XXI Ciclo de Lied.
Recital I. Anna Caterina Antonacci, soprano. Donald Sulzen, piano. Teatro de la
Zarzuela, lunes 13/10/2014.
PROGRAMA
PRIMERA PARTE
Obras de Carl Orff
(1895-1982): Lamento di Arianna.
Ottorino Respighi (1879-1936):
O falce di luna, Van li effluvi de la rose, Sopra un´ aria antica,
Stornellatrice, Acqua, Crepuscolo, Pioggia.
Francesco Paolo Tosti
(1846- 1916): Quattro canzoni d´Amaranta
SEGUNDA PARTE
Francis Poulenc(1899-1963):
La fraîcheur et le feu.
Maurice Ravel:Cinq mélodies populaires grecques, Deux mélodies hébraiques (L´enigme éternelle et Kaddisch).
Maurice Ravel:Cinq mélodies populaires grecques, Deux mélodies hébraiques (L´enigme éternelle et Kaddisch).
Manuel de Falla
(1876-1946). Siete canciones populares españolas.
Cuando todavía
resuenan los ecos del recital que Anna Caterina Antonacci dio en el Auditorio
Nacional con l´Accademia degli Astrusi la temporada pasada, un repertorio
cautivador, italiano y en su mayoría barroco, vuelve la soprano italiana alTteatro
de La Zarzuela.
Esta vez se trata de
una velada muy variada en estilos, textos e idiomas, que le permiten lucir un
instrumento oscuro, con unos graves espléndidos, homogéneo, que goza de una
madurez floreciente. También su registro agudo es seguro y preciso mientras que
en la zona media se mueve con comodidad y bien asentada.
Su flexibilidad y permeabilidad
a los diferentes desafíos de repertorio que plantea el programa de este
concierto, demuestra que se encuentra en plenitud de facultades vocales y
teatrales, aunque las propias obras esta vez tienden más a una composición
escénica más contenida y más apolínea que la que desplegó el año pasado, más
exuberante y más cálida.
La preparación técnica
de la Antonacci, con un experto trabajo del diafragma y el fiato y un
concienzudo estudio de cada obra del repertorio y los compositores, la ponen en
la mejor situación para desplegarse en una primera parte donde va calentando
voz (no le hace falta) con el Lamento d´Arianna, de Carl Orff, que ya grabó para Naïve en el
2005.
Alrededor de Respighi,
ejercita una cercanía al Mezzogiorno evidente, sobre todo en las conocidas
Stornellatrice de 1906 y Pioggia en 4/4, de ejecución rápida y dificultades
para el pianista acompañante.
Culmina antes de la pausa con las Quattro Canzoni d´Amaranta, sobre texto del controvertido e inefable Gabriele d´Annunzio, de 1907, de la que podría destacarse la más reconocida, L´alba separa della luce l´ombra, que retoma al final un tema del comienzo, con una culminación que puede resultar fantástica, según se desenvuelva la intérprete.
Culmina antes de la pausa con las Quattro Canzoni d´Amaranta, sobre texto del controvertido e inefable Gabriele d´Annunzio, de 1907, de la que podría destacarse la más reconocida, L´alba separa della luce l´ombra, que retoma al final un tema del comienzo, con una culminación que puede resultar fantástica, según se desenvuelva la intérprete.
Francis Poulenc
inaugura la segunda parte de la velada, él que se dedicó a escribir 34
canciones de dos grandes poetas del siglo XX, Guillaume Apollinaire y Paul
Éluard, ambos con una atribulada vida en la guerra, en la política y en los
amores. De Eluard ha elegido la soprano los textos de La fraîcheur et le feu,
con siete propuestas relacionadas.
Pero posiblemente el
folklore que despliega Maurice Ravel con sus Cinco Canciones Griegas y las Dos
melodías hebreas sean lo más llamativo del conjunto de partituras que ofrece
Antonacci. En un ambiente de himeneo, La chanson de la mariée, Là-bas, vers
l´église, Quel galant m´est comparable, La Chanson des cueilleuses de
lentisques y un final in crescendo de exaltación y gozo, Tout gai!.
En 1914 nacieron las
sorprendentes Dos melodías hebreas, basadas en cantos tradicionales. L´énigme
éternelle se canta en yiddish aunque cualquier germanohablante podría seguir la
letra sin problemas. “Frägt die Velt dia alte Kashe, tra la la la, Entfernt
men…un as men will kenne sagen….Dulce y contemplativa, la cantante italiana les
da una magia especial, igual al Kaddish, la plegaria religiosa y fúnebre que
entona con recogida emoción en arameo.
Particular elección
esta de las dos canciones hebreas por parte de Antonacci, teniendo en cuenta
que la soprano nació en Ferrara, una ciudad deliciosa y elegante del centro de
Italia con una profunda huella pasada y actual de una colectividad judía que
nos evoca constantemente El jardín de los Finzi Contini, las deportaciones y toda la
obra de Giorgio Bassani.
Si Anna Caterina
Antonacci no es de origen judío, podría haberlo sido a la perfección por el
compromiso y el sentimiento con que regaló estas dos raras joyas al público del
concierto, que aplaudió conmovido.
Un final más alegre y
refrescante, más expansivo, llegó de la mano de las Siete canciones populares
españolas de Manuel de Falla, inspirado en el folklore de diversas regiones
españolas.
A destacar Nana, una
canción de cuna, orientalizante y Polo, que nos perfuma con la tradición del
cante jondo que conducirá con posterioridad a El amor brujo, cadenciosa,
sensual, con un revelador acompañamiento pianístico, estrenada en el Ateneo de
Madrid el 14 de enero de 1915, con el propio Falla al piano y la voz de la
soprano Luisa Vela.
Hubo propinas donde no
faltó la habitual canción napolitana, llena de gracia. El trabajo de
acompañamiento de Donald Sulzen fue discreto en su papel e inspirado,
demostrando una excelente compenetración entre piano y voz. Con un repertorio habitual
apabullante, Sulzen dio muestras en la velada de galanía y saber hacer.
Completísimo el
programa de mano con las notas y el magisterio del reconocido Arturo Reverter,
presente en la sala la noche del recital. Un hallazgo como siempre sus
lecciones de canto, de fisiología canora y de técnica y también de
historiografía musical.
Los presentes
aplaudieron mucho y bien y Antonacci, que lució su cuerpo poderoso con una
túnica “nude” complementada por un chal fucsia, se retiró recompensada por el
esfuerzo y complacida. ¡Qué programa y qué músicos! Otro acierto del Teatro de
La Zarzuela para comenzar la temporada con brío.
Alicia
Perris
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