El actor británico
presenta en el BCN Film Fest el documental ‘Pintores y reyes del Prado’, un
paseo por la pinacoteca madrileña
CARLES GELI
SARA VEGA
Jeremy Irons, este
lunes en Barcelona en la presentación del documental 'Pintores y reyes del
Prado'. JORDI VIDAL (WIREIMAGE)
Quizá desde su
interpuesto personaje de Charles Ryder de la inolvidable adaptación televisiva
de Retorno a Brideshead (1981), cuando miraba extasiado las maravillas de la
mansión familiar de su amigo Sebastian Flyte, Jeremy Irons no había contemplado
tanta belleza artística junta. Tanta como la que le ha proporcionado ser la voz
y el privilegiado guía de Pintores y reyes del Prado, documental de la italiana
Valeria Parisi que el actor inglés ha presentado este lunes en la capital
catalana en el marco de la tercera edición del Barcelona Film Festival.
El protagonista de
El misterio von Bülow aceptó con cierta displicencia inicial el encargo. “Me
gusta España, tenías tres días libres y sonaba bien eso de estar por el Prado,
pero luego fue mucho más interesante de lo que imaginé: había muchas y muy
buenas ideas de iluminación, todo está muy bien trenzado, se salta en desorden
pero con mucha energía de una sala a otra… Fue en verdad vigorizante”, ha
explicado el actor. Con traje oscuro y un pañuelo al cuello, Irons pasea su
porte de gentleman por las salas de un Prado vació que llena con una voz tan
vigorosa como sugerente. Había estado “dos veces antes” en la pinacoteca que
cumple su bicentenario, pero ha sido ahora cuando ha captado su esencia. “Hay
muchos lienzos, y no todos igual de interesantes, pero los viajes de los reyes
españoles a Italia, entonces parte del imperio, producen una mezcla fantástica.
Es como el Hermitage ruso de Catalina la Grande… Refleja el gusto de los ricos;
en ese sentido, es un museo grandiosamente ecléctico”.
En un esfuerzo
meritorio que reduce justo a la mitad el tiempo ya suicida que propuso Eugenio
d’Ors en su brillante Tres horas en el Museo del Prado, desfilan por el
documental medio equipo directivo del centro y sus mejores piezas, intercalados
con sentidos testimonios, como el de Marina Saura, hija del pintor, quien la
llevaba cada domingo al centro junto a sus hermanas. Irons, se nota, está en su
salsa, tocado por el hechizo del arte desde bien pequeño: “En el internado nos
proyectaban una veintena de reproducciones de grandes maestros como Manet o
Goya y los sábados, películas clásicas de todos los tiempos, desde Buster
Keaton…”. De ahí una profesión, pero también una afición que hace, confiesa,
que a veces encuentre cuadros “de los que no pudo prescindir” y así ha ido
conformando una pequeña colección de lienzos que “tienden a ser de entre 1880 y
1930, bastante románticos”. Un marchante le dijo una vez que era “un
coleccionista inusual: la mayoría saben quién pintó el cuadro, pero nada sobre
el lienzo ni porqué les gusta; a mí me pasa siempre al revés: me olvido de los
nombres, pero puedo decir de cada uno dónde y por qué lo compré. A veces veo un
cuadro, lo dejo y me voy; luego regreso una semana después, vuelvo a mirarlo,
pienso que es demasiado caro y me vuelvo a ir… Y al cabo de cinco visitas es
mío, me he hecho amigo del cuadro”.
La conexión es tal
que hasta las pinturas, dice, le hablan. Sucedió no hace mucho, en París,
cuando encontró en un mercadillo un lienzo antiguo de una mujer sentada, una
criada. “Estaba cosiendo; la cabeza era un trabajo extraordinario, el cuerpo,
no tanto; vi rápido dónde lo colgaría en mi dormitorio, por los colores y la
luz, y así lo hice; todo perfecto, y de golpe, el cuadro se puso a gritar:
‘Sácame de la habitación’; lo dejé en la misma pared de abajo, de la sala de
estar… Y ahí está. La miro y está contenta. Es una relación muy personal: era
una chica demasiado modesta para estar en la habitación”.
Dice el actor,
coleccionista también de premios (tiene un Oscar, un Tony y un Emmy), que el
cuadro que escogería del Prado sería, “porque no me acuerdo de otros pintores”,
Las meninas de Velázquez. “Es el único cuadro en el que tenemos la visión de
quien está siendo pintado, las dos personas que están en el espejo: lo que
estamos viendo es lo que ellos ven”. Y si tuviera que encarnar en la pantalla
un pintor, sin duda, sería Goya. “Me gustaría interpretarle, me fascina; algo
le pasó en los últimos años de su vida. Está el nexo con los amigos de la
escuela, sus relaciones homosexuales, el abandono de su familia, el satanismo y
otras cosas extraordinarias que explican sus cuadros oscuros… Me interesa ver
cómo un hombre al final de su vida puede ser capaz de cambiar completamente con
relación a él mismo y a su trabajo”.
