Veinticinco años después de su muerte, la capital francesa se vuelca en el
homenaje al fotógrafo estadounidense mientras se publica una nueva biografía
'Thomas' (1987) de Robert
Mapplethorpe. / ROBERT MAPPLETHORPE
FOUNDATION
Bob Mapplethorpe no
sabía que llegaría a ser Robert Mapplethorpe, ni siquiera que sería fotógrafo,
cuando se encontró por segunda vez con Patti Smith —la que
sería su confidente y musa durante años— en el Tompkins Square Park de
Manhattan a finales de los años sesenta. Ambos provenían de familias humildes,
estaban gestando su vocación artística y tenían la sana intención de no morirse
de hambre en Nueva York. Acabarían comiéndose el mundo, pero aún no lo sabían.
Lo que sí decidió Smith en ese instante es que iba a llamar Robert a su nuevo
amigo, porque intuía que tenía enfrente a alguien muy especial y Bob,
simplemente, no encajaba con esa premonición.
A raíz de ese encuentro surgiría una complicidad
rememorada por Smith en Just kids (2010) y fotografiada por Lloyd Ziff, en un porfolio que exhibió la
galería Danziger de Chelsea (Nueva York) el año pasado. “En 1968 Robert vivía
con Patti en un apartamento de Clinton Hill, en Brooklyn. Siempre estaban
trabajando, haciendo pinturas, dibujos, esculturas…”, recordaba Ziff con motivo
de la exposición.
Dos años más tarde, el joven estudiante de arte
pasaría, de realizar dibujos y collages con fotos ajenas, a
hacer sus propias fotografías por recomendación de Patti Smith, con una cámara
Polaroid que le prestó la artista Sandy Daley. Había nacido Robert
Mapplethorpe, el fotógrafo.
Han transcurrido veinticinco años desde que
Mapplethorpe, el artista de formación católica que profanó los usos, los temas
y la recepción del arte fotográfico, falleció en
Boston, enfermo de sida y devorado por demonios internos. Ahora,
París bendice por partida doble al fotógrafo malogrado (1946-1989) con una gran retrospectiva en el Grand Palais y con una
muestra comparativa (con imágenes y esculturas yuxtapuestas)en el museo Rodin.
La muestra en el Grand Palais aborda, a través de
más de 250 obras, la carrera del fotógrafo con una intención omnicomprensiva,
de manera que el visitante pueda valorar las diferentes etapas del artista y
completar su visión más allá de sus imágenes icónicas (desnudos, retratos,
flores). Se trata de ir más allá de una muestra parcial, como las que han
reflejado líneas temáticas o la selectiva mirada de artistas (Isabelle Huppert,
Pedro Almodóvar).
Todas las facetas de su práctica fotográfica están
representadas en esta exposición, que muestra a un autor empeñado en desposeer
sus imágenes de cualquier filtro o barrera entre su idea y la obra final. Para
expresarlo en sus propias palabras: “Busco la perfección en la forma. Lo hago
con los retratos, con las pollas, con las flores”, dijo en una entrevista con
Barbara McKenzie.
Resultado de esa traslación sincera de sus
fijaciones y ensoñaciones en imágenes, sin concesión alguna al puritanismo, es
la decisión de los organizadores de vetar el acceso a una parte de la muestra,
de alto contenido sexual, a los menores de 18 años. Algo que no se veía en la
capital francesa desde la exposición del fotógrafo y cineasta Larry Clark(Kids).
Pocos fotógrafos han cultivado como Mapplethorpe
el autorretrato. La imagen en la que aparece maquillado, travestido, proyecta
a una persona resuelta a apropiarse de cualquier recurso que potencie su ideal
de belleza. En el catálogo de la retrospectiva, los comisarios lo sitúan al
lado de otro autorretrato en el que aparece con el torso desnudo y con ese
maquillaje, pero en el que la mirada denota fragilidad. En
unos parece buscar el reconocimiento de su estatus de artista, mientras que en
otros se representa comorockero, diablo, fauno o sátiro, o
subvierte la imaginería religiosa de Cristo cruficado. La persona que conectó
mejor con su concepto lúdico del retrato fue Louise Bourgeois, a
quien retrató con un pene gigante y con una sonrisa cómplice.
La obra de Mapplethorpe está muy ligada al conflicto
entre el arte contemporáneo y su aceptación en la sociedad. El 12 de junio de
1989, la Corcoran
Gallery de Washington se negó a albergar su exposición itinerante The
perfect moment en el último momento por las presiones recibidas, que
tildaban la muestra de obscena. El público se movilizó contra la censura:
varios seguidores proyectaron imágenes de la exposición sobre la fachada del
museo. La muestra incluía un autorretrato del fotógrafo, de espaldas y mirando
hacia la cámara, con un látigo a modo de cola con el que se había
autosodomizado.
El director del museo de Cincinnati, que albergó
esa misma exposición poco después, fue procesado en
lo que The New York Times llamó “el primer juicio penal contra
un museo basado en el contenido de una muestra”. Un jurado lo declaró inocente,
después de que los testigos de la defensa consiguieran dejar claro que las
fotos denunciadas eran la obra de un artista, no un pornógrafo.
El debate sobre la subvención del arte heterodoxo,
meses después de la polémica sobre la obra Pissing Christ, de
Andrés Serrano, llevaría a la aprobación, en el Congreso estadounidense, de una
enmienda que supeditaba las ayudas gubernamentales a la evaluación de material
considerado como obsceno. El Whitney Museum, la institución que había realizado
la primera gran exposición individual de Mapplethorpe cuando este languidecía,
inició una campaña nacional con anuncios en prensa bajo el lema “¿Va a permitir
que la política mate el arte?”.
Hoy, la imagen del látigo forma también parte de
la retrospectiva de París, junto con otras de sadomasoquismo y miembros viriles
pertenecientes a su X Portfolio. Y en 2012 esas fotos fueron
exhibidas en Los Ángeles tras la adquisición de una parte del archivo de Mapplethorpe por
parte del J. Paul Getty Trust y el museo LACMA.
Actualmente, la obra del fotógrafo de Floral Park
(Queens, Nueva York) sigue invitando a sumergirse en sus referencias
artísticas, en su vida y en el entorno histórico del Nueva York de los años
setenta y ochenta. Hasta ahora, los textos del crítico de arte de The
Nation, Arthur C. Danto; del vicepresidente de la Fundación Robert
Mapplethorpe, Dimitri Levas, y de la escritora Patricia Morrisroe eran algunas
de las referencias más citadas en la bibliografía sobre el autor, junto con los
de la cantante y poeta Patti Smith y del escritor Edmund White. Ahora hay que
añadir a ese inventario el catálogo de la retrospectiva de París, en el que
escriben, además de Smith y White, los comisarios Jérôme Neutres (Reunión de
Museos Nacionales-Grand Palais), Hélène Pinet (Museo Rodin) