domingo, 26 de octubre de 2014

LA FILARMÓNICA DE CONCIERTOS INAUGURA SU TERCERA TEMPORADA CON LA SINFÓNICA DE RADIO SUECIA EN EL AUDITORIO NACIONAL DE MADRID



Orquesta Sinfónica de Radio Suecia. Daniel Harding, director. Paul Lewis, piano. Auditorio Nacional de Madrid. Sala Sinfónica. 22 de octubre.
Programa
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827) .Concierto para piano núm. 3 en Do menor, op. 37 (1800). Allegro con brio. Largo Rondo. Allegro-Presto
GUSTAV MAHLER (1860-1911). Sinfonía núm. 1 en Re mayor, op 66, “Titán” (1884-1888). Langsam, schleppend.  Kräftig bewegt, doch nicht zu schnell. Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen. Stürmisch bewegti
Inauguró brillantemente su tercera temporada 2014/2015, La Filarmónica, Sociedad de Conciertos,  después de dos anteriores que terminaron con celebrado éxito.
Otra nueva e interesante propuesta, que acercó a la concurrencia a Beethoven y Mahler, en un descubrimiento gradual y programado que mucho tiene de didáctico y pedagógico. Siempre prestando atención a la asistencia de un público joven, aparte del habitual en este tipo de convocatoria.
La Orquesta Sinfónica de Radio Suecia nació en 1936 y tiene una consagrada reputación internacional bajo Celibidache y otros conocidos directores hasta llegar en la actualidad a su director musical, Daniel Harding, con quien participa por giras y festivales de todo el mundo, incluidos el Festival de Pascua de Aix- en- Provence, el Festival de Música de Turku y los BBC Proms de Londres, entre otros.
 Dirige ahora Daniel Harding a Mahler, donde exhibe la personalidad, la calidad instrumental y la transparencia del sonido de esta gran formación. Con Paul Lewis son amigos y colaboradores, lo que constituye una garantía para disfrutar del precioso y evocador Tercer Concierto de Beethoven.

 Es conocido por todos, que es heredero de los 27 conciertos para piano de Mozart, que hizo que en siglo XIX esta forma musical se convirtiera en una posibilidad de lucimiento también para los intérpretes, que comienzan a localizarse en el imaginario colectivo como seres excepcionales, extraordinariamente dotados, lo que significa el final del autor- intérprete, para dar paso a los profesionales de cada instrumento.
El Concierto número 3 del compositor alemán estrenado en 1803 y publicado en 1804 es una muestra del carácter de una partitura que ha dejado de ser de un repertorio ligero y fresco, para adquirir densidad y temperamento y demostrar una evolución manifiesta en la literatura pianística.
 El pianista que interpreta esta obra, Paul Lewis, es uno de los principales de su generación como se suele decir, muy premiado, que estudió en la Guildhall School of Musica and Drama con Alfred Brendel. Junto a su esposa, la violonchelista Bjorg Lewis, es director artístico del Midsummer Music, un festival anual de cámara en Buckinghamshire, Reino unido.
Posee una gran sensibilidad y quien ha podido seguir su trayectoria descubre ahora un importante salto adelante en la técnica y especialmente en la interpretación. Es diligente, sensible y no pierde ni una nota por el camino y su entendimiento con la orquesta y su director es total. Fue muy aplaudido.
Hace unos años en pocos foros se podía disfrutar de un importante despliegue de la obra de Gustav Mahler, complejo artista que vivió en las postrimerías de un potente imperio destinado a desaparecer después de la I Guerra Mundial. La pléyade de escritores, pintores, filósofos y científicos de la época, algunas de los cuales fueron también mujeres como su esposa Alma o Lou Andreas Salomé, la rusa colaboradora y antigua alumna de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, es apabullante. La situación ha cambiado y se ha convertido en un autor de culto.
Mahler era un judío con una atribulada vivencia de su pertenencia al pueblo elegido pero perseguido en varios periodos de la Historia, abjuró de su religión para convertirse al catolicismo y poder dirigir así la Filarmónica de Viena.
Su espíritu torturado, siempre a caballo entre lo apolíneo y lo dionisíaco, el Eros y el Tanatos, se produjo en creaciones fantásticas, como esta Sinfonía número I en Re mayor, op. 66, “Titán”.
 Su composición está lejos de ser uniforme y ortodoxa. Todo lo contrario. A veces gira en torno al vaivén entre el poema sinfónico o la música programática o simplemente, la pura sinfonía.
En lo que concierne a la “Titán”, hay apuntes autobiográficos que cuajan en múltiples citas liederistas, La composición es compleja, a la vez refrescante (en la primera y segunda parte) y sombría en su tercer movimiento para finalizar con una explosión de vida y de sonido en el cuarto.
El primer movimiento es “Como un sonido de la naturaleza”. Hay momentos que Adorno llama “suspensiones” en los que el tiempo parece detenerse, sonidos evocadores de la infancia, casi pastoriles, campestres, que contrastan en el tercero con la “Marcha fúnebre al estilo de callot”, en homenaje al grabador y dibujante lorenés. Parodia y dulzura, humor y dramatismo, todo se entremezcla en un totum revolutum genial que Daniel Harding recrea y afianza a medida que corren los compases de la primera de Mahler.
El feeling con sus músicos es total. Su talante, simpático y jovial, disfruta con la dirección y lo transmite a su orquesta y al público.
El cuarto movimiento denominado en origen “Dall´inferno al paradiso” entra como “el grito súbito de un corazón profundamente herido” con arrojo y una violencia fuera de lo común en la literatura del siglo XIX.
Las cuerdas llevan a cabo una demostración de pasajes agilísimos que el director musical enhebra con maestría con las fanfarrias a cargo de las siete trompas, hay alusión al idílico teme del abandonado Blumine original y del lied del Camarada errante.
El final de la “Titán” y de la velada es apoteósico. Hay una pequeña propina finalmente para terminar, sutil, dulce y conmovedora. Daniel Harding aúna los aplausos que ya compartió con el pianista Paul Lewis en la primera parte de la noche y abandona la sala, entre risas, emocionado, demostrando hasta el último momento, una fabulosa complicidad con sus músicos (es lo más característico de su generosa e inteligente actuación) y una compenetración absoluta con las emociones de la concurrencia.

Alicia Perris

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