No está de acuerdo
el actor inglés (Coves, Isla de Wight, 70 años) en que este tipo de
documentales estén destinados a un público reducido, unos happy few en un
contexto de menosprecio general por la cultura. “La gente necesita mirar atrás
para entender el mundo de hoy y la prueba es el éxito de documentales de
Discovery Channel o National Geographic…”. Menos le inquieta aún que sea
pensado para el cine, donde se estrenará en España en octubre. En esa línea,
ecléctico, quizá porque ha participado en casi una veintena de proyectos
televisivos, no está demasiado de acuerdo con Steven Spielberg en su batalla
para que la Academia de Hollywood no deje participar en los Oscar a películas y
series principalmente distribuidas por plataformas de streaming. “Solía pensar
que no quería trabajar en televisión porque uno trabaja tanto para una película
de tele como para un largometraje y luego la gente no le da importancia y
cambia el canal o salta al fútbol mientras pasan la peli… Pero todo eso ha
cambiado con el streaming y el video bajo demanda, donde decides qué, cuándo y
dónde ver. Spielberg se equivoca. Un buen trabajo es un buen trabajo, se vea
donde se vea”. ¿Pero siempre habrá cines? “Siempre: el cine implica un hecho
social distinto; creo que es mejor, personalmente, pero yo mismo veo gran parte
de trabajos de cine en televisión; voy al cine una vez cada dos semanas y, en
cambio, veo dos o tres películas por televisión a la semana. Está en manos de
los distribuidores encontrar una manera de llenar las salas. ¿Cómo? Haciendo del
hecho de ir al cine una experiencia agradable”.
Ha acabado Irons su
participación en Watchmen, que engrosará una filmografía de más de medio
centenar de títulos donde hay tantas cabañas (La pantera rosa 2, Assassin’s
Creed, La liga de la justicia…) como palacios (M. Butterfly, Inseparables…).
“Intento mezclar esos proyectos a conciencia: aquellas películas que te
presentan a grandes públicos te sirven para atraer la atención a películas más
pequeñas. Mi motivación es siempre un papel interesante, algo que me llene;
prefiero las pequeñas, claro: no me dan tanto dinero, pero bueno, uno también
envejece e intento trabajar menos, para poder hacer otras cosas, como ir a
museos y comprar arte”.
CONTRA EL PELIGRO DE
ABURRIR Y EL "MAL DE ESPALDA DE MUSEO"
SARA VEGA
8.000 obras de arte
y 200 años de historia en menos de 90 minutos. Ese era el gran reto al que se
enfrentaba la directora Valeria Parisi cuando se puso al frente de Pintores y
reyes del Prado, el documental que recorre las obras y autores más ilustres del
histórico museo, y que se presentó el pasado sábado como parte de la
programación del Barcelona Film Fest. “Cuando empecé a estudiar el proyecto con
la guionista, Sabrina Fedelli, al principio nos sentimos superadas por la cifra
de obras de arte —1.700 piezas expuestas y otras 7.000 archivadas— que tenían
que caber en una hora y media de metraje” admite Parisi.
No obstante, la
directora considera que ese no fue el gran reto. “El mayor peligro que
corríamos era ser aburridos. No se trataba de narrar la vida de un artista como
Van Gogh o Gauguin, sino que había que explicar la grandeza de una institución
como el Prado, que es algo más cansado. De hecho, cuando llevo a mis hijos a un
museo, al cabo de un rato ya se quejan de que tienen dolor de espalda de museo”
comenta la directora. “Queríamos demostrar que el museo es una cosa viva, y por
eso quise mezclar las escenas del museo con imágenes de baile o de Venecia,
Nápoles y Extremadura”. Le llama a eso “reclamos visuales, un punto
experimental, si se quiere, un toque incluso femenino”.
El documental, una
coproducción de Dirigido de 3D y Nexo Digital creado por Didi Gnocchi,
aprovecha el bicentenario del Prado, fundado en noviembre de 1819, para viajar
en el tiempo a lo largo de la historia de la institución madrileña,
combinándolo con la de su colección y sus personajes, y todo ello, guiado por
la voz del actor Jeremy Irons. “En una época de gloria para el género del
documental, podíamos plantearnos tener una figura de narrador que nos guiara
por la trama. Y Jeremy Irons, por su credibilidad, su cultura y su pasión, era
la elección perfecta. Además, es un actor humilde, que le ha puesto mucho
interés y que se nota que le gusta” asegura Parisi. “Nosotros no queríamos que
nuestro narrador fuese un personaje, queríamos que el actor se interpretase a
sí mismo, que fuese alguien que supiera explicarlo y documentarlo a su público
con su empatía y su capacidad de comunicación… Así que hemos tenido mucha
suerte con él”.
El documental se
estrenará en cines españoles en otoño de 2019, pero el certamen barcelonés ha
ofrecido este fin de semana la oportunidad exclusiva de verlo en los cines
Verdi. Según Parisi, autora también de El tren de Sottsass, sobre el
arquitecto, producir documentales para el cine “implica un presupuesto
distinto, y trabajar para un público distinto”, pero es una propuesta que, a
día de hoy, tiene un mercado importante. “Puede que el mundo de la cultura sea
más difícil, pero nosotros llevamos tiempo dedicándonos a esto y funciona, así
que tiene que haber un mercado, una audiencia sedienta de cultura, y aunque
este sector no te haga tan rico como las producciones comerciales, a mí me da
mucho más”.
https://elpais.com/cultura/2019/04/29/actualidad/1556557052_159079.html
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