domingo, 15 de septiembre de 2019

El TEATRO LA FENICE REPONE MADAME BUTTERFLY PARA UNA NUEVA EDICIÓN DE SU BIENNALE (LA 76ª)

Teatro La Fenice, Venecia. Madama Butterfly. Tragedia japonesa en dos actos. Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. Música de Giacomo Puccini (Lucca, 1858- Cerca de Bruselas, 1924). Versión de 1907. 10 de septiembre de 2019.



“Con honor muere, el que no ha podido conservar la vida con honor”. Cio-Cio-San, de Madama Butterfly de Giacomo Puccini



Direttore, Daniele Callegari
Dirección musical, Àlex Rigola colaboración de Cecilia Ligorio
Escenografía y vestuario, Mariko Mori
Luces, Albert Faura

REPARTO
Cio-cio-san, Vittoria Yeo
Suzuki, Manuela Custer
Pinkerton, Stefano La Colla
Sharpless, Luca Grassi
Goro, Cristiano Olivieri
Kate, Julie Mellor
Principe Yamadori, William Corrò
Zio Bonzo, Cristian Saitta y otros parientes y amigos de Cio-Cio-San

Orquesta y Coro del Teatro La Fenice
Maestro del Coro | Claudio Marino Moretti
Producción de Fondazione Teatro La Fenice

Proyecto especial para la Biennale Arte del 2013


Los programas de mano del Teatro de La Fenice son muy bonitos, con un diseño cuadrado, portable y páginas en color. En el caso de Butterfly, sin embargo, a pesar de contar con todo el libreto en versión italiana, hay pocas notas. Por lo cual se incluirá una información convencional pero necesaria para darle un contexto.

El maestro de Lucca,  basó su ópera en parte en el cuento "Madame Butterfly" (1898) de John Luther Long, que fue dramatizado por David Belasco y en la novela Madame Chrysanthème (1887) de Pierre Loti. Según los expertos, la ópera se basó en acontecimientos que realmente ocurrieron en Nagasaki a principios de los años 1890.

Puccini compuso cinco versiones de esta ópera. La versión original, en dos actos, fue estrenada el 17 de febrero de 1904 en La Scala de Milán. Con pésimo recibimiento por parte del público y la crítica, a pesar de la presencia de destacados cantantes como la soprano Rosina Storchio, el tenor Giovani Zenatello y el barítono Giuseppe De Luca en los papeles principales. Probablemente porque se acabó tardíamente y al tiempo de ensayo inadecuado. O por la intervención de una claque contraria enviada por el editor empresario rival de Ricordi, Sonzogno.

En Argentina la “prima” tuvo lugar el 2 de julio de 1904 en el Teatro de la Ópera, en Buenos Aires. Y en 1908 se estrenó en el nuevo Teatro Colón, representándose al menos durante 29 temporadas (y continúa). En Londres su primera audición se produjo el 10 de julio de 1905 en la Royal Opera House, el antiguo Covent Garden.

Una tercera lectura se presentó por primera vez en el Met el 11 de febrero de 1907 y contó con la presencia de Puccini y en esa ocasión cantaron Geraldine Farrar y nada menos que Enrico Caruso. En la sala de Nueva York se ha representado 818 veces entre 1907 y 2009, siendo la sexta ópera más popular del repertorio. En 1907, el compositor realizó varios cambios en la partitura orquestal y vocal, y esta se convirtió en la cuarta versión, que se representó en París.

Y por fin, en 1907, Puccini hizo su revisión final de la ópera en una quinta versión, que se conoce ya como la "versión estándar", que es la que se interpreta más a menudo en el mundo. Sin embargo, la versión original de 1904 también se da en algunas ocasiones.

En España, Madama Butterfly se estrenó en el Teatro del Bosc de Barcelona en agosto de 1907. En noviembre de ese año llegó al Teatro Real de Madrid, (espléndida la puesta de la temporada anterior, con Ermonela Jaho como CIo-Cio-San) donde se representó 72 veces. Desde entonces hasta julio de 2007, cuando fue dirigida por Plácido Domingo. En el Teatro del Liceo se estrenó en 1909 y se vio 152 veces hasta 2007. En el Teatro de la Zarzuela se ofreció 18 veces entre 1965 y 1991. En 1968, fue protagonizada por Montserrat Caballé, Norma Lerer, Bernabé Martí (esposo de la soprano catalana) y Manuel Ausensi.

