“¡Cantad al Señor,
Porque ha triunfado
con gloria!
El Señor reinará por
los siglos de los siglos.
Al caballo y a su
jinete los ha arrojado en el mar”.
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Final de Israel en Egipto, Éxodo, 15:21.
Música de George F. Haendel (1685-1759). Oratorio sacro para
solistas y coro doble. (Segunda versión). Libreto atribuido a Charles Jennens
(1707-1773), basado en los libros del Éxodo y de los Salmos. Estrenado el 4 de
abril de 1739 en el King´sTheatre de Haymarket, Londres. 14 de abril, 2019
Ha sido muy inteligente y
sensible, la propuesta del Auditorio Nacional de Madrid, Universo Barroco, de
ofrecer en tiempos fronterizos de la Semana Más bien intentaremos acercar al
oyente al pensamiento de que la música adecuada en determinadas celebraciones,
puede contribuir a cierto sincretismo religioso civilizado y solidario,
favorable al entendimiento y la convivencia entre distintos pueblos.
De hecho, el sentido texto que desarrolla la partitura haendeliana,
se puede referir perfectamente al cristianismo o al judaísmo, porque hace
referencia a la palabra del Libro.
The Sixteen, Coro y orquesta, fue invitado a ilustrar en Madrid
esta propuesta. Se trata de un coro
británico especializado en música renacentista y barroca fundado por Harry
Christophers en 1977. Son conocidos sobre todo por sus interpretaciones de polifonía
de compositores ingleses.
Sus componentes proceden en su mayoría de los coros de la
Universidad de Oxford y Universidad de Cambridge. El coro tiene su propia
orquesta, llamada The Symphony of Harmony and Invention y, en ocasiones,
también The Sixteen Orchestra.
Desde el año 2001, el grupo posee su propia compañía discográfica llamada Coro, con la que lanzan sus nuevos discos y reeditan sus antiguas grabaciones procedentes del desaparecido sello Collins Classics. The Sixteen aparece regularmente en una serie de televisión de la BBC, llamada Sacred Music.
Visitan regularmente las principales salas de concierto y están presentes en todos los festivales de América, Asía, Europa. La orquesta toca instrumentos de época y ha sido fundamental para la serie continua de oratorios de Haendel.
Se trata de un conjunto profusamente reconocido y premiado que
muestra su compromiso con el futuro de la música coral en el proyecto Genesis
Sixteen, con el primer programa de Reino Unido de entrenamiento coral para
ayudar a los cantantes entre los 18 y 23 años, en la superación de la
transición de estudiantes a la vida como artistas profesionales.
Su director, Harry Christophers (nacido el 26 de diciembre de 1953
en Kent, Gran Bretaña), es considerado uno de los mayores especialistas en
música barroca y renacentista del momento.
Christophers asistió al King's School, de Canterbury, trabajando
como corista en su Catedral bajo la dirección del director de coro Allan Wicks
y tocando el clarinete en la orquesta de la escuela junto a Andrew Marriner. Ha
citado como sus influencias musicales durante la infancia a los Rolling Stones,
Brahms, Mahler, Stravinsky y Jethro Tull.
Christophers ha contribuido, entre actividades de giras y
actuaciones por todo el mundo y en su país, el Reino Unido, al catálogo de
grabaciones, con casi 90 títulos, por los que ha sido galardonado con el Grand
Prix du Disque por El Mesías de Handel, numerosos Schallplattenkritik, el
Gramophone Award de Música Antigua y más recientemente, el prestigioso Classical
Brit Award 2005, por su disco Renaissance. Es también Baballero de la Orden del
Imperio Británico, por su contribución a la música.
La obra del
Auditorio
¿Pero qué sabemos realmente de esta partitura y de los sufrimientos de du autor, al ver cómo públicos distintos la rechazaban en todas sus diferentes versiones?
Cuando Georg Friedrich Haendel compone Israel en Egipto el
compositor estaba alejándose a toda prisa del género operístico de notoria
influencia italiana, para asentarse definitivamente en el oratorio. Después de
muchos años triunfando, con títulos como Rinaldo, Acis y Galatea, Radamisto o
Julio César, ya no conectaba con el público en su patria de adopción, el Reino
Unido. De hecho, las composiciones de los 30 del siglo XVIII fueron
especialmente mal recibidas, como Alcina (1735), Arminio, Giustino y Berenice
(las 3 de 1737), representadas poco para alguien considerado uno de los
príncipes de la música en Europa.
Haendel, debilitado por la enfermedad y la mala situación
económica, debió pensar qué estaba sucediendo y dónde habían quedado, como
escribía el poeta francés François Villon, “las nieves de antaño”, su antigua
gloria y reconocimiento.
En octubre de 1737, Federico de Prusia comunicaba a Guillermo de
Orange que Haendel ya formaba parte del pasado. Con la generosidad de la que
carecen, paradójicamente, algunos mecenas, comentó: “Su inspiración se ha
agotado y su gusto se ha visto superado por la moda”.
Israel en Egipto fue mal recibido, como el oratorio Saúl. Cuando se
estrenó el Daily Post recogió las impresiones causada en el auditorio. En
general, el público echó en falta la
casi total ausencia de dúos y arias para los solistas, cuyo lugar preponderante
habían ocupado los coros.
Pasados los siglos y las pasiones, Sansón, Judas Macabeo, todos
miembros de un enorme elenco bíblico y religioso, y también Israel en Egipto se
clasifican entre las más relevantes partituras de Haendel.
De hecho, Israel en Egipto marca la ruta para el futuro Mesías, con
su rico lenguaje armónico y la originalidad en la concepción de las fugas, su
fantástica textura sonora y la recolocación en la escena de la escritura coral,
dependiente en gran medida hasta ese momento, del capricho y lucimiento de los
solistas.
Las arias y los dúos aquí carecen de la importancia que podrían
haber tenido en las óperas y se justifican para permitir la continuidad de los
grandes números corales. Y además, buena parte de su música provenía de
anteriores composiciones, algunas, propias, otras, ajenas.
Hay dudas de qué versión presentar ahora, pero Los Sixteen
escogieron una con 39 números, dividida en 2 partes, la primera de 16, titulada
El Éxodo y la segunda, con el resto de secuencias, llamada el Cántico de
Moisés.
El concierto
La convocatoria no ofrecía dudas sobre el resultado, tampoco los a priori del equipo que daría vida a una música espiritual, recogida, pero con reseñables momentos de brillantez y esplendor.
El coro de The Sixteen es de primera categoría, un lujo de participantes, tratamiento del trabajo en grupo como un proyecto común y solidario, que termina en un enorme éxito para todos y cada uno de los que hacen la velada. Pura tradición y quintaesencia Oxbridge.
En realidad, muchos de ellos tenían una exhibición particular, pero
se trata de una partitura y de una formación sobre todo coral, en lo
instrumental y en lo vocal.
Gran afinación del conjunto entero, menos clara en algunos casos de
los solistas, belleza y elegancia en el fraseo, la expresividad y una dicción
perfecta, como era de esperar en intérpretes ingleses en su propia lengua.
El maestro Walters tiene una especial sensibilidad para este tipo
de dirección, él mismo músico de amplio espectro. Una imagen contenida, pero
franca y dandy desde el podio, desde donde acompañó a su conjunto, canturreando
bocca chiusa, y a los solistas y finalmente al público, en los saludos, orientándose hacia todos los lugares del
Auditorio, polivalente y complejo en lo espacial. La conexión entre las voces y
los instrumentos no pudo ser más perfecta, como un delicado mecanismo de relojería.
En la orquesta destacó el sonido clarísimo y fácilmente
identificable de los violines, con Sarah Sexton (la concertino) al frente.
Sorprendente Robert Howes en los timbales y muy reseñable la actuación de los
metales, como los sacabuches de Susan Addison, Stephanie Dyer y Stephen
Saunders y las trompetas de Robert Farley y Christopher Pigram.
Muy bien también el continuo de Sarah McMahon e Imogen Seth-Smith
(violonchelo) y Pippa McMillan , musicales Sally Jackson y Damian Brasington (
en los fagotes), y Alastair Ross y Christopher Glynn (en los órganos
positivos).
En este tipo de repertorio, los solistas vocales, no pueden
considerarse al mismo nivel que los solistas de ópera al uso. La exigencia, por
su imbricación en el resto de la masa sonora, y el resultado, suelen ser menos
brillantes, menos protagonistas.
Habría que citar además a la soprano Julie Cooper y su compañera
Katy Hill, excelente esta última y a los dos contratenores, Daniel Collins y
Edward McMullan. Muy especialmente a
Mark Dobell, conocido y apreciado por los melómanos, que se diferenció
bastante positivamente en su actuación. También a los bajos Ben Davies y Eamonn
Dougan, el segundo de los cuales llevó a cabo una deslumbrante performance.
Aunque el aforo no estuviera al lleno total, seguramente por las vacaciones escolares, el público presente ofreció un aplauso compacto y entusiasta a las formaciones que dirigió Harry Christophers. Well done!
Aunque el aforo no estuviera al lleno total, seguramente por las vacaciones escolares, el público presente ofreció un aplauso compacto y entusiasta a las formaciones que dirigió Harry Christophers. Well done!
Alicia Perris
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