RUBÉN AMÓN Madrid
Javier Camarena (Veracruz, 1979) no tiene miedo a
los nueve dos de pecho que jalonan el aria de 'Ah, mes amis'. Los considera un
problema resuelto. Y lo demostró anteanoche en Madrid, columpiándose a su
antojo en la montaña rusa de 'La fille du régiment' ('La hija del
regimiento'), cuyo estreno en el Teatro Real redunda en un arranque de
temporada con enfoque de 'clásicos populare's y en la estela de 'Las bodas de
Figaro'.
Donizetti sustituye a Mozart y, en cierto modo,
Javier Camarena sustituye a Juan Diego Flórez, pues el montaje escénico de
Laurent Pelly, estrenado en 2007 (Londres), fue concebido para el lucimiento
del tenor peruano. También estaba hecha a su medida 'La Cenerentola' de
Rossini en el Met, pero una indisposición de última hora el pasado mes
de abril permitió a Javier Camarena reemplazarlo. Y entonces sobrevino "el
acabose".
Lo dice Camarena, "el acabose", en
alusión a los clamores que suscitó el aria capital de la ópera rossiniana.
Tantos clamores, tantos, que Camarena se conmueve al evocarlos, buscando una
escapatoria con la mirada entre los escondites de su propio camerino. Tantos
clamores, tantos, que el público metropolitano le obligó a 'bisar' el aria sin
opción de escapatoria.
"Mi referencia es Alfredo Kraus, fue muy
inteligente en saber dónde estaban sus límites"
No había sucedido nunca en la historia del nuevo
edificio (1967), con las únicas excepciones de Pavarotti y, precisamente, de
Juan Diego Flórez. Camarena se incorporó al triunvirato con su fraseo, su
calidad y su descaro en las notas 'superiores'. Alcanzó un re natural.
Es decir, un escalón por encima del mítico do pectoral, de forma que los nueve
consecutivos de 'Ah, mes amis' los observa Camarena no desde abajo, sino
desde... arriba. "Todavía tiemblo cuando evoco aquellas funciones de Nueva
York. Se creó una tensión positiva, notaba que los espectadores me empujaban.
Me arrodillé sobre el escenario para agradecer esa impresionante respuesta.
Aquello no era un teatro. Aquello era un estadio".
Abrumaba el Met al tenor mexicano, pero Camarena
supo controlar las emociones. "Las emociones nunca deben llegar al extremo
de controlarte. No pueden interferir en tu trabajo. No deben desvirtuar tu
canto. Lo digo porque me ha sucedido, pero la experiencia, la técnica y la
profesionalidad te van proporcionando recursos para superar esos momentos
emotivos", afirma a EL MUNDO. Emotivos como los que le proporcionó
anteanoche el público del Teatro Real. Y no es fácil conseguir que se caliente
la platea madrileña, entre cuyas expresiones de orgullo siempre ha figurado la
tradición de fusilar a los tenores.
Le sucedió a José Cura en sus tiempos de plenitud. Le
ocurrió traumáticamente a Giuseppe Sabbatini, pero Camarena ha convertido
su debut madrileño en un expediente urgente de adopción.
"Las emociones nunca deber llegar al extremo
de controlarte"
"Sabía que el público del Real es muy
exigente. Y notaba mi responsabilidad, pero desde el principio percibí que
había una comunicación perfecta con el otro lado del escenario. Nos entendimos
muy bien. Hubo un ejercicio de recíproca generosidad". Camarena es alumno
de Francisco Araiza y forma parte de la inagotable cantera de tenores
mexicanos. No es un cantante oscuro como el cuate Rolando Villazón, ni un
lírico ortodoxo como Ramón Vargas, pero tampoco se le puede definir en los
término de un tenor ligero, por mucho que el repertorio belcantisa lo exponga a
ciertas proezas olímpicas.
"Mi modelo de referencia sería Alfredo Kraus,
respecto al repertorio que él cantaba. Fue muy inteligente en saber dónde estaban
sus límites. Sabía que era el mejor en aquello que cantaba. Y pienso que ése es
un buen criterio. Me impresiona de Kraus su dominio técnico, su expresión
corporal, más allá de la serenidad y la clase con que se mostraba en el
escenario". Viene a cuento el homenaje porque se cumplen 15 años
de la muerte del mito canario y porque Camarena es una suerte de
epígono, como lo prueba, entre otros papeles, el personaje protagonista de 'La
fille du régiment'.
"Tiene gracia lo que sucede con esta ópera,
porque el aria verdaderamente difícil no es la de los nueve do de pecho, sino
la del segundo acto, aunque el público no tiene esa percepción. Sospecho que
acuden a ver al tenor subido al trapecio. Y creo que se exagera la importancia
de las notas agudas. A veces ocurre que un fallo en una de ellas malogra toda
una interpretación o toda una velada, más o menos como si el público apreciara
menos la línea de canto, el fraseo o la implicación artística que el momento de
la estocada".
Se ha instalado en Suiza Camarena. Vive en Zurich
como referencia del teatro local -y vaya teatro- y consciente de que su
prestigio como cantante le ha permitido ofrecer a sus dos hijos pequeños una
solución a los problemas de violencia en México, más allá de una educación
cosmopolita. "Amo a mi país, lo extraño, pero en México no me puedo
permitir que mis niños jueguen en la calle. Y en Suiza puedo ofrecerles un
porvenir mucho más franco", concluye Javier Camarena.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/10/22/54469dac22601ded7d8b458f.html
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