La primera representación australiana se presentó en el Theatre Royal de Sídney el 26 de marzo de 1910, protagonizada por Amy Castles. Entre 1915 y 1920, la cantante de ópera más conocida de Japón, Tamaki Miura, obtuvo fama internacional por sus representaciones como Cio-Cio San. Su estatua, junto con la de Puccini, puede encontrarse en el Jardín Glover en Nagasaki, la ciudad donde se ambienta la ópera. Por causa de las connotaciones negativas del personaje del teniente estadounidense Pinkerton, la ópera fue suspendida en Estados Unidos durante los años de la Segunda Guerra Mundial en el enfrentamiento bélico entre Japón y Estados Unidos.

Butterfly, hoy políticamente muy incorrecta (el libreto haría las delicias de los movimientos feministas actuales, aún de los menos exigentes, para conseguir su completa aniquilación) es un hito en el repertorio operístico para compañías de todo el mundo. Y es vox populi la peculiar relación que el maestro Puccini mantuvo con las mujeres. Aunque, y dicho en su defensa, tal vez no fuera muy diversa de la que exhibían los hombres de su status y su psicología en aquella época. No sé si valdrá como disculpa…En todo caso, Madama Butterfly es lo que es y lo que sigue representando.

Se considera la 8.ª en la lista de las más mostradas por todo el mundo, la cuarta de Italia y la tercera de Puccini, después de La bohème y Tosca. Ha sido dirigida en los escenarios incluso por directores de cine, como por ejemplo, Ken Russell, Harold Prince y Anthony Minghella, autor de una controvertida puesta en escena en Londres y Nueva York.

Musicalmente hablando, la partitura, orientalizante, cuenta con una destacada riqueza tímbrica, y se reconoce deudora de modelos donde abundan los procedimientos armónicos heterodoxos. Hay una utilización de la escala pentafónica, con afluencia de elementos vinculados a la tradición occidental culta, como el fugato, un perfume de Massenet, la reminiscencia de otras óperas puccinianas como Tosca o Bohème y además la escala de tonos enteros y otras derivaciones cercanas a la música rusa.

El resultado es una mezcla que provoca efectos casi oníricos en el auditorio y una situación efímera e irreal en los paraísos artificiales donde situamos los occidentales las maneras, los usos y la identidad psíquica de países como China, la India, la antigua Indochina, en este caso, Japón.

Un Oriente más fantaseado que vivido, finalmente doloroso y cruento, más sangriento aún por la intervención de las potencias coloniales que, como en geografías de América, África o Asia y Oceanía,  ocuparon manu militari aquellos territorios ricos y diferentes, llenos de promesas y tentaciones para los codiciosos de todo.

El mundo de la mujer, centrado en la domus, en la familia y la reproducción de las sagas genéticas, en lo doméstico. Lo público, reservado a los placeres de los hombres o en su compañía. Todo un modelo a extinguir, aún en vigencia en muchos sitios. El universo de las geishas es una geografía aparte, tocada, “de oído” urbi et orbi.

Para instalarnos en la Butterfly que La Fenice está reprogramando, habría que evocar la llegada en vaporetto desde el Lido, las playas de la ciudad de las góndolas, hasta la parada de Giglio. Unas pocas calles recorridas en passant y un café, obligado, antes de traspasar las puertas de la bella sala veneciana. Mucho público. La sala a rebosar.

La primera sensación es que el director de orquesta, Daniele Callegari, lleva un tempo algo rápido al comienzo, aunque el metrónomo cordial, no coincida necesariamente con el mecanismo que todos los músicos instalan de vez en cuando encima de las partituras e instrumentos para localizar los latidos de una obra.

Y además y esto es lo que imprimirá carácter a la representación, suena un po troppo forte, con lo cual, los cantantes, como suele pasar, fuerzan la voz, que resulta en general, tirante, poco cálida y ajena al especio sonoro que debería construirse entre cantantes, orquesta y coro.

Es el caso de Stefano La Colla, nacido en Torino, de familia siciliana, un Pinkerton que no parece ni vocal ni teatralmente cómodo en su papel, aunque con esfuerzo, consiga un rendimiento digno.

Vittoria Yeo, la soprano coreana encargada de Butterfly, probablemente esté lejos de la edad (quince años) de la delicada geisha que se preocupa, porque en Occidente, a las mariposas, las pinchan en un marco y ya no pueden volar. ¡Oh! Si solo fuera eso…Metáfora triste y sensible de su propio futuro. Aún así, canta el rol y consigue una ilusión de orientalismo a la que se suma su condición identitaria. Pero, es lógico que alguien experto pensara que Corea no es Japón y que cada país de Oriente goza de unas características propias.

Discreta y bien la Suzuki de Manuela Custer, mezzosoprano de Novara, de amplia trayectoria operística. Así como la otra mezzosoprano de la producción, Julie Mellor, inglesa, en el rol de Kate.

Adecuado y solvente el barítono Luca Grassi como intérprete de Sharpless. Este cantante originario de San Marino, ganó el concurso Città di Roma y debutó como Germont en La Traviata. Nada mal para empezar a recorrer el camino.

Ajustado además el tenor Cristiano Olivieri como Goro y también William Corrò, el bajo-barítono como el príncipe Yamadori, nacido en la ciudad de Venecia.

Cristian Saitta, el bajo rumano que defendió el personaje del tío bonzo resultó un poco ansioso y airado, nada contenido, con lo cual, tal vez ejecutó a la perfección un paisaje inestable del que acentúa el componente sombrío con sus declaraciones amenazantes, excluyendo a Butterfly de la comunidad familiar.


Massimo Squizzato (Yakusidé), Umberto Imbrenda, también presente en El Barbero de Sevilla del día siguiente en La Fenice, como comisario imperial, Eugenio Massino (oficial del registro), Paola Rossi (la madre de Cio-Cio-San), la tía de  Carlota Gomiero y finalmente Alessandra Giudici, la prima, enmarcaron unos papeles menos trascendentes pero necesarios e importantes en la definición en el palcoscenico.

El segundo eje importante que no vertebra adecuadamente la producción es la puesta en escena de Álex Rigola, a cargo de Cecilia Ligorio, con escenografía y vestuario de Mariko Mori e iluminación de Albert Faura. Para comenzar, un escenario despejado, minimaista, casi despojado también de pulpa.

Aunque en estos asuntos de escenografías, vestuarios y puestas en escenas es decisivo el gusto y el placer por disfrutar de un estilo o soportar otro en los montajes operísticos, se espera de una Butterfly algo más clásico. Algunos dirán que más convencional, claro: kimonos, pasitos lentos y delicados, peinados con moños chatos, biombos y papel de arroz por todas partes. Y la belleza morena en los rostros empolvados.

A otros la novedad de la propuesta les resultará edificante, energizante incluso. En todo caso, la geografía visual y espacial de una puesta lírica es bastante más discutible y opinable que la dirección orquestal, más sujetas a canones, tempi, estilos e indicaciones del compositor, muy a menudo, abundantísimas.

La luz, sumada al color de los vestidos y la organización escénica, daba una impresión de frío, de incomodidad, de malestar ocular por la intensidad glacial del color o no color más bien, cuando estamos hablando de unos espacios concebidos originalmente para la intimidad del amor o el recogimiento de una casa al uso en Nagasaki.

El público, heterogéneo, aplaudió, como siempre, según su criterio o las emociones que la música, el propio teatro o la narrativa de la historia, no menos palpitante por conocida, le pudiera desvelar.

Una noche en La Fenice va mucho más allá incluso de la propia ópera y tendrá que disculparme el maestro Puccini tan recordado e interpretado hoy en día. Es una aventura casi cósmica, porque nos retrotrae al pasado de todas las veces que hemos gozado de esta música y nos pone en la pista de despegue, donde el futuro nos traerá reconocibles pero distintas palpitaciones. En un marco de fábula, porque la mejor puesta en escena es la propia sala, sus recuerdos y su amplio y revisitado territorio pasional. Grazie a tutti!

Alicia Perris

No hay comentarios:

Publicar un comentario