Teatro La Fenice, Venecia. Madama Butterfly. Tragedia japonesa en dos actos. Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi
Illica. Música de Giacomo Puccini (Lucca, 1858- Cerca de Bruselas, 1924).
Versión de 1907. 10 de septiembre de 2019.
“Con honor muere, el que no ha podido conservar la vida con honor”.
Cio-Cio-San, de Madama Butterfly de Giacomo Puccini
Direttore, Daniele Callegari
Dirección musical, Àlex
Rigola colaboración de Cecilia Ligorio
Escenografía y
vestuario, Mariko Mori
Luces, Albert Faura
REPARTO
Cio-cio-san, Vittoria Yeo
Suzuki, Manuela Custer
Pinkerton, Stefano La Colla
Sharpless, Luca Grassi
Goro, Cristiano Olivieri
Kate, Julie Mellor
Principe Yamadori,
William Corrò
Zio Bonzo, Cristian
Saitta y otros parientes y amigos de Cio-Cio-San
Orquesta y Coro del
Teatro La Fenice
Maestro del Coro |
Claudio Marino Moretti
Producción de Fondazione
Teatro La Fenice
Proyecto especial para
la Biennale Arte del 2013
Los programas de mano del Teatro de La Fenice son muy bonitos, con
un diseño cuadrado, portable y páginas en color. En el caso de Butterfly, sin
embargo, a pesar de contar con todo el libreto en versión italiana, hay pocas
notas. Por lo cual se incluirá una información convencional pero necesaria para
darle un contexto.
El maestro de Lucca, basó su
ópera en parte en el cuento "Madame Butterfly" (1898) de John Luther
Long, que fue dramatizado por David Belasco y en la novela Madame Chrysanthème
(1887) de Pierre Loti. Según los expertos, la ópera se basó en acontecimientos
que realmente ocurrieron en Nagasaki a principios de los años 1890.
Puccini compuso cinco versiones de esta ópera. La versión original,
en dos actos, fue estrenada el 17 de febrero de 1904 en La Scala de Milán. Con
pésimo recibimiento por parte del público y la crítica, a pesar de la presencia
de destacados cantantes como la soprano Rosina Storchio, el tenor Giovani
Zenatello y el barítono Giuseppe De Luca en los papeles principales. Probablemente
porque se acabó tardíamente y al tiempo de ensayo inadecuado. O por la
intervención de una claque contraria enviada por el editor empresario rival de
Ricordi, Sonzogno.
En Argentina la “prima” tuvo lugar el 2 de julio de 1904 en el Teatro
de la Ópera, en Buenos Aires. Y en 1908 se estrenó en el nuevo Teatro Colón,
representándose al menos durante 29 temporadas (y continúa). En Londres su
primera audición se produjo el 10 de julio de 1905 en la Royal Opera House, el
antiguo Covent Garden.
Una tercera lectura se presentó por primera vez en el Met el 11 de
febrero de 1907 y contó con la presencia de Puccini y en esa ocasión cantaron
Geraldine Farrar y nada menos que Enrico Caruso. En la sala de Nueva York se ha
representado 818 veces entre 1907 y 2009, siendo la sexta ópera más popular del
repertorio. En 1907, el compositor realizó varios cambios en la partitura
orquestal y vocal, y esta se convirtió en la cuarta versión, que se representó en París.
Y por fin, en 1907, Puccini hizo su revisión final de la ópera en
una quinta versión, que se conoce ya como la "versión estándar", que es la
que se interpreta más a menudo en el mundo. Sin embargo, la versión original de
1904 también se da en algunas ocasiones.
En España, Madama Butterfly se estrenó en el Teatro del Bosc de
Barcelona en agosto de 1907. En noviembre de ese año llegó al Teatro Real de
Madrid, (espléndida la puesta de la temporada anterior, con Ermonela Jaho como
CIo-Cio-San) donde se representó 72 veces. Desde entonces hasta julio de 2007,
cuando fue dirigida por Plácido Domingo. En el Teatro del Liceo se estrenó en
1909 y se vio 152 veces hasta 2007. En el Teatro de la Zarzuela se ofreció 18
veces entre 1965 y 1991. En 1968, fue protagonizada por Montserrat Caballé,
Norma Lerer, Bernabé Martí (esposo de la soprano catalana) y Manuel Ausensi.
