David Trueba
El azar quiso que la emisión del
episodio final de Boardwalk Empire coincidiera con la redada en la que
cayó la trama de corrupción que supuestamente capitanea el político Francisco
Granados. La serie ha contado la irrupción de la mafia en Atlantic City al
amparo de la política y la ley seca, todo un clásico en la mitología
norteamericana. Su capítulo final logró unir presente y pasado del
protagonista, Nucky Thompson, con una inteligentísima recreación del momento de
la pérdida de la inocencia. Steve Buscemi ha logrado una recreación
espectacular, distinta a sus personajes habituales, concentrada y dolorosa,
mientras a su alrededor muchos actores desconocidos han logrado catapultarse a
través de los 56 episodios de la serie. Entre los más destacados, fruto de la
calidad de sus personajes, están Kelly McDonald, Stephen Graham, Michael
Shannon, Michael Pitt o Bobby Cannavale, hoy ya reclamados por la industria.
Terence Winter, su creador, apuntó
desde el inicio a la connivencia política, policial y judicial, pero en un
vuelco hacia el futuro se permite enlazar los negocios del patriarca Kennedy en
la especulación bursátil con esa forma menos sanguinaria elegida por el imperio
del mal para prorrogar su dominio. No en vano, fue elegido por Scorsese para
que escribiera el guion de El lobo de Wall Street. La serie, muy
superior, ha logrado en cinco temporadas crecer, ramificarse y fundir a negro
con altísima calidad, superando una zona inicial algo acartonada y con cimas
que el final definitivo no defrauda. Pausada, estética e hiperviolenta en
algunas conclusiones, recoge episodios y personajes reales que se resumen en la
famosa detención del asesino Al Capone por meros delitos fiscales.
El granado
es un fruto que en China se ofrece a los recién casados porque representa la
fertilidad. Francisco Granados es un personaje que resume en sí la última
década de la política española, esa que arrancó con el episodio de Tamayo y
Sáez en las fallidas elecciones a la Comunidad de Madrid en 2003, y que ha sido
tan fértil en la prodigiosa comunión entre empresarios, constructores,
concejales y contratas. Alguien quizá lo contará todo algún día con la
precisión moral de Boardwalk Empire y los espectadores se preguntarán si
pudo suceder algo así, a la vista de la gente y entre mayorías absolutas
irreprochables.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/28/television/1414521646_348793.html
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