Fabio Biondi
De un encuentro inesperado
surgió una amistad que permitió al violinista recuperar una ‘viola d’amore’ que
volverá a sonar entre sus manos.
HOY TE QUIERO CONTAR una
historia mágica, de las que tanto te gustaban de niña. No frunzas el ceño, dame
una oportunidad, sigue leyendo. Una mañana en París iba hacia mi habitual
lutier de Rue de Rome cuando me llamó la atención La Petite Boutique des
Violons. Tardé 30 segundos en descubrir en una de las estanterías, apenas
visible, lo que parecía una viola d’amore. Tengo una debilidad por ese
instrumento, como la tenía Vivaldi. Apenas más grande que un violín, tiene seis
cuerdas superiores y otras seis situadas bajo el puente que vibran por
simpatía. Su timbre es muy peculiar, casi sobrenatural, de ahí su nombre.
Parecía muy pequeña, y me dije que probablemente sería italiana y no alemana.
Una rareza. La manilla de la puerta de latón bruñido con forma de ala de ángel
desencadenó un ruido de campanillas y entré en la oscuridad de la tienda, donde
imperaba un caos de objetos variopintos, esqueletos de animales marinos,
collares diminutos y polvorientos que pertenecieron a niñas de otro siglo. El
propietario estaba conversando con alguien sentado en una butaca y levantó
apenas la vista al verme. Le pregunté por la viola d’amore y me dijo con cierta
irritación que ese instrumento no estaba a la venta. Pertenecía a su colección
privada, pero como insistí en que solo quería verla, la sacó de la estantería y
la puso en mis manos. ¡Qué emoción! ¡Lo vi enseguida! ¡Intacta! El puente, el
cordal, las pequeñas y delicadas clavijas hechas a mano, incluso las oxidadas
cuerdas, habían surcado el tiempo sin sufrir ninguna transformación, libres de
las manipulaciones que la mayoría de los instrumentos padecieron en el siglo
XIX. Ella se había deslizado mágicamente desde el siglo XVIII hasta mis manos
sin alteraciones.
No podía soltarla, me quedé
inmóvil ante la mirada inquieta del propietario, que pretendía volver a
colocarla en su sitio. Para romper el incómodo silencio, me preguntó para qué
la quería: “No es un instrumento que se toque mucho y tampoco tiene mucho
mercado”. Le dije que yo tocaba la viola d’amore, de hecho había realizado
varias grabaciones con el instrumento. La curiosidad se leyó entonces en su
rostro y me preguntó mi nombre. Al escucharlo, echó con dulzura a su
interlocutor y cerró la puerta de la tienda poniendo el cartel de “Fermé”. Sacó
una botella de vino y un par de vasos. Fue el comienzo de una bella amistad
(sabes lo que me gusta Casablanca).
Pierre (así se llama) me
habló entonces de su pasión por algunas de mis interpretaciones y me enseñó
todas las piezas de su maravillosa colección privada; hablamos de música y de
vino, de su vida y de la mía sin reparar en las manillas del reloj. De repente,
me preguntó: “¿Te gustaría tocar mi viola d’amore? Si esa es tu intención, es
tuya”. Y es mía. Por un precio irrisorio, Pierre decidió cedérmela, solo por el
placer de que pudiera sonar de nuevo. La tiene mi lutier de Parma, que la
restaura con infinito cuidado y respeto. Pasarán meses antes de que pueda
tenerla de nuevo en mis manos y oír por fin su voz. Cuento los días. Como decía
Baudelaire: “A veces encontramos un viejo frasco que se recuerda / del que
surge vivísima un alma que resucita”. Y eso es magia.
Sé que estás en una edad
incierta, que te irrita todo lo que amo, que has descubierto que las verdades
que te enseñamos solo son verdades a medias, los amigos, el amor y la vida no
son como esperabas. Sé que, de alguna manera, te sientes engañada. ¿Algo
asustada, quizá? Pero la poesía no es cosa de todos los días, hay que
invocarla, cuidarla como un tesoro. Como cuando eras pequeña y recitabas versos
improvisados a los dioses paganos y creías en ello profundamente. Hay que creer
sin dejarse amedrentar por la realidad. Cultiva tus pasiones, sé más exigente
contigo misma que con los demás, busca lo bueno y lo bello. La suerte existe,
pero no se puede contar con ella. Por cierto, ¿sabes que Pierre estaba de
vacaciones y abrió La Petite Boutique des Violons ese día, solo ese día de
julio? Sabes que soy un hombre con suerte. Para mí, el camino ha sido un
diálogo con el pasado, el eco de voces silenciosas que nos une. Me pregunto
cuál será el tuyo. Ya me contarás.
https://elpais.com/elpais/2018/08/31/eps/1535723258_499346.html
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