Del 4 de febrero al 18 de mayo de 2014
Paul Cézanne, uno de los pintores franceses más
significativos de la segunda mitad del siglo XIX, es generalmente considerado
«el padre del arte moderno». Comenzó estudiando derecho en Aix, pero en 1861 se
trasladó a París para hacerse pintor. En la capital francesa estudió en la
Académie Suisse, realizó numerosas copias en el Louvre y se hizo amigo de
Camille Pissarro, con quien comenzó a pintar al aire libre. Expuso con
los impresionistas en la primera exposición celebrada en el estudio de Nadar,
en 1874, y en la tercera de las muestras del grupo en 1877.
Las críticas que
recibieron sus cuadros provocarían que Cézanne decidiese no volver a exponer en
las siguientes convocatorias del grupo y que se alejase de los circuitos
artísticos para comenzar un camino personal. Paralelamente, a partir de 1878,
año en que se trasladó a vivir con Hortense, su compañera, a L’Estaque, cerca
de Marsella, comenzó a alejarse de la estética impresionista y a desarrollar un
estilo propio. Durante toda su vida residió entre París y el sur de Francia,
hasta que en 1900 se recluyó definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad
natal.
Cézanne consideraba inseparables forma y color. Su lenguaje
pictórico se caracteriza por la utilización de áreas de color planas, aplicadas
con pinceladas geométricas, que van configurando la superficie del cuadro. Sus
paisajes, bodegones y retratos rompen con la concepción tradicional de
profundidad, definida por planos sucesivos, e intentan captar pictóricamente la
estructura interior de las cosas.
Cézanne fue casi toda su vida un pintor incomprendido,
incluso fracasado, como lo había sido Claude Lantier, el protagonista de la
novela de Émile Zola L’Oeuvre,
en quien Cézanne se reconoció, lo que provocó la ruptura con su amigo de la
infancia. Sólo en los años finales de su vida volvió a exponer en la galería de
Ambroise Vollard en 1895, en la que sería su primera muestra individual. A
partir de ese momento su obra pudo ser vista en otras exposiciones y comenzó a
ser valorada y a influir en los jóvenes fauvistas y en los futuros cubistas. Su
exposición póstuma, celebrada en París en 1907, fue toda una revelación y
desencadenó el comienzo del cubismo.
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