domingo, 26 de octubre de 2014

LA IRRESISTIBLE ESTÉTICA BURGUESA. ADINERADAS, FEMINISTAS Y CULTAS.



 Así eran las ladies europeas de finales de los 60. Una imagen de distinción que sigue imitándose.

Toni Torrecillas


En primer plano, Angelina Jolie saludando, el pasado 10 de octubre, a la reina de Inglaterra poco antes de ser nombrada dama y recibir la gran cruz de la Orden de San Miguel y San Jorge.
Foto: Cordon Press
 
Nos vestimos, ante todo, para dejar claro quiénes somos o quiénes queremos ser. En ese sentido, elegir un estilo que simboliza a una determinada clase social, que no es la nuestra, sería una ficción», nos cuenta María Garrido, doctora en Comunicación y autora del libro Revistas femeninas de alta gama, crónica de un desdén (Ed. Comunicación Social). Un comentario referido a la imagen que lució recientemente Angelina Jolie al ser nombrada dama de honor por la reina de Inglaterra. Su look reinterpretaba el armario de la aristocracia y la alta burguesía de finales de la década de los 60, con Catherine Deneuve, Romy Schneider o Jean Seberg como referentes. Mujeres que inspiran las colecciones de otoño-invierno 2014/2015 de firmas como Boss by Jason Wu, Carven, Salvatore Ferragamo, Givenchy o Roberto Cavalli.


Marisa Berenson, en 1968, en la casa del pintor Cy Twombly.
Foto: Henry Clarke / Vogue.

Para Laura Luceño, doctora del Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid (UPM), la atracción de los estadounidenses por la estética de las clases altas europeas tiene una explicación: «Las tendencias en el vestir se inician en el Viejo Continente, en las cortes de los soberanos, como uno de sus privilegios. En otras palabras, la moda nace en Occidente; y Estados Unidos forma parte de esa cultura, de ahí que la alta sociedad europea todavía sea un referente al otro lado del Atlántico».
Por su parte, Rafael Muñoz, periodista de RTVE y autor del blog La vida al bies, entiende que la elección de Jolie, como ocurrió con Madonna en su época británica, «es un guiño a la historia del país, pero también conlleva el deseo de gustar, de querer ser aceptada, de encajar en ese nuevo escenario. No es casualidad que su traje fuera de los ingleses Ralph & Russo».


Catherine Deneuve, con gabardina anudada y camisa de gasa con lazo.

Terreno seguro (de estilo). El regreso a la sobriedad de hace cinco décadas –cuando estallaba la emancipación femenina, el flower power, la psicodelia y los primeros movimientos hippies– guarda similitudes con la actualidad, según el escritor Francisco de Sousa Congosto, autor de Introducción a la historia de la indumentaria en España (Ed. Istmo). «Entonces la moda europea se afianzó frente a la pujanza norteamericana», explica. «Se apostó por una línea sinuosa, centrada en blusones y suéteres. Y como novedad se introdujo el cinturón-joya o cadena como complemento a los trajes sastres», continúa. Fueron las actrices de la Nouvelle Vague las que usaron estas prendas como uniforme. «Eran mujeres complejas, instruidas, interesadas por los pensamientos existencialistas; deseaban emanciparse, si no lo estaban ya; y eran conscientes de su cuerpo y sus deseos. Ellas se distanciaron de los usos generales de la época. Y fue precisamente su singularidad la que las hizo tan atractivas», explica María Garrido. «Que esa imagen vuelva ahora a la pasarela es fruto de una necesidad: recordar los derechos que las mujeres consiguieron y que hoy parece que peligran», concluye Rafael Muñoz.


Fotograma de El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972)








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