viernes, 17 de octubre de 2014

'YA NO HAY ELEGANCIA, NI SIQUIERA ENTRE MIS ANTIGUAS CLIENTAS'.


Hubert de Givenchy revisa uno de sus diseños en el museo Thyssen. 
SERGIO GONZÁLEZ VALERO

ANA GONZÁLEZ RUEDA   Madrid

Amante del arte de los siglos XVII y XVIII y de las vanguardias del siglo XX, así como coleccionista (le viene de familia) de pinturas de artistas como Miró Rothko, entre otros, Hubert de Givenchy (Beauveais, 1927) sabe casi tanto de arte como de moda. Y esto es poco decir.
Es de los escasos maestros de la moda vivos actualmente. Su legado, junto a esa experiencia en la pintura -y de ahí la retrospectiva que el Museo Thyssen de Madrid le dedica a partir del próximo 22 de octubre-, ha marcado el devenir del sector desde que comenzara su andadura en París en 1952 al frente de la Maison Givenchy, hasta que se retiró en 1996.
Adelantado de su tiempo, como también lo fuera su amigo y admiradoCristóbal Balenciaga, para explicarlo basta con mencionar su blusa Bettina. Confeccionada a partir de tela de camisa masculina, con el bordado inglés en las mangas y ese cuello abierto que imitaron tantos, es precisamente uno de los ejes de la muestra comisariada por Eloy Martínez de la Pera Celada.
Aquí el orden cronológico no es importante. Y es que en la vida de Monsieur Givenchy todos los periodos de su vida son importantes; en su carrera no hay nada baladí y que no haya causado furor y éxito a partes iguales. Audrey Hepburn era su musa y mayor clienta, a la que vistió dentro y fuera de la pantalla, pero entre otras también resuenan en su cabeza y en su carrera Jacqueline Kennedy o Grace Kelly, así como la duquesa de Windsor.
Sin duda uno de sus adalides fue la sencillez junto a la elegancia, algo que él echa de menos actualmente y razón por la que tacha a la moda de ahora de "muy decepcionante". Lo hace sin tapujos en una entrevista a puerta cerrada con EL MUNDO entre las bambalinas de su inminente muestra, mientras recorremos junto a él, apoyado en Eloy y cerca de su inseparable silla de ruedas para no cansarse, las diferentes salas y maniquíes que toman forma en la pinacoteca.
Ésta es la primera gran retrospectiva sobre usted. ¿Por qué España y concretamente el Thyssen de Madrid?
Ya conocía el museo. Yo pasé muchas veces por Madrid porque tenía varios amigos, como Sonsoles Díez de Rivera o el señor Balenciaga, al que admiro enormemente. Y quiero mucho a España. De hecho, no es un piropo; me parece que es el único país que representa el saber estar. Y, por ejemplo, cuando visitas sitios como Toledo ves eso tan especial que se corresponde con la elegancia y fuerza que tiene el país. Una especie de belleza extraordinaria. De hecho, a menudo he dicho que lo que admiraba de Balenciaga, como de muchos españoles, son los ojos. Son impactantes, penetrantes, con una mirada no siempre muy amable, pero reflejando verdad, actitud.
A propósito de este comentario, Monsieur Givenchy cuenta cómo echa de menos a grandes como Yves Saint Laurent o Balenciaga. Se lamenta de que la moda ahora "es cualquier cosa. Uno va a tientas. Hay modas, pero no una moda".
Se le nota poco satisfecho con con el sector actualmente...
Ahora no hay dirección. No quiero ser duro porque yo ya no estoy directamente implicado en este mundo, pero yo diría que ya no hay elegancia. Incluso entre las clientas que me dieron su confianza cuando las veo hoy.
Quizá por eso, y revisando hasta el mínimo detalle de cada modelo (colocando la mano de uno de los maniquíes, preguntando dónde están los abanicos que faltan, recordando a Carla Bruni presentando un vestido de novia en uno de sus desfiles...), cada uno con el nombre de su portadora del momento (también Carmen Martínez Bordiú, "una gran amiga"), sea meticuloso y detallista hasta el extremo.
Los cuadros aquí dialogan con la ropa, que aparece en bloques donde también se observa su pasión por los complementos. Sin ellos, tanto sus colecciones como ahora la muestra no hubieran sido posible para Monsieur Givenchy.
El marrón, el negro y el blanco protagonizan esta gran retrospectiva, la primera sobre este midas, y también el debut del Thyssen en materia de moda.
¿La moda es arte?
No se reconoció como tal durante mucho tiempo, pero es un arte apasionante porque va cambiando. Es algo global, no hay que pensar que es algo fútil y quizá esto es lo que me reprochaba mi familia; cuando yo quería lanzar la moda y la costura. Estaba mal visto porque era un poco teatral, parecía de cine y un hombre en la moda estaba mal visto, pero es una industria que da muchísimo trabajo.
¿Es consciente de que habrá gente que no entienda cómo el Thyssen pueda albergar una exposición de moda?
En este punto me viene a la mente la historia de la embajadora china con el gusano de seda. Éste se cayó en la taza de té y a partir de ahí la seda se convirtió en algo que sigue siendo hoy en día maravilloso. Siguiendo la historia de esta mariposa, uno termina haciendo una industria fantástica, con colores maravillosos que van a aportar al mundo una fortuna.
Para él el mero hecho de oler y desenrollar los tejidos cuando llegaban al taller se convertía en todo un placer, tal y como recuerda. Por ejemplo, «en una pieza de seda podías ver todas las manos que habían intervenido y tenías la posibilidad de sacar de ello lo mejor que podías. Es un mundo apasionante».
Y ahora, ¿qué implicación tiene en la moda?
Ninguna realmente. Admiro mucho a Giorgio Armani porque hace una moda diferente. Es moderno y actual, pero también clásico y de buen gusto. Tiene en mente una mujer activa. Cuando fui al Guggenheim a ver lo que hacía, observé unas chaquetillas suyas bordadas que no se conocen mucho. Siempre se enseña su lado sport y no su parte refinada como se percibe a través de estos bordados. Está, además, tan organizado que sabe cuál es su estilo. No le hace falta para nada hacer el payaso.
¿Qué recuerdos le vienen ahora mismo a la mente?
Recuerdo que era curioso que en Francia los costureros no se hacían amigos. Yo quería mucho a Balenciaga o a Dior, pero cada uno campaba en sus posiciones y pensaba que era el mejor. Y yo creo que lo positivo es hacer intercambios. Lo malo era que la gente no se atrevía a hablar abiertamente.
Esta vez no será así. El inventor del concepto prêt-à-porter dejará su impronta en el Museo Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 18 de enero de 2015, a través de un diálogo irrepetible entre pintura y moda.


http://www.elmundo.es/cultura/2014/10/17/544042d622601d055d8b457b.html

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