Mitridate (o Mitrídates), re di Ponto, de Wolfang Amadeus Mozart, Palau de Les Arts Reina Sofía, Valencia, 26 noviembre 2020. Ópera en versión concierto. Libreto, Vittorio Amedeo Cigna-Santi, a partir del drama de Jean Racine (hacia 1673).
Reparto
Dirección musical, Marc Minkowski.
Orquesta, Les Musiciens du Louvre.
Mitridate, Michael Spyres.
Aspasia, Julie Fuchs.
Sifare, Elsa Dreisig
Farnace, Paul-Antoine Benos-Dijan.
Ismene, Sarah Aristidou.
Marzio, Cyrille Dubois.
Arbate, Adriana Bignagni Lesca
Fotos: MIKEL PONCE.
Wolfgang Amadeus Mozart, tenía 14 años de edad, cuando en Milán, el
conde Firmian le hizo la propuesta de componer
Mitridate re di Ponto, a partir de un libreto de Cigna-Santi, dando
lugar a una obra maestra (muchos no la consideran así por desconfianza a la
juventud del compositor seguramente), un ejemplo de exigencias para músicos
(aquí con instrumentos de época) y cantantes, en un territorio que se dio en
llamar “canto di sbalzo”.
Mitridate es un modelo clásico italiano perfumado al Barroco, con concertante/aria da capo, coloraturas y
agilidades, recitativos, una trama compleja para una obra que evoca otro de los
enemigos acérrimos de la República Romana, Mitridate, que no eran ni serían
pocos. Originalmente concebida para tres contratenores, de los cuales se
conserva en esta ocasión, el que se corresponde con el rol de Farnace, para el
que se había convocado en principio al cantante polaco en evidente alza de
popularidad, Jakub Józef Orlínski, que canceló.
Hace ahora 250 años tuvo lugar la prima en el milanés Teatro Regio Ducal en diciembre 1770. Dirigía
el propio compositor y tuvo mucho éxito, pero se mantuvo desaparecida hasta que
fue recobrada hace unos años.
La historia, con bastante personajes y por momentos algo confusa, transcurre en Ninfea, puerto de Crimea en el Reino del Ponto en el año 63 a. C. El protagonista es el rey Mitrídates VI Eupator (132-63 a. C.). Enzarzado en sus luchas contra los romanos, deja a su prometida Aspasia al cuidado de sus hijos: Farnaces y Sifares. Después de sufrir una severa derrota, Mitrídates es dado por muerto. Arbate, el gobernador de Ninfea, da la bienvenida a Sifares que está enfadado con su hermano, Farnaces, debido a los fuertes lazos que lo unen a los romanos, sus enemigos. Arbate jura lealtad a Sifares. Aspasia ruega a Sifares, para que la ayude a resistir los avances de Farnaces. Sifares acepta sus súplicas, y al tiempo revela su amor por ella. Aspasia ama secretamente a Sifares. Como se trata de una ópera seria, el final es evidentemente trágico.
En la instrumentación original se interpretaba con 2 flautas, 2
oboes, 4 cornos, 2 fagotes, 2 trompetas, timbales, cuerdas y bajo continuo. Y
la estructura musical consta de una obertura, veintiún arias, una cavata, una
cavatina, un dúo y un coro final. Mozart intercaló siete recitativos
acompañados. De las piezas vocales de esta ópera, destacan la N.º 4, Aria de
Aspasia: Nel sen mi palpita, el aria de Mitrídates, una joya en la voz del
tenor Michael Spyres, Se di lauri il crine adorno, el aria de Aspasia: Nel
grave tormento, el dúo de Sifares y Aspasia,
Se viver non degg’io. Dúo al final del segundo acto en el que los dos
declaran su amor y el aria de Ismene, Tu sai per chi m’accese.
Como ya se indicó, el texto originario era el Mithridate de Racine
(1673); fue traducido por el abate Giuseppe
Parini. Vittorio Amadeo Cigna-Santi
arregló esta traducción para la ópera de Mozart. Este poeta residía en Turín y
envió a Milán el libreto por partes. La historia de Mitrídates ya había sido
puesta en música con anterioridad, por Quirino
Gasparini.
Célebre por haberse acostumbrado progresivamente a los venenos por
mitridatización, este rey resistió bastante tiempo a los Romanos, proyectando
incluso la invasión de Italia. Acabó suicidándose tras ser traicionado por su
propio hijo. Racine reunió algunos episodios de la vida de Mitrídates en una
sola jornada (la reglas de “las tres unidades” clásica), y como era habitual en
él, concedió gran importancia a las intrigas galantes. Pero la dimensión épica
está mucho más presente que en otras tragedias. En el terreno estilístico, la
obra se caracteriza por un gran número de discursos largos y monólogos.
Habría que destacar que Mitrídates fue la tragedia preferida por
otro rey, Luis XIV, él mismo organizador de lujosas fiestas donde actuaba en
Versalles y otras salas de palacios de la nobleza, como se vio en la cinta Le
roi danse (2000) (distribuida en español como La pasión del rey), dirigida por Gérard Corbiau.
