Programa
Parte I
Gustav Mahler (1860-1911)
Sinfonía no. 10
I Adagio
Parte II
Hector Berlioz (1803-1869)
Symphonie fantastique: Épisode de la vie d´un artiste en cinq
parties, op. 14
I Rêveries- Passions
II Un bal
III Scène aux champs
IV Marche au supplice
V Songe d´une nuit d´été
Teatro Real de Madrid. Sábado 13 de enero de 2018. 20 horas.
Teatro Real de Madrid. Sábado 13 de enero de 2018. 20 horas.
Coproducido este concierto por un conocido grupo turístico catalán,
que tiene su sede en Mallorca durante sus espectáculos de verano, esta vez
trajeron a la capital a una agrupación clásica y de relumbrón en el mundo con
la Filarmónica de Viena, aunque el binomio, no resultó todo lo excelso que podía esperarse.
En primer lugar, cambiaron las costumbres en el coliseo madrileño,
que mutó drásticamente de invitados y asistentes, con invitados del grupo
hotelero, amigos y abonados, elitista en sus planteamientos y en sus precios y
reservado a un público no necesariamente culto e iniciado en la música clásica,
pero sí de posibles y con un vestuario muy cuidado. Todo muy mediático y
extraño, en un teatro que desalojó a los habituales de la sala, teniendo que
aguardar en los pasillos hasta solo un cuarto de hora de la producción, antes
de que comenzara la velada. Lo nunca visto.
Gustavo Dudamel tiene complicado ponerse metas personales y sobre
todo profesionales, porque ya lo ha conseguido, desde muy joven, casi todo lo
que hubiera podido desear y soñar con su primigenia formación venezolana, con
la que se hizo famoso internacionalmente.
Goza hasta de una serie de televisión que le ha sido dedicada,
Mozart in the jungle, con cameo incluido, que interpretó a su manera, el
territorio del repertorio clásico y todos sus pormenores humanos y vitales.
Se podría decir que hay tantos Dudamel como veces se presenta el
director en escena en los diferentes teatros y circunstancias ofrecidas para
cubrir la avidez de unos oyentes que van buscando, en gran medida, el bocado
apetecible con que saciar su ansia de conseguir “estar en el mundo” o “ser
alguien”. La otra noche, en el Teatro Real, la mitad de los presentes, se
dedicó a mirar a la otra mitad.
Si hubiera que, finalmente, y por justicia, hablar de música, el
programa escogido para la función es cuando menos sorprendente. Mahler para
comenzar, el Adagio de su Sinfonía no. 10, que el compositor dibujó en sus
últimos estertores como creador y como hombre, mientras se derrumbaba aquella
geografía que había tejido para su mayor gloria, con el inefable apoyo de su
mujer, Alma y una relativa buena salud, que entonces, comenzaron
definitivamente a abandonarlo. El propio Mahler tuvo una atribulada relación con
la Filarmónica, cuando era todavía parte del proyecto del imperio austrohúngaro
y sus “peculiaridades”.
No resultó brillante la interpretación tan apolínea de la
Filarmónica, pero sí hubo una en cambio ejecución impecable y perfeccionista. La
orquesta vienesa es como un gran bordado perfecto, mayoritariamente habitado
por intérpretes masculinos y austríacos, que transitan desde hace décadas por
esa formación, donde todos los nudos están atados y bien atados. No hace falta
recordar que el sonido de este grupo es impoluto, cristalino e irreprochable
desde todo punto de vista. Es un mecanismo de relojería perfecto, claro, como
pocos. Una maquinaria muy bien engrasada.
La segunda parte, con la Sinfonía Fantástica de Héctor Berlioz,
tuvo sus altibajos, pero permitió un disfrute mayor de la enorme masa sonora de
la orquesta, donde las cuerdas, han sido desde la primera hora, legendarias. Y
uno de los capítulos que mejor definen la forma de tocar y sonar de la
Filarmónica de Viena.
Los distintos números son cinco momentos de una composición entre
lo onírico y lo amenazador, con una efervescencia y una ebullición que el
maestro Dudamel, consiguió producir aquí y allá en la prestación de la orquesta.
Como propinas, El vals del divertimento de Bernstein, vinculado también a la Filarmónica y al propio
repertorio de Gustavo Dudamel y la polca Winterlust de Josef Strauss, que ya había sido aplaudida en el Concierto de Año Nuevo del 2017 en la
Musikverein, con un Dudamel festivo, chispeante, comunicador, entonces casi en
estado de gracia.
Sea como fuere, la propuesta turística en origen, se convirtió-
¡cómo no!, en un éxito musical y de sociedad. No hay mal que por bien no venga.
De todas maneras y hechas las cuentas de todo tipo, un maravilloso regalo de
comienzos de año, envuelto para epatar, un lujo.
Alicia Perris
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