miércoles, 25 de noviembre de 2020

TEATRO DE LA COMEDIA, EL ENFERMO IMAGINARIO DE MOLIÈRE SE REINVENTA CON EFERVESCENCIA, HASTA FINALES DE DICIEMBRE


EL ENFERMO IMAGINARIO, DE MOLIÈRE. TEATRO DE LA COMEDIA. MADRID, 24 DE NOVIEMBRE, 2020

¿Casualidad o coincidencia? Cuando Helena Pimenta, a quien agradezco su confianza, me invitó a trabajar en este prestigioso teatro; yo, de gira aquellos meses,aprovechaba los momentos libres para releer a Molière. En uno de estos todavía interminables trayectos en tren para acceder al norte de la península repasando El enfermo, me vino a la memoria la fecha de su última representación, el 17 de febrero de 1673 horas antes de su muerte y acto seguido la de su bautismo, el 15 de enero de 1622; esa ceremonia religiosa solía ocurrir dos o tres días después del nacimiento, por lo que bien puedo suponer que fue el 12 de enero cuando vio la luz; y es ese mismo día y mes en que yo nací. Se me ocurrió entonces que el 400 aniversario de esa fecha estaba al caer, y que no podía dejar pasar la ocasión para homenajear a mi Patron. Los actores de la Comédie Française llamamos a Molière Patron, y al Teatro de la Comédie, La Maison de Molière. Y cada día, los actores y actrices, al entrar en esa Casa de Molière, saludamos al magnífico busto del comediógrafo, esculpido por Houdon, pellizcándole la nariz y diciendo: Bonjour, patron. Huelga decir que, con los siglos, a Molière le brilla la nariz. Sí, no podía dejar de aprovechar la ocasión para homenajear al Patron, a quien tanto debo, –y a la vez enviar un afectuoso saludo a mis compañeros  Sociétaires de la Comédie–, aunque fuera adelantándome temporada y media a los homenajes que se celebrarán en el mundo entero, y, sobre todo, ignorando si en 2022 iba a tener a mi disposición un teatro público….Josep Maria Flotats



Reparto

Argan, J. M. Flotats

Tonina, Anabel Alonso

Angélica, Belén Landaluce

Belina, Lola Baldrich

Señor Buenafé, Alejandro Sigüenza

Cleantes, Rubén de Eguía

Señor Diarreus, Eleazar Ortiz

Tomás Diarreus, francisco Dávila

Beraldo, Joaquín Notario

Señor Oliscante, Bruno Ciordia

Señor Purgón, Arturo Martínez Vázquez

Equipo artístico

Dirección y versión Josep Maria Flotats

Traducción, Mario Armiño

Escenografía, Ezio Frigerio y equipo

Iluminación, paco Ariza

Vestuario, Franca Squarciapino

Composición musical,  Daniel Espasa

Profesores de Canto, Andreu Gallén y Jesús Gago

Y ayudantes ad hoc

Notas a vuelapluma de una función gozosa

El Teatro de la Comedia ritmó mi vida de profesora de francés e inglés, cuando vivía en la calle Barquillo y corría hasta Sol cada día, dos veces, para dar clases a alumnos de turismo. Fue en mi Prehistoria.

Una de las grandes ventajas de la residencia ése y años siguientes, fue que podíamos ir en trío familiar, a ver todos los Tirsos, Lopes y Calderones que acertaban a producirse, con inacabable ingenio, en aquella sala deliciosa, siempre llena de gente. Íbamos los jueves, que creo era mitad de precio y al primer piso.

Molière, también, acompañó mi aprendizaje en la mítica Alliance Française de Buenos Aires, de la calle Córdoba, que era siempre un bullicio de actividad, de ganas de aprender, de viajar, de levantar el vuelo. ¡Y qué profesores!... A Molière lo cortejaban en esas clases de literatura que duraron nueve cursos, todo los clásicos del siglo XVII, La Fontaine, Racine, Corneille, de quien había que aprenderse las Stances du Cid de memoria. Siglo XVIII, XIX, novela, poesía, un no parar…hasta hoy.

Lo conocí en el cine, en la película doble de la biografía del cómico Jean Baptiste Poquelin, que recorría los caminos de Francia, con una moral dudosa y su escritura dramática vivida en las representaciones cotidianas frente a un público asombrado y a menudo analfabeto.  De la Commedia dell´Arte, al drama y de ahí a la recreación total y desinhibida de la sociedad de la época.