La primera representación australiana se presentó en el Theatre
Royal de Sídney el 26 de marzo de 1910, protagonizada por Amy Castles. Entre
1915 y 1920, la cantante de ópera más conocida de Japón, Tamaki Miura, obtuvo
fama internacional por sus representaciones como Cio-Cio San. Su estatua, junto
con la de Puccini, puede encontrarse en el Jardín Glover en Nagasaki, la ciudad
donde se ambienta la ópera. Por causa de las connotaciones negativas del
personaje del teniente estadounidense Pinkerton, la ópera fue suspendida en
Estados Unidos durante los años de la Segunda Guerra Mundial en el
enfrentamiento bélico entre Japón y Estados Unidos.
Butterfly, hoy políticamente muy incorrecta (el libreto haría las
delicias de los movimientos feministas actuales, aún de los menos exigentes,
para conseguir su completa aniquilación) es un hito en el repertorio operístico
para compañías de todo el mundo. Y es vox populi la peculiar relación que el
maestro Puccini mantuvo con las mujeres. Aunque, y dicho en su defensa, tal vez
no fuera muy diversa de la que exhibían los hombres de su status y su
psicología en aquella época. No sé si valdrá como disculpa…En todo caso, Madama
Butterfly es lo que es y lo que sigue representando.
Se considera la 8.ª en la lista de las más mostradas por todo el
mundo, la cuarta de Italia y la tercera de Puccini, después de La bohème
y Tosca. Ha sido dirigida en los escenarios incluso por directores de cine,
como por ejemplo, Ken Russell, Harold Prince y Anthony Minghella, autor de una
controvertida puesta en escena en Londres y Nueva York.
Musicalmente hablando, la partitura, orientalizante, cuenta con una
destacada riqueza tímbrica, y se reconoce deudora de modelos donde abundan los
procedimientos armónicos heterodoxos. Hay una utilización de la escala
pentafónica, con afluencia de elementos vinculados a la tradición occidental
culta, como el fugato, un perfume de Massenet, la reminiscencia de otras óperas
puccinianas como Tosca o Bohème y además la escala de tonos enteros y otras
derivaciones cercanas a la música rusa.
El resultado es una mezcla que provoca efectos casi oníricos en el
auditorio y una situación efímera e irreal en los paraísos artificiales donde
situamos los occidentales las maneras, los usos y la identidad psíquica de
países como China, la India, la antigua Indochina, en este caso, Japón.
Un Oriente más fantaseado que vivido, finalmente doloroso y
cruento, más sangriento aún por la intervención de las potencias coloniales
que, como en geografías de América, África o Asia y Oceanía, ocuparon manu militari aquellos territorios
ricos y diferentes, llenos de promesas y tentaciones para los codiciosos de
todo.
El mundo de la mujer, centrado en la domus, en la familia y la
reproducción de las sagas genéticas, en lo doméstico. Lo público, reservado a
los placeres de los hombres o en su compañía. Todo un modelo a extinguir, aún en
vigencia en muchos sitios. El universo de las geishas es una geografía aparte,
tocada, “de oído” urbi et orbi.
Para instalarnos en la Butterfly que La Fenice está reprogramando,
habría que evocar la llegada en vaporetto desde el Lido, las playas de la
ciudad de las góndolas, hasta la parada de Giglio. Unas pocas calles recorridas
en passant y un café, obligado, antes de traspasar las puertas de la bella sala
veneciana. Mucho público. La sala a rebosar.
La primera sensación es que el director de orquesta, Daniele Callegari, lleva un tempo algo
rápido al comienzo, aunque el metrónomo cordial, no coincida necesariamente con
el mecanismo que todos los músicos instalan de vez en cuando encima de las
partituras e instrumentos para localizar los latidos de una obra.
Y además y esto es lo que imprimirá carácter a la representación,
suena un po troppo forte, con lo cual, los cantantes, como suele pasar, fuerzan
la voz, que resulta en general, tirante, poco cálida y ajena al especio sonoro
que debería construirse entre cantantes, orquesta y coro.
