo y sudor. Por si esto no fuera suficiente, Fernando
Pérez de Traba era miembro de la Orden de los Caballeros Templarios y
precisamente a muy pocos kilómetros de donde se halla la hidria se encuentra
Santa María del Temple, otra iglesia de la zona que como su nombre indica,
pertenecía a los miembros de esta orden caballeresca.
La presencia de los
templarios por esta zona posiblemente tenga relación con el Camino Inglés, la
ruta que tenían que tomar los peregrinos a Santiago de Compostela que llegaban
desde las islas británicas y el norte de Europa por mar hasta el puerto de A
Coruña.
Es fácil imaginarse
el asombro de estos baqueteados viajeros cuando llegaban a Cambre, a punto de
culminar su odisea y de repente se encontraban en un pequeño pueblo medieval
con un artefacto que habría sido usado por el mismísimo Jesucristo. Ya sea un
objeto real, ya sea una de las mejores y más tempranas ideas de marketing de la
historia, no me negarán que la sensación tenía que ser sobrecogedora.
Porque, si no es así
¿Por qué motivo un grupo de caballeros templarios del siglo XII decidieron
emprender un largo y peligrosísimo viaje desde Tierra Santa hasta Cambre
cargados con un artefacto de varios cientos de kilos de peso? ¿Cuál fue el
motivo para dejarla en esa iglesia y no en la propia del Temple, situada a solo
dos kilómetros? Y, sobre todo ¿es realmente un objeto bíblico o solo una
antigüedad cualquiera, saqueada de algún templo de Oriente Medio?
ORGULLO POPULAR
Sea como fuere, los
vecinos de Cambre enseguida aceptaron que aquel receptáculo era algo que había
formado parte de la vida de Jesús y decidieron defenderla con uñas y dientes a
partir de ese momento. Cuando la orden del Temple fue disuelta y sus bienes fueron
repartidos entre las diversas coronas y órdenes religiosas de la época, la
hidria fue escondida en un primer momento, hasta que el polvo provocado por la
disolución de la orden religiosa más poderosa que existiera hasta el momento se
fue posando. De ahí fue trasladada a su emplazamiento actual, desde el cual ha
visto transcurrir lentamente los siglos, pero no sin incidentes. Así, por
ejemplo, en 1675, desde el Arzobispado de Santiago reclamaron que la hidria
fuese llevada hasta la ciudad compostelana para incorporarla a los tesoros de
la catedral.
Cuando los
encargados del traslado llegaron a Cambre se encontraron con un levantamiento
popular para impedir que se llevasen el artefacto religioso, que rápidamente
degeneró en motín abierto. Hizo falta que las fuerzas militares de la zona
interviniesen para aplacar los tumultos y finalmente, con bastante buen
criterio -sentidiño, que le decimos por aquí- se decidió que la hidria no se
moviese de allí y que no merecía la pena el derramamiento de sangre.
El furor vecinal
contra el traslado no obedecía solo a una defensa enconada del patrimonio
histórico cultural de su pequeña villa, sino que iba un poco más allá. Y es que
esa pesada vasija de piedra tiene poderes mágicos, o al menos de eso estaban
convencidos los vecinos. Y por eso, precisamente, está tan hecha polvo. Si, así
como lo oyen.
Del polvo obtenido
al rascar la hidria obtendrá una poderosa pomada curativa que le protegerá de
prácticamente cualquier enfermedad
Al parecer, la cosa
funciona de la siguiente manera: Al sonar nueve campanadas de la iglesia debe
usted acercarse a la hidria y con un objeto metálico tiene que raspar parte de
la superficie, hasta acumular algo de polvillo. Después, mezcle este polvo con
aceite y algunas hierbas y obtendrá una poderosa pomada curativa que le
protegerá de prácticamente cualquier enfermedad. En base a esta creencia
popular, durante siglos la vasija fue perdiendo partes y es por eso por lo que
hoy, si se acerca a Cambre, la encontrará profundamente deteriorada. Y si se le
pasa por la cabeza repetir el procedimiento de hace siglos, permítame que se lo
desaconseje.
Seguramente acabe
detenido por un delito contra el patrimonio, si es que el párroco no le da unas
collejas antes, y con razón. Y además, tampoco les he explicado cuáles son las
hierbas, así que no hay manera de que el bálsamo de marras funcione. Y eso por
no hablar de que seguramente algún vecino de Cambre se enfadaría con usted por
deteriorar uno de los más preciados -y desconocidos- tesoros locales.
Así que ya ven:
Templarios, magia, un artefacto histórico de los tiempos de Jesucristo que
probablemente fue utilizado por éste y todo esto en una pequeña villa de La
Coruña. No está mal para empezar el viaje ¿Verdad? Pues recuperen fuerzas en
cualquiera de los restaurantes de la zona -en Galicia, como en casi todo el
norte, nos tomamos las cosas de la mesa muy en serio y seguro que no salen
decepcionados- antes de que arranquemos hacia nuestro siguiente destino: Un
pequeño pueblo en la provincia de Pontevedra, en el que veneran a un santo del
que no tienen la menor idea de su identidad. Por no saber, no saben ni siquiera
si es santo o santa. Y por si eso no fuese suficiente...¡Lo tienen encerrado en
una jaula en lo alto de una montaña!. Pero eso será en la próxima etapa de
nuestro viaje de verano por la Galicia Mágica.
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/08/26/5d628802fc6c837a298b465c.html
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