No es fácil seguir su paso
porque a los 80 años uno anda como quiere y responde las preguntas como le da
la gana. Vanessa Redgrave dejó hace tiempo de ser una actriz para caminar,
mirar, hacer entrevistas y dar la mano como lo hace un mito cálido, cercano,
algo gruñón y extremadamente amable, pero mito al fin y al cabo. «¿De verdad
quiere que hablemos de ese señor?», pregunta con una media sonrisa al
periodista. «Hay cosas mejor en las que gastar el tiempo, ¿no cree?». Y la
creemos.En el festival que nos ocupa acaba de presentar Sea Sorrow (El dolor
del mar). Su primera película como directora. Toda una debutante octogenaria.
Se trata de una película comprometida no tanto con nuestro tiempo, que también,
como con ella misma. "No quiero pasarme los meses o años que me queden de
vida dando discursos. Por eso me decidí a ponerme detrás de la cámara. Quise
hacer una elegía. La película no es más que una expresión del dolor; un dolor
muy concreto. Europa prometió ayudar a gente que escapaba de la guerra y que nos
veían como un santuario, el único en el mundo. Y hemos roto esa promesa. Les
hemos traicionado. Hemos olvidado quiénes somos y por qué somos europeLa última
frase de la respuesta hace pie directamente en la película.
No se trata tanto de volver a contar lo que diariamente se ve en el telediario, sino de escenificar en la pantalla el asombro de una mujer, ella misma, que con dos años de edad fue evacuada de Londres y, por tanto, refugiada como los sirios de ahora. "Sinceramente creo que uno de los mayores problemas es que no conocemos nuestra propia historia. Me refiero a los británicos, al menos. En mi país, proteger a los que se quedaron sin casa fue en mi infancia un deber nacional. Estabas orgulloso de ser inglés porque pertenecías a una nación que ayudaba a los necesitados. Ahora ves cómo ningún país europeo, salvo Alemania y su notable canciller Angela Merkel, cumple los acuerdos y lo único que se me ocurre decir es: ¿por qué nos hemos olvidado de nuestro pasado?", comenta sin permitir más réplica que el entusiasmo. No es tanto lo que dice sino cómo te mira.Recuerda que se decidió a dirigir el día que vio sobre la pantalla del televisor el cadáver del niño Aylan Kurdi sobre la playa. "He estado trabajando con organizaciones que se ocupan de refugiados durante años y años, pero el día que vi esa foto algo se revolvió dentro de mí. Sentí que tenía que hacer algo, algo más. Sentía que los gobiernos europeos eran responsables y yo, en parte, también". Y, entonces, vino Sea Sorrow cuyo título replica, oficio obliga, una expresión de La tempestad de Shakespeare. "Pocas obras de él", comenta ya sí con los ojos encendidos detrás de unas gruesas grafas de miope, "expresan el miedo y el horror a la vez que la gratitud por la providencia de la vida salvada". Y ahí, con Shakespeare lo deja. Obviamente, de Trump, era él, no habla.os", afirma.
No se trata tanto de volver a contar lo que diariamente se ve en el telediario, sino de escenificar en la pantalla el asombro de una mujer, ella misma, que con dos años de edad fue evacuada de Londres y, por tanto, refugiada como los sirios de ahora. "Sinceramente creo que uno de los mayores problemas es que no conocemos nuestra propia historia. Me refiero a los británicos, al menos. En mi país, proteger a los que se quedaron sin casa fue en mi infancia un deber nacional. Estabas orgulloso de ser inglés porque pertenecías a una nación que ayudaba a los necesitados. Ahora ves cómo ningún país europeo, salvo Alemania y su notable canciller Angela Merkel, cumple los acuerdos y lo único que se me ocurre decir es: ¿por qué nos hemos olvidado de nuestro pasado?", comenta sin permitir más réplica que el entusiasmo. No es tanto lo que dice sino cómo te mira.Recuerda que se decidió a dirigir el día que vio sobre la pantalla del televisor el cadáver del niño Aylan Kurdi sobre la playa. "He estado trabajando con organizaciones que se ocupan de refugiados durante años y años, pero el día que vi esa foto algo se revolvió dentro de mí. Sentí que tenía que hacer algo, algo más. Sentía que los gobiernos europeos eran responsables y yo, en parte, también". Y, entonces, vino Sea Sorrow cuyo título replica, oficio obliga, una expresión de La tempestad de Shakespeare. "Pocas obras de él", comenta ya sí con los ojos encendidos detrás de unas gruesas grafas de miope, "expresan el miedo y el horror a la vez que la gratitud por la providencia de la vida salvada". Y ahí, con Shakespeare lo deja. Obviamente, de Trump, era él, no habla.os", afirma.
http://www.elmundo.es/cultura/2017/05/24/5924779b468aeb50218b45ac.html
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