CAYETANA GUILLÉN CUERVO
CONTENIDOS. Callados. Aterrorizados. Temerosos de
perder lo poco que nos queda. Aguantando humillaciones, presiones e
impotencias. Hostilidades de un sistema, que nos obliga a arrastrarnos por lo
más mínimo. Por lo que, supuestamente, era incuestionable. Culpables por todo.
E infinitamente agradecidos por ese trabajo y esa vivienda dignos que protege
la Constitución. Porque si la Constitución no cambia, lo que sí cambia es el
significado de las cosas. Porque siempre puede ser peor. Eso sí. Siempre. Y la
dignidad, como decía nuestro añorado Fernán Gómez en aquél viaje a ninguna
parte, tiene mucho que ver con el bienestar. Y un estado de supervivencia, a
menudo, no es digno. Porque no llega a conquistar lo básico, lo que nos reporta
la armonía que nos permite respirar y disfrutar de vez en cuando de las cosas.
Damián Szifrón, joven director argentino, e iluminado, nos ofrece la
posibilidad de explotar con él en Relatos salvajes. Qué gusto. El placer de
cruzar el límite entre lo cotidiano y lo aterrador, la tragedia, el sueño de
escupir posibles consecuencias y más responsabilidades, y por fin, estallar. En
un momento en que todo el mundo se pregunta por qué no pasa algo, algo gordo,
algo de verdad, algo que responda a la impotencia, a la injusticia, a la impunidad,
a la ausencia total de moral y a la esperanza de encontrar soluciones, Szifrón
consigue arrastrarnos a la locura de poder enfrentarnos a cualquier cosa. La
gota que colma el vaso es otra, siempre es otra. Pero cuando el vaso estalla en
mil pedazos, la bola del estómago se descompone en un cierto sosiego, en una
cierta paz. Violenta y deslumbrante, divertida y cruel, nos arrebata. Porque
todos querríamos maquinar nuestra propia venganza. Ricardo Darín será Bombita
en Argentina durante mucho tiempo, y Bombita es quien se atrevió a cumplir lo
imposible, enfrentarse a Goliat. Y ganó, a su manera. Porque el sistema le
arrebató la vida y la sonrisa, pero él sí tuvo fuerzas para recuperar la
dignidad. La del alma al menos, antes que la del bienestar. Seis historias
corrientes, que terminan por ser excepcionales. Porque cruzaron la frontera.
Porque se atrevieron a no mirar atrás, a transgredir lo insoportable. Sales del
cine con la espalda más ancha y a un palmo del suelo. No tardarán mucho en
bajarte. Pero al menos, por un momento, lo soñaste.
http://www.elmundo.es/opinion/2014/10/24/544a9cb422601da6388b4573.html
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