Una mala vida de pobreza y muchas amantes, muchas penurias, hasta que llegó, con esfuerzo, a ser la compañía del rey (Luis XIV). Descubrí así la cinta de Arianne Mnouchkine y su maravilloso Théâtre du Soleil, que continúa creando. Ha fluido mucha agua debajo de cada puente que tuve que cruzar y superar y donde me dejé girones de batallas, de luchas, de esfuerzo, a veces, también, de melancolías y de pérdidas.

Josep M.Flotats, a quien le hice hace 4 años una entrevista divertida aunque formal, que también se publica en este blog, me devuelve ahora, no solo a Molière y a su enfermo imaginario (en el hospital tuve que lidiar con algunos, como profesional del equipo de psiquiatría, en el trasiego diario con muchos),  sino también a reflejos especulares de mi propia trayectoria, llena de aventuras, correrías de carretera, yendo a dar clases en provincias (¡qué bien hemos vivido algunos funcionarios!) y luego al hospital, de voluntaria, planes y sueños y garabatos escritos, algunos mejores que otros.

Maître Flotats se enfrenta al enorme clásico sin miedo, con la valentía de quien –probablemente- lo ha vivido y representado casi todo. Fluye por el escenario como un joven que se despacha en verso y en gestos como suele.

Su estilo y su trayectoria empiezan a apreciarse ya cuando lo vemos cómo se anuda en un gesto rápido su bufanda al cuello y cómo  exhibe sus batas y las despliega, como si fueran las del legendario Nureyev en Gisèle, corriendo por el escenario.  Acompañado magníficamente por una Anabel Alonso, como Tonina, de una versatilidad que sorprende y encandila, en estado de gracia.


Fantásticos los otros integrantes de la obra, con un desarrollado instinto para el palcoscenico, la dicción, cuidada, el trabajo corporal y de la voz, las maneras, los andares. Vestuario  en la gama de grises el vestuario de Franca Squarciapino, con un corte y costura impecables, a medida.

Bonita y ágil la escenografía original de Ezio Frigerio y Riccardo Massironi. Cada actuación tiene un bordado diferente y una luz encausada hacia otro ángulo de la sala, donde, una desasosegada, dejó sonar cruelmente su móvil, a pesar de las advertencias de silenciarlo, antes de comenzar la velada. Suele ocurrir, pero sigue molestando cada vez. Y es una falta de respeto…

Lo mejor de todo fue la alegría del montaje, y la entrega de los actores y el director, él mismo en los ropajes del señor Argán, el pesado “malade imaginaire” que roba la paciencia de todos a los que tiene cerca.


No siempre se lee y se expone Molière al cien por cien, como en una representación canónica,  pero se respira su espíritu, su genio, su inevitable picardía y persecución a todos los gremios de necios que poblaban la geografía burguesa ascendente de Francia, camino de la Revolución Francesa, décadas después: médicos, falsos devotos, notarios, abogados, gañanes y buscavidas, preciosas ridículas, misántropos y tantos más.

Se percibe con facilidad que cada uno de los artistas en escena y los que están detrás, la música, la iluminación, y hasta la lujosa labor del clásico Mauro Armiño en la traducción, han disfrutado con esta producción.

El final, cuando el propio enfermo asume en una burla general su condición de flamante médico, es apoteósico. Regodeo de términos médicos y enfermedades inventadas para mayor deleite del antiguo enfermo, sazonado con latines espurios y rimbombantes, cómicos,  por aquí y por allí. Un ballet multicolor con máscaras ( que no mascarillas) alla veneziana, precioso. El público aplaudió mucho y hubo un diluvio de  bravos reiterados.

Y además y esto es fundamental, se han sentido en la obligación social de abrir un teatro mientras fuera (y dentro) puede arreciar la pandemia, la incultura, la falta de estímulos y la postergación de eventos para nutrir el espíritu y los cerebros de los ciudadanos, que parecen ahora dormir el sueño eterno.


No solo han conseguido abrir de nuevo las puertas de una sala como el Teatro de la Comedia de la calle Príncipe, sino que la han llenado de escenas con talento, sol, entrega y luz. Nos han devuelto la capacidad de dejarnos llevar para disfrutar y compartir. A todos muchas gracias. Y a Maître Flotats, siempre, mi más afectuoso y rendido reconocimiento, por hacer realidad, otra vez, todos sus sueños posibles, y los nuestros.

Alicia Perris

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