La declinante
participación en las elecciones europeas y el auge de los nacionalismos apunta
a la necesidad de hallar nuevas ideas. Para ello, quizás la política debe
buscar en nuevos lugares
ANDREA RIZZI
Katarina Barley (con
el micrófono), cabeza de lista a las elecciones europeas del partido alemán
SPD, en Saarland, este viernes. PICTURE ALLIANCE GETTY IMAGES
Quedan tres semanas
para que unos 350 millones de europeos sean convocados a las urnas para elegir
el nuevo Parlamento común. Partidos de toda Europa afilan sus armas
electorales. El cuadro en que esta convocatoria se produce no es halagador para
los sostenedores del sueño de integración europea. Cuatro décadas de constante
caída de la participación (pese al incremento de las competencias de la
Eurocámara) y años de subida del apoyo a las formaciones que abogan por un
repliegue nacionalista dibujan un sombrío escenario.
En paralelo, se
desenvuelve una gran metamorfosis del panorama político, con el colapso de los
partidos tradicionales (nótese como en España acaba de ganar una formación
histórica como el PSOE, pero con un apoyo equivalente al de la derrota que hizo
dimitir a Rubalcaba en 2011, y que la suma de sus votos con el PP es la más
baja de siempre, un 45%).
En este panorama,
parece obvio que los partidos europeístas (y los tradicionales) deben ir en
búsqueda de ideas radicalmente nuevas. En una interesante entrevista concedida
a este diario, el filósofo alemán Markus Gabriel llamaba a sus colegas a un
activismo intelectual paneuropeo, a plasmar una filosofía europea que aspire no
solo a diagnosticar, sino a reparar. Quizá, del otro lado, los políticos
también deben ir más en búsqueda de ideas fuera de los caladeros tradicionales
de politología, economía, sociología. Atreverse a pensar fuera de los esquemas.
Escuchar a los filósofos. También a poetas, novelistas, artistas. Quizá
encuentren ese vuelo que desde luego la ciudadanía no ve en ellos, según el
irrefutable epitafio de las urnas.
Las sendas de
inspiración pueden estar por doquier. Las propuestas para un nuevo milenio de
Italo Calvino, formuladas en 1985, quizá sirvan de ejemplo. Fueron concebidas
como un ciclo de conferencias literarias para la universidad de Harvard. Pero,
en contraluz, el que quiera, entrevé senderos intelectuales chispeantes que
iluminan toda clase de camino, no solo el literario. Incluido la Unión Europea
del nuevo milenio.
Calvino enuclea en
ellas valores literarios que considera fundamentales para el milenio que se
aproximaba: ‘levedad’, ‘rapidez’, ‘exactitud’, ‘visibilidad’, ‘multiplicidad’.
Su visión es extraordinariamente actual y seductora. Calvino no descalifica los
valores de los conceptos antitéticos y explica porque prefirió estos. ¿Sugieren
algo para la política europea de este siglo? Quizás. Sigue un modesto y muy
sintético intento de mostrar como la agudeza de la mirada de un titán europeo
abre autovías de pensamiento en otro tiempo y otro espacio.
Levedad
Ante la sensación de
un mundo que se petrificaba, Calvino explica que optó por la levedad como
antídoto en su literatura. No es ligereza, mucho menos frivolidad. Es restar
peso. Evitar que el peso aplaste. Es agilidad del pensamiento y emocional. “Hay
que ser ligero como el ave, no como la pluma”, advierte, citando a Paul Valéry.
Poder o hacer volar, no ir con el viento (Cabe preguntarse si el abrupto giro
de Casado es de ave o pluma…).
Este concepto de
Calvino apunta a un lugar interesante en la política actual. Las fuerzas
nacionalistas –que por la dureza de sus planteamientos se puede tener la
tentación de identificar con el concepto antitético a la levedad: el peso- han
logrado una fuerte activación emocional en muchos ciudadanos. Adoptan una retórica
vibrante, esgrimen conceptos simples y directos que tocan fibras profundas. Una
respuesta puramente racional a sus argumentos a menudo no logra cortocircuitar
es bucle emocional. Quizá la respuesta es el ave de Calvino/Valéry, dar con los
acordes dialecticos emocionales que hagan volar. El ascenso de Obama tuvo mucho
a que ver con esa capacidad inspirativa.
Rapidez
Si para encarar un
mundo que se petrifica Calvino opta por la levedad, ante una vida cada vez más
veloz, abraza… la rapidez. En una época en la que incluso personas cultas y
acostumbradas a profundizar raramente mantienen su concentración más de unos
minutos sin volver a poner una yema y dos pupilas en la pantalla de un móvil,
la lentitud es un suicidio. Hay que lograr mayor velocidad. Que las cosas
avancen, a un ritmo que no genere frustración por el abismo entre compases
institucionales y vitales. Pero la verdadera cuestión es, ¿qué tipo de
velocidad? La que abraza Calvino no es el estéril picotear entre mil flores que
parece ser el signo de los tiempos. No es una reactividad histérica y
superficial, “sino entregar(se) a la línea recta en la esperanza de que (nos)
convierta en inalcanzable(s)”: calcular bien la línea de fuga y entonces
lanzarse en ella como una flecha y desaparecer en el horizonte. Una brutal
claridad de objetivos y del camino para conseguirlos en un mundo disperso. Con
una velocidad acorde a nuestro tiempo (y que Calvino veía venir en 1985). ¿Ha
calculado bien la UE su línea de fuga? ¿Viaja en ella con suficiente rapidez?
Defensa y Zona Euro son áreas fundamentales de desarrollo, pero igualdad de
género y medioambiente quizá tengan más arrastre en la ciudadanía.
Visibilidad
No se trata aquí de
la banal visibilidad de la figura de uno hacia fuera en la sociedad –sin duda
necesaria en política pero insuficiente-, sino de la capacidad de percepción de
figuras de la imaginación que uno tiene dentro y de su representación hacia
fuera. “Si he incluido la visibilidad en mi listado de valores que hay que
salvar es para advertir del peligro que estamos corriendo de perder una
facultad humana fundamental: el poder de enfocar visiones a ojos cerrados, de
hacer brotar colores y formas con la alineación de caracteres alfabéticos”,
escribía Calvino. El peligro es mucho mayor ahora que entonces, en una sociedad
arrastrada por un torrente de estímulos, tentaciones, distracciones exteriores
audiovisuales que resecan la vida interior. Es decir, el lugar donde pueden
hallarse imágenes/ideas que elevan.
A veces una idea
simple, brillante, reconocible construye más que una lluvia de dinero. Piensen
en el Erasmus. Un proyecto que con un presupuesto contenido ha probablemente
hecho más para la integración de Europa que el descomunal desembolso en la
Política Agrícola Común durante décadas. Hecha la UE, queda por hacer los
europeos. Piensen cómo.
https://elpais.com/internacional/2019/05/03/actualidad/1556901913_897253.html
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