Así eran las ladies europeas de finales de los
60. Una imagen de distinción que sigue imitándose.
Toni Torrecillas
En primer plano, Angelina Jolie saludando, el
pasado 10 de octubre, a la reina de Inglaterra poco antes de ser nombrada dama
y recibir la gran cruz de la Orden de San Miguel y San Jorge.
Foto: Cordon Press
Nos vestimos, ante todo, para dejar claro quiénes somos o quiénes queremos ser. En ese sentido, elegir un estilo que simboliza a una determinada clase social, que no es la nuestra, sería una ficción», nos cuenta María Garrido, doctora en Comunicación y autora del libro Revistas femeninas de alta gama, crónica de un desdén (Ed. Comunicación Social). Un comentario referido a la imagen que lució recientemente Angelina Jolie al ser nombrada dama de honor por la reina de Inglaterra. Su look reinterpretaba el armario de la aristocracia y la alta burguesía de finales de la década de los 60, con Catherine Deneuve, Romy Schneider o Jean Seberg como referentes. Mujeres que inspiran las colecciones de otoño-invierno 2014/2015 de firmas como Boss by Jason Wu, Carven, Salvatore Ferragamo, Givenchy o Roberto Cavalli.
Marisa Berenson, en 1968, en la casa del pintor
Cy Twombly.
Foto: Henry Clarke / Vogue.
Para Laura Luceño, doctora del Centro Superior de Diseño de Moda de
Madrid (UPM), la atracción de los estadounidenses por la estética de las clases
altas europeas tiene una explicación: «Las tendencias en el vestir se inician
en el Viejo Continente, en las cortes de los soberanos, como uno de sus
privilegios. En otras palabras, la moda nace en Occidente; y Estados Unidos
forma parte de esa cultura, de ahí que la alta sociedad europea todavía sea un
referente al otro lado del Atlántico».
Por su parte, Rafael Muñoz, periodista de RTVE y autor del blog La
vida al bies, entiende que la elección de Jolie, como ocurrió con Madonna en su
época británica, «es un guiño a la historia del país, pero también conlleva el
deseo de gustar, de querer ser aceptada, de encajar en ese nuevo escenario. No es
casualidad que su traje fuera de los ingleses Ralph & Russo».
Catherine Deneuve, con gabardina anudada y camisa
de gasa con lazo.
Terreno seguro (de estilo). El regreso a la sobriedad de
hace cinco décadas –cuando estallaba la emancipación femenina, el flower
power, la psicodelia y los primeros movimientos hippies– guarda
similitudes con la actualidad, según el escritor Francisco de Sousa Congosto,
autor de Introducción a la historia de la indumentaria en España (Ed.
Istmo). «Entonces la moda europea se afianzó frente a la pujanza
norteamericana», explica. «Se apostó por una línea sinuosa, centrada en
blusones y suéteres. Y como novedad se introdujo el cinturón-joya o cadena como
complemento a los trajes sastres», continúa. Fueron las actrices de la Nouvelle
Vague las que usaron estas prendas como uniforme. «Eran mujeres complejas,
instruidas, interesadas por los pensamientos existencialistas; deseaban
emanciparse, si no lo estaban ya; y eran conscientes de su cuerpo y sus deseos.
Ellas se distanciaron de los usos generales de la época. Y fue precisamente su
singularidad la que las hizo tan atractivas», explica María Garrido. «Que esa
imagen vuelva ahora a la pasarela es fruto de una necesidad: recordar los
derechos que las mujeres consiguieron y que hoy parece que peligran», concluye
Rafael Muñoz.
Fotograma
de El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972)
http://smoda.elpais.com/articulos/la-irresistible-estetica-burguesa/5462
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