miércoles, 4 de noviembre de 2020

VIRTUOSO CONCIERTO DE GAUTIER CAPUÇON EN EL AUDITORIO NACIONAL

CNDM,  AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA | SALA DE CÁMARA 

Con Gabriela Montero, al piano. 

PROGRAMA

Robert SCHUMANN (1810-1856)

Piezas de fantasía, op. 73 (1849)

 I. Zart und mit Ausdruck (Dulce y con expresión)

 II. Lebhaft, leicht (Animado, ligero)

 III. Rasch und mit Feuer (Rápidamente y con fuego)

Felix MENDELSSOHN (1809-1847)

Sonata para violonchelo y piano nº 2 en re mayor, op. 58 (1843)

 I. Allegro assai vivace

 II. Allegretto scherzando

 III. Adagio

 IV. Molto allegro e vivace

Serguéi RACHMANINOV (1873-1943)

Sonata para violonchelo y piano en sol menor, op. 19 (1901)

 I. Lento. Allegro moderato

 II. Allegro scherzando

 III. Andante

 IV. Allegro mosso

Noche de ronda, a pesar del miedo

Mientras se ofrecía el mismo día y hora una velada en la sala principal del Auditorio, un recital de Juan Diego Flores, benéfico, con la asistencia de la Reina Sofía y su hermana Irene y el ministro de Cultura, en medio de un destacado despliegue de seguridad, Gautier Capuçon defendía un repertorio fantástico, de sorprendente lucimiento. Para cello y piano. Este último instrumento, lejos de ser un simple secundario, toma cuerpo en esta ocasión en estas partituras, ya que sus compositores fueron sorprendentes creadores de música para piano también. obras de grandes dificultades técnicas y expresivas, llenas de notas, como las que resonaran en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, concierto organizado por el CNDM.

El concierto

En la velada, todos en medio de la pandemia que convierte al público y a los artistas en héroes, al compartir espacio muy cerca y sentarse hora y media sin respirar, "masqués" (podría decirse "enmascarados", más que con mascarilla). Pero es tal la cascada de buenas vibraciones que desprende Gautier Capuçon, con una pianista que sin ser una gran virtuosa está a la altura del desafío, que lo podríamos comenzar a utilizar, definitivamente, al intérprete francés, como un poderoso talismán. Una potente cura antidepresiva contra el acartonamiento marmóreo y la rigidez que por momentos, invade este tipo de espectáculos y esta clase de salas de concierto. 

Gozar de una velada musical debería ser fuente de energía y de expansión, no de contracciones, contracturas, contradicciones y demás encorsetamientos al uso. Esta vez lo fue, mientras relucían los pizzicati y el arco ágil del joven maestro, que lucía esta vez un traje azul casi Klein casual y una camisa blanca con un esbozo de jaretas.

Texto, Alicia Perris. Fotos, Julio Serrano 

LÍRICA PARA DOS (Notas al programa de mano, por Luis Suñén)

En el precioso programa de esta tarde cobra especial relevancia el elemento lírico, ese impulso poético que alcanza su culmen en el Romanticismo que comparten, aun con medio siglo de distancia, los tres compositores que lo protagonizan. Las Phantasiestücke —Piezas de fantasía—, op. 73 fueron escritas por Schumann, en su fecundo 1849, para clarinete y piano, aunque se interpretan, asimismo, con el violonchelo o el oboe como compañeros del teclado. Las tres piezas deben tocarse attaca —es decir, sin solución de continuidad—, lo que las priva un poco de su carácter de lied —con una coda en segunda y tercera— y las transforma casi en una pequeña suite. 

Se ha dicho a veces que el calificativo «fantástico» no acaba de cuadrarles del todo, pero, en el muy romántico Schumann, no estorba en modo alguno. La primera es claramente nostálgica —está marcada «Dulce y con expresión»—, la segunda —«Animado, ligero»— es un pequeño Scherzo con su episodio central en escalas y la tercera se define a la perfección con su indicación de «Rápidamente y con fuego» y recupera el tema de la primera en su intermedio y de la segunda en la coda. 

La Sonata para violonchelo y piano nº 2 en re mayor, op. 58, terminada en el verano de 1843 y estrenada en Leipzig en el mes de noviembre, en uno de los periodos de máxima actividad de un Mendelssohn lleno de proyectos, es un perfecto arquetipo de sus modos y su estética. El primer movimiento, en el que ya observamos ese tratamiento igualmente virtuosístico de ambos instrumentos, es de una alegría exultante, con ese memorable primer tema que recuerda al de la Sinfonía italiana.


El Allegretto scherzando nos lleva al escenario casi feérico —y a veces sin casi— tan característico del autor, incluido un trío que pareciera querer llegar a lo más alto en lo lírico de su vuelo. El Adagio es una muestra de su amor por la música de Bach, con su coral presentado solemnemente por el piano y el recitativo a cargo del violonchelo. El Molto allegro e vivace es un rondó en el que volvemos a la alegría sin sombras del inicio. 

La obra de cámara de Serguéi Rachmaninov es tan escasa como intensa y se reduce, en la práctica, al Trío elegiaco y a esta Sonata para violonchelo y piano en sol menor, op. 19, escrita en 1901. El Lento. Allegro moderato nos sumerge de forma inmediata en el universo de un autor que había compuesto al mismo tiempo su Concierto nº 2, que sabe aunar la lógica formal con la libertad rapsódica, que deja fluir su desarrollo con enorme amplitud lírica y que concede a los dos instrumentos una importancia similar. En ocasiones se ha relacionado el Allegro scherzando con las Phantasiestücke de Schumann, pero el carácter del tema que hace las veces de trío es plenamente de Rachmaninov. El Andante, con sus dos motivos, tiene algo de sus Momentos musicales, de una suerte de meditación entre el ensueño y la inquietud. El Allegro mosso es una apasionada carrera hacia la exaltación final que culmina en una coda completamente afirmativa.


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