Es el caso de Stefano La
Colla, nacido en Torino, de familia siciliana, un Pinkerton que no parece
ni vocal ni teatralmente cómodo en su papel, aunque con esfuerzo, consiga un
rendimiento digno.
Vittoria Yeo, la soprano coreana encargada de Butterfly, probablemente esté
lejos de la edad (quince años) de la delicada geisha que se preocupa, porque en
Occidente, a las mariposas, las pinchan en un marco y ya no pueden volar. ¡Oh!
Si solo fuera eso…Metáfora triste y sensible de su propio futuro. Aún así, canta
el rol y consigue una ilusión de orientalismo a la que se suma su condición
identitaria. Pero, es lógico que alguien experto pensara que Corea no es Japón
y que cada país de Oriente goza de unas características propias.
Discreta y bien la Suzuki de Manuela
Custer, mezzosoprano de Novara, de amplia trayectoria operística. Así como
la otra mezzosoprano de la producción, Julie
Mellor, inglesa, en el rol de Kate.
Adecuado y solvente el barítono Luca Grassi como intérprete de Sharpless. Este cantante originario
de San Marino, ganó el concurso Città di Roma y debutó como Germont en La
Traviata. Nada mal para empezar a recorrer el camino.
Ajustado además el tenor Cristiano
Olivieri como Goro y también William
Corrò, el bajo-barítono como el príncipe Yamadori, nacido en la ciudad de
Venecia.
Cristian Saitta, el bajo rumano que defendió el personaje del tío bonzo resultó un
poco ansioso y airado, nada contenido, con lo cual, tal vez ejecutó a la
perfección un paisaje inestable del que acentúa el componente sombrío con sus
declaraciones amenazantes, excluyendo a Butterfly de la comunidad familiar.
Massimo Squizzato (Yakusidé), Umberto
Imbrenda, también presente en El Barbero de Sevilla del día siguiente en La
Fenice, como comisario imperial, Eugenio
Massino (oficial del registro), Paola
Rossi (la madre de Cio-Cio-San), la tía de
Carlota Gomiero y finalmente Alessandra Giudici, la prima,
enmarcaron unos papeles menos trascendentes pero necesarios e importantes en la
definición en el palcoscenico.
El segundo eje importante que no vertebra adecuadamente la
producción es la puesta en escena de Álex
Rigola, a cargo de Cecilia Ligorio,
con escenografía y vestuario de Mariko
Mori e iluminación de Albert Faura. Para comenzar, un escenario despejado, minimaista, casi despojado también de pulpa.
Aunque en estos asuntos de escenografías, vestuarios y puestas en
escenas es decisivo el gusto y el placer por disfrutar de un estilo o soportar
otro en los montajes operísticos, se espera de una Butterfly algo más clásico.
Algunos dirán que más convencional, claro: kimonos, pasitos lentos y delicados,
peinados con moños chatos, biombos y papel de arroz por todas partes. Y la
belleza morena en los rostros empolvados.
A otros la novedad de la propuesta les resultará edificante,
energizante incluso. En todo caso, la geografía visual y espacial de una puesta
lírica es bastante más discutible y opinable que la dirección orquestal, más
sujetas a canones, tempi, estilos e indicaciones del compositor, muy a menudo,
abundantísimas.
La luz, sumada al color de los vestidos y la organización escénica,
daba una impresión de frío, de incomodidad, de malestar ocular por la
intensidad glacial del color o no color más bien, cuando estamos hablando de
unos espacios concebidos originalmente para la intimidad del amor o el
recogimiento de una casa al uso en Nagasaki.
El público, heterogéneo, aplaudió, como siempre, según su criterio
o las emociones que la música, el propio teatro o la narrativa de la historia,
no menos palpitante por conocida, le pudiera desvelar.
Una noche en La Fenice va mucho más allá incluso de la propia ópera
y tendrá que disculparme el maestro Puccini tan recordado e interpretado hoy en
día. Es una aventura casi cósmica, porque nos retrotrae al pasado de todas las
veces que hemos gozado de esta música y nos pone en la pista de despegue, donde
el futuro nos traerá reconocibles pero distintas palpitaciones. En un marco de
fábula, porque la mejor puesta en escena es la propia sala, sus recuerdos y su
amplio y revisitado territorio pasional. Grazie a tutti!
Alicia Perris
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