ÁLEX VICENTE París
Un visitante fotografía 'La flauta
de Pan', de Picasso, en el museo del pintor en París. /THIERRY CHESNOT (GETTY)
El lugar volverá a abrir sus
puertas el día en que el pintor hubiera cumplido 133 años. Cuando el renovado Museo Picasso
de Parísquede inaugurado el próximo sábado, habrán transcurrido
cinco años desde que las cerró por necesidad imperiosa de renovación. En ese
intervalo, todo lo que podía ir mal ha acabado yendo lo peor imaginable. Para
empezar, las obras costaron 52 millones de euros, mucho más que los 19
previstos. La diferencia tuvo que ser sufragada por exposiciones itinerantes
organizadas con urgencia, que sacaron partido a una impresionante colección de
5.000 pinturas, dibujos y escultura, considerada la más completa y variada del
planeta, fruto de las donaciones de la familia Picasso tras la muerte del
artista.
Cuando todo estaba a punto para la
inauguración, prevista para junio tras varios retrasos, estalló otro problema.
La directora del museo, Anne Baldassari, que había orquestado la renovación
desde 2005, fue destituida por el ministerio de Cultura para poner fin
al violento conflicto que la oponía a gran parte de su equipo. La mitad del
personal, más la totalidad de los conservadores del museo, exigían su despido por
la brutalidad de sus métodos y el “clima de miedo” que había instalado en el
museo, según un informe interno. El ministerio pospuso la inauguración a esta
semana y nombró a un nuevo director, Laurent Le Bon, prestigioso conservador
procedente del Centro Pompidou.
La paz parecía restaurada, hasta
que llegó una nueva entrega de esta saga, seguida como un culebrón en el
pequeño círculo del arte en París. Baldassari contraatacó, apoyada por el hijo
del pintor, Claude Picasso, quien insinuó que no cedería al museo ciertas obras y documentos
si no era ella quien pilotaba el nuevo proyecto. La exdirectora amenazó con
denunciar a los nuevos responsables del museo si exponían su reordenación de la
colección del Picasso, que respondía a un trabajo científico desarrollado en
los últimos años. Finalmente, se llegó a un acuerdo in extremis. La
primera presentación sería la suya, mientras que Le Bon trabajaría en otros
proyectos de cara a 2015.
Entre tanto ruido y furia, se había
olvidado que lo primordial era lo que el visitante se encontraría dentro del
Hôtel Salé, palacete del alto Marais así llamado por haber albergado negocios
de comercio de sal en el siglo XVII, convertido en sede del museo desde 1985.
Baldassari, reputada especialista que había conducido toda su carrera en este
museo, deambulaba ayer por sus salas evitando dar explicaciones sobre el
conflicto y defendiendo una creativa ordenación de 400 obras de esta colección,
que es cronológica y temática a la vez, pero evitando ser ni una cosa ni la
otra. En cambio, ni rastro de Le Bon, oficialmente retenido por una reunión del
consejo científico del museo.
La inauguración del museo el
próximo sábado contará con la presencia de François Hollande. / T. CHESNOT (GETTY)
El itinerario creado por la
exdirectora aspira a dialogar con la obra de Picasso de una manera novedosa.
Prescinde de largos textos explicativos y bloques claramente diferenciados y
propone que el visitante navegue por sus salas sin atosigarlo en exceso. Los
fanáticos de las explicaciones las encontrarán en una guía que acompaña la
visita. El resto puede limitarse a comparar técnicas, colores, motivos,
volúmenes y disciplinas en un recorrido fluido y libre. Los retratos femeninos
aparecen en una pieza y los masculinos, en la sala vecina. Otra agrupa los
cuadros que reflejan el encuentro amoroso, como El baile aldeano y Los
enamorados, pintados entre los años diez y veinte. Más allá, los
desnudos aparecen reflejados en cuadros de distintas épocas pero idéntico
erotismo.
Sin decirlo en voz alta, el museo
recorre la integralidad de su trayectoria: las monocromías pintadas en los
periodos rosa y azul, la breve pero intensa tentación del primitivismo y su más
conocida adhesión al cubismo, el giro de los cincuenta y sesenta —cuando Picasso
empieza a trabajar con objetos encontrados, cualificado por Baldassari como
“sus años pop”— y la temática bélica ante los grandes cataclismos de su siglo,
que reprodujo en un puñado de memento mori llenos de bombardeos y otras
atrocidades. En una de las salas, su óleo de denuncia a la actuación
estadounidense en la guerra de Corea —pintado a inicios de los cincuenta,
contemporáneamente al conflicto— tiene de vecino a un gato que despedaza a un
pájaro. Al leer la cartela, se descubre que fue pintado en 1939.
La última planta del museo acoge la colección
particular del artista, con nombres como Cézanne, Gauguin, Degas,
Matisse, Braque, Renoir, Modigiliani, Balthus o Miró.
“Uno es lo que conserva”, dejó
dicho Picasso. Dan fe de ello los 200.000 documentos que dejó al fallecer. Este
archivo, ha prometido el director del museo, formará parte de un nuevo centro
de investigación picassiana.
Las expectativas de esta larga y
tortuosa reapertura son elevadas. El renovado museo espera atraer entre 700.000
y un millón de visitantes durante el próximo año.
Así termina el primer acto de la
nueva historia de este museo. Mientras tanto, Le Bon trabaja en otro proyecto
de cara al año próximo, que consistirá en observar la influencia de Picasso en
sus herederos. “La idea no es tanto invitar a artistas de hoy, aunque también,
como observar a Picasso con una mirada contemporánea”, ha dicho el director.
Hasta ahora responsable del Pompidou de Metz y artífice de las exposiciones de
Jeff Koons y Takashi Murakami en Versalles, Le Bon promete experimentos todavía
más iconoclastas que los de su predecesora.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/21/actualidad/1413915584_050246.html
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