En cuanto a la vivencia en las salas de música de aquella época, se tiene conocimiento por la propia familia del compositor y un relato del inglés Charles Burney, como relata un crítico francés, de cómo era el ambiente de la ciudad y de la propia sala. Eran lugares que recordaban los circos máximos o coliseos de la antigua Roma o los griegos, donde el público estaba todo el día, en medio del ruido, la comida, y el juego. Incluso se encendían chimeneas y el duque contaba con la disponibilidad de una cámara y un comedor.
Marc Minkowski es un director muy
bien considerado en Europa, aunque a veces en España se pueda leer que le falta
cierta “sofisticación” en su buen hacer como capitán de la nave y también a la
hora de suprimir compases.
En unas declaraciones anteriores, refiriéndose a la idiosincrasia del Mitridate mozartiano, el director francés expresó que hay una clara influencia en el tercer acto del estilo de Glück, convirtiéndose Mitridate en el paradigma romano e Idomeneo en una tragedia griega, pero en el mismo estilo que La clemenza di Tito. A partir de su madurez y juventud, Mozart cree el director galo- se volverá más ligero y también subyugado por el drama burgués y por la cotidianidad de la vida, con los libretos de las óperas de Da ponte, intemporales y con sus personajes de época, modernos, hasta incluso la actualidad.
Minkowski, de familia de músicos, melómanos y científicos, debido a
que tenía su residencia en la rue de Rivoli, calle de El Louvre y otras
exquisiteces parisinas de todo tipo, se le ocurrió darle a su conjunto, de gran
reputación musical y artística, el nombre del icónico museo.
Se trata de una formación a la cual este apelativo le va como un guante, respetuosa, atenta, de una gran eficiencia a la hora de conjuntar y seguir a los cantantes, sonido cuidado y homogéneo, a los que Minkowski dedica no pocas atenciones y miramientos, a la hora de indicar entradas, valorar sonoridad y recompensar esfuerzos. Igual que en el caso de la trompa, a cuyo intérprete destacó especialmente a la hora de la recompensa de los aplausos, que fueron muchos durante toda la velada.
En cuanto a la labor
de los cantantes: Julie Fuchs, soprano, dibujó una Aspasia, llena de sentimiento, con buena emisión y
fraseo, pero al final de la primera parte parecía tener frío, porque se llevaba
reiteradamente las manos al cuello, lo cual no resulta extraño, ya que no
parecía que el coliseo hubiera encendido esa noche la calefacción y al menos
desde la localidad del primer piso se experimentaba un cierto congelamiento.
Se trata de una soprano elegante, sutil, refinada, como la Ismene a cargo de Sarah Aristidou, con ajustadas y generosas intervenciones. Muy bien además Cyrille Dubois, Marzio, en un rol del otro lado de la historia, como representante romano. Sifare estuvo declinado con holgura por Elsa Dreisig con un instrumento potente, que se dejaba oir con claridad, aunque tal vez, algo tenso en los agudos. Adriana Bignagni Lesca sacó lustre a su condición de soprano, en la coloratura, como Arbate.
El contratenor Paul-Antoine Benos-Dijan quien en el
papel de Farnace, tuvo que lidiar con una voz que no destaca por su belleza,
haciéndose en ocasiones mejor que en otras, con un desafío nada desdeñable por
la dificultad y la exigencia de su rol.
Y last but not least, el tenor norteamericano Michael Spyres ejerció como un Mitridate desde todos los aspectos, real. Ataviado con una vestimenta que le permitía la comodidad y estar abrigado, contrariamente a la exigencia de la ropa de las sopranos, más lujosas y de noche, posee una voz de tenor lírico en las fronteras de la condición de barítono,
con lo cual luce un registro holgadísimo, un centro bien desplegado, una zona baja potentísima y unos agudos donde triunfan las agilidades, porque apiana y retoma con una velocidad sorprendente y además tiene musicalidad, un fiato muy solvente y tierna línea de canto, más en la partitura que en lo escénico, donde representa a un monarca fiero y exigente, masculino y bien plantado, desafiante.
Fue algo fatigoso ir y volver a Valencia recorriendo más de 800 km, con una tormenta colosal a la vuelta (una “dana”, dicen ahora los meteorólogos,) y la organización mejorable del equipo de prensa. Contestan poco a los mails que le envió esta cronista, no dejan entrada de cortesía para un acompañante (asumible por la reducción del aforo, aunque la platea estaba escasamente poblada y todos los asistentes bastante juntos). Tampoco se envió la acreditación por mail o se avisó dónde se encontraría, con lo que fue llegar y esperar media hora al raso hasta que se solucionó y aclaró la acreditación, que redundó en una tercera fila de la primera planta, fría y desde donde apenas se apreciaba el rostro de los artistas. La tercera y cuarta planta de palcos, desierta. Se agradece, sin embargo, la rapidez con que Javier González, de comunicación, envió las fotos de la función.
Siendo positivos y quedándose con lo mejor de la noche, hay que insistir en un encuentro musical y artístico de alta calidad, con músicos y cantantes entregados y un director, Minkowski, que disfrutó relajadamente toda la función, en su mejor estilo, no solo cuando lo aplaudían, mientras no quitaba ojo y oído al sonido de sus músicos y al desempeño, noble y exigido, de los cantantes.
Alicia Perris
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