La exposición, la más
extensa realizada en nuestro país, incluye una amplia selección de sus
fotografías, así como sus libros, fragmentos de sus películas y presentaciones
de diapositivas. La muestra puede visitarse hasta el 20 de mayo, en la sala
Bárbara de Braganza, 13 (Madrid).
Ed van der Elsken, es una
figura única en la fotografía y el cine documental de su país. Su trabajo experimental, expresivo y
socialmente comprometido, capta el espíritu de la época a lo largo de las
cuatro décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Su personalidad queda reflejada
en numerosos autorretratos y en la relación que entablaba con sus personajes.
Fue un fotógrafo de calle que trabajó en distintas ciudades de todo el mundo
—París, Ámsterdam, Tokio— buscando lo que él llamaba «su» gente, personas
auténticas que a menudo se encuentran en los márgenes de la sociedad.
Esta retrospectiva incluye
200 fotografías, muchas de ellas ya icónicas, así como sus libros, fragmentos
de sus películas y presentaciones de diapositivas creadas a partir de numerosas
fotografías en color como Tokyo Symphony.
En la muestra también se encuentran hojas de contactos, dibujos y
maquetas de algunas de sus obras más relevantes, así como documentos
personales, cartas y notas, que ofrecen al público una visión muy particular
sobre su forma de trabajar y su personalidad.
El recorrido de la
exposición comienza con París & una historia de amor en
Saint-Germain-des-prés, en la que se encuentran las imágenes que realizó el
artista mientras vivió en París. Se trata de una etapa en los que se enamoró
del entorno urbano de la ciudad y se centró en los artistas callejeros,
vagabundos, amantes junto al Sena, manifestaciones y carteles publicitarios.
También recoge las instantáneas que hizo cuando conoció a la bailarina Vali
Myers y a sus amigos con los que adoptó un enfoque radicalmente nuevo y
personal que le llevó a fotografiar a los bohemios del barrio Saint
Germain-des-Prés, principalmente durante la noche.
También destaca la sección
Ámsterdam, donde se encuentran los trabajos realizados en su ciudad natal, en
la que se dedicó asiduamente a la fotografía callejera y donde desarrolló su
interés por los jóvenes rebeldes y los personajes atípicos. Durante su estancia
en la capital holandesa filma para el Stedelijk Museum, la exposición Dylaby.
Además, realiza Welkom in het leven, lieve kleine (Bienvenido a la vida,
pequeño), su primer largometraje documental para la televisión, película
autobiográfica que muestra a su esposa embarazada y a su hijo mayor, así como
su barrio de Nieuwmarkt; Lieverdjes (Cariños, 1963) y Fietsen (Ciclismo, 1965).
En 1970, van der Elsken
abandona Ámsterdam para instalarse en una granja, próxima a Edam. La película
De verliefde camera (La cámara enamorada, 1971) se centra sobre todo en los
encargos hechos en el extranjero para la revista Avenue. Asimismo, realiza una
serie de imágenes Avonturen op het land (Aventuras en el campo, 1980) como
homenaje a la flora y fauna y a los habitantes de los alrededores de su granja
en Edam en las diversas estaciones. También publicó un libro con el mismo
título.
Japón, otra de sus
secciones más representativas, incluye las fotografías tomadas durante su
primera visita a Tokio a finales de los años cincuenta, que muestran temas
típicamente japoneses como los luchadores de sumo, las inclinaciones al
saludarse y los increíbles empujones que suelen producirse en las puertas de
los vagones de tren. Van der Elsken no sólo fotografió costumbres recatadas y
actitudes educadas, sino que también inmortalizó la incorporación de este país
al consumismo y la cultura juvenil.
En Tokyo Symphony se exhibe
la presentación audiovisual sobre esta ciudad, en la que van der Elsken trabajó
en la última etapa de su vida. Se trata de un proyecto que se terminó
póstumamente utilizando sus diapositivas en color y sus grabaciones de audio y
que se mostró por primera vez en 2010.
La exposición se cierra con
Bye, dedicada a su última película, y en la que el fotógrafo ejerce de
protagonista y de cámara. El tema principal es el cáncer en fase terminal que
le diagnostican en 1988 y que decide documentar a través de un relato donde
explica el progreso de su enfermedad. Se trata de un autorretrato personal e
íntimo en el que el fotógrafo expresa abiertamente su tristeza, su miedo, su
dolor y su ira.
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