JUAN JOSÉ MILLÁS
Manifestación de
estudiantes en Valencia. JOSÉ JORDÁN
Desde la censura resulta
muy fácil deslizarse hacia la autocensura, que puede a su vez ser de dos
clases: consciente e inconsciente. En la primera, uno advierte que está
escribiendo algo poco grato para el Gobierno, por ejemplo, y levanta con susto
las manos del teclado. Dejemos esto, se dice, no vaya a ser que... En la
segunda, en cambio, se reprime sin darse cuenta de que se reprime. Significa
que ya no lleva el corsé por fuera, sino por dentro. La línea que separa la
represión de la autorrepresión es muy delgada, tanto que nadie percibe el paso
del uno al otro lado. Lo cierto es que un lunes se evita hablar de esto, un
martes de aquello y un miércoles, de esto y de aquello de forma simultánea.
Antes de terminar la semana ya nos hemos convertido en unos tipos dóciles, al
servicio del BOE. La sumisión, a medio plazo, produce numerosos beneficios, y
no solo de orden económico. Las medallas, los premios oficiales, y las
condecoraciones se reparten por lo general entre personas instaladas en la
autocensura inconsciente. De ahí que tampoco resulte muy difícil
autoconvencerse de los beneficios de la ley mordaza o de los de la reforma
laboral.
La reforma laboral y la ley
mordaza salieron de la misma cabeza. Del mismo molde, cabría señalar. Digamos
que desde idénticas concepciones de la realidad. Cada una complementa a la
otra, de modo que si protestas por la primera te pueden llevar a la cárcel por
la segunda. En realidad, ahora mismo te pueden llevar a la cárcel por un
quítame allá esas pajas. Lo increíble es que esas dos leyes pudieran salir
adelante en un país con sindicatos de clase y con oposición de izquierdas.
Quizá con sindicatos de clase y con oposición de izquierdas en estado de
autocensura inconsciente.
https://elpais.com/elpais/2018/03/01/opinion/1519915472_159354.html
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