Invitas al bueno de Stephen King a pasar una semana entre nosotros
y huye a los dos días. MARK LENNIHAN AP
Un país en el que un líder político se manifestara en contra de la
eutanasia desde una plaza de toros en la que el respetable pidiera las orejas
del enfermo terminal que acabara de poner fin a su agonía. Imagínenlo. Suena a
argumento de película gore, pero podría suceder en España de un momento a otro
(en el caso improbable de que no haya sucedido ya).
Ahí estamos, en el cine,
rodeado de niños poseídos por el diablo que celebran a carcajadas las
ocurrencias de Abascal con un tambor gigante de palomitas entre los muslos. La
otra cara del terror es la risa, tal es al menos lo que la prensa se empeña en
demostrar. Los partidarios de la pena de muerte vociferan en contra del aborto
y los cristianos de raza (si eso existe) claman por la desaparición de la educación
gratuita y la Seguridad Social. En cuanto a los obispos, pregonan desde el
púlpito las excelencias del matrimonio y de los hijos mientras ellos permanecen
célibes, aunque no necesariamente castos, en el interior de sus mansiones
evangélicas, rodeados de una servidumbre compuesta por monjitas. Se lo dijo el
Papa a Évole: la Iglesia es femenina.
El choque de la vida real con los discursos delirantes de la
campaña produce cuadros psicóticos. Algunos candidatos intentan que las piezas
encajen, pero la disociación mental provoca en los contribuyentes alaridos de
pánico y risotadas de histeria. A veces, los alaridos parecen risotadas y las
risotadas alaridos. Invitas al bueno de Stephen King a pasar una semana entre
nosotros y huye a los dos días. Hay que ser muy español y mucho español para
tragarse todos los capítulos del biopic de Villarejo sin brotarse. Los árboles
están en flor, pero no sabríamos decir si es por la primavera o por un ataque
de locura.
https://elpais.com/elpais/2019/04/18/opinion/1555586983_828111.html
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