Orquesta Sinfónica de
Radio Suecia. Daniel Harding, director. Paul Lewis, piano. Auditorio Nacional
de Madrid. Sala Sinfónica. 22 de octubre.
Programa
LUDWIG VAN BEETHOVEN
(1770-1827) .Concierto para piano núm. 3 en Do menor, op. 37 (1800). Allegro
con brio. Largo Rondo. Allegro-Presto
GUSTAV MAHLER
(1860-1911). Sinfonía núm. 1 en Re mayor, op 66, “Titán” (1884-1888). Langsam,
schleppend. Kräftig bewegt, doch nicht
zu schnell. Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen. Stürmisch bewegti
Inauguró brillantemente
su tercera temporada 2014/2015, La Filarmónica, Sociedad de Conciertos, después de dos anteriores que terminaron con
celebrado éxito.
Otra nueva e
interesante propuesta, que acercó a la concurrencia a Beethoven y Mahler, en un
descubrimiento gradual y programado que mucho tiene de didáctico y pedagógico.
Siempre prestando atención a la asistencia de un público joven, aparte del
habitual en este tipo de convocatoria.
La Orquesta Sinfónica
de Radio Suecia nació en 1936 y tiene una consagrada reputación internacional
bajo Celibidache y otros conocidos directores hasta llegar en la actualidad a
su director musical, Daniel Harding, con quien participa por giras y festivales
de todo el mundo, incluidos el Festival de Pascua de Aix- en- Provence, el
Festival de Música de Turku y los BBC Proms de Londres, entre otros.
Dirige ahora Daniel Harding a Mahler, donde
exhibe la personalidad, la calidad instrumental y la transparencia del sonido
de esta gran formación. Con Paul Lewis son amigos y colaboradores, lo que
constituye una garantía para disfrutar del precioso y evocador Tercer Concierto
de Beethoven.
Es conocido por todos, que es heredero de los
27 conciertos para piano de Mozart, que hizo que en siglo XIX esta forma
musical se convirtiera en una posibilidad de lucimiento también para los
intérpretes, que comienzan a localizarse en el imaginario colectivo como seres
excepcionales, extraordinariamente dotados, lo que significa el final del
autor- intérprete, para dar paso a los profesionales de cada instrumento.
El Concierto número 3
del compositor alemán estrenado en 1803 y publicado en 1804 es una muestra del
carácter de una partitura que ha dejado de ser de un repertorio ligero y
fresco, para adquirir densidad y temperamento y demostrar una evolución
manifiesta en la literatura pianística.
El pianista que interpreta esta obra, Paul
Lewis, es uno de los principales de su generación como se suele decir, muy
premiado, que estudió en la Guildhall School of Musica and Drama con Alfred
Brendel. Junto a su esposa, la violonchelista Bjorg Lewis, es director
artístico del Midsummer Music, un festival anual de cámara en Buckinghamshire,
Reino unido.
Posee una gran sensibilidad
y quien ha podido seguir su trayectoria descubre ahora un importante salto
adelante en la técnica y especialmente en la interpretación. Es diligente,
sensible y no pierde ni una nota por el camino y su entendimiento con la
orquesta y su director es total. Fue muy aplaudido.
Hace unos años en
pocos foros se podía disfrutar de un importante despliegue de la obra de Gustav
Mahler, complejo artista que vivió en las postrimerías de un potente imperio
destinado a desaparecer después de la I Guerra Mundial. La pléyade de
escritores, pintores, filósofos y científicos de la época, algunas de los
cuales fueron también mujeres como su esposa Alma o Lou Andreas Salomé, la rusa
colaboradora y antigua alumna de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, es
apabullante. La situación ha cambiado y se ha convertido en un autor de culto.
Mahler era un judío
con una atribulada vivencia de su pertenencia al pueblo elegido pero perseguido
en varios periodos de la Historia, abjuró de su religión para convertirse al
catolicismo y poder dirigir así la Filarmónica de Viena.
Su espíritu torturado,
siempre a caballo entre lo apolíneo y lo dionisíaco, el Eros y el Tanatos, se
produjo en creaciones fantásticas, como esta Sinfonía número I en Re mayor, op.
66, “Titán”.
Su composición está
lejos de ser uniforme y ortodoxa. Todo lo contrario. A veces gira en torno al
vaivén entre el poema sinfónico o la música programática o simplemente, la pura
sinfonía.
En lo que concierne a
la “Titán”, hay apuntes autobiográficos que cuajan en múltiples citas
liederistas, La composición es compleja, a la vez refrescante (en la primera y
segunda parte) y sombría en su tercer movimiento para finalizar con una
explosión de vida y de sonido en el cuarto.
El primer movimiento
es “Como un sonido de la naturaleza”. Hay momentos que Adorno llama
“suspensiones” en los que el tiempo parece detenerse, sonidos evocadores de la
infancia, casi pastoriles, campestres, que contrastan en el tercero con la
“Marcha fúnebre al estilo de callot”, en homenaje al grabador y dibujante
lorenés. Parodia y dulzura, humor y dramatismo, todo se entremezcla en un totum
revolutum genial que Daniel Harding recrea y afianza a medida que corren los
compases de la primera de Mahler.
El feeling con sus
músicos es total. Su talante, simpático y jovial, disfruta con la dirección y
lo transmite a su orquesta y al público.
El cuarto movimiento
denominado en origen “Dall´inferno al paradiso” entra como “el grito súbito de
un corazón profundamente herido” con arrojo y una violencia fuera de lo común
en la literatura del siglo XIX.
Las cuerdas llevan a
cabo una demostración de pasajes agilísimos que el director musical enhebra con
maestría con las fanfarrias a cargo de las siete trompas, hay alusión al
idílico teme del abandonado Blumine original y del lied del Camarada errante.
El final de la “Titán”
y de la velada es apoteósico. Hay una pequeña propina finalmente para terminar,
sutil, dulce y conmovedora. Daniel Harding aúna los aplausos que ya compartió
con el pianista Paul Lewis en la primera parte de la noche y abandona la sala,
entre risas, emocionado, demostrando hasta el último momento, una fabulosa
complicidad con sus músicos (es lo más característico de su generosa e
inteligente actuación) y una compenetración absoluta con las emociones de la
concurrencia.
Alicia
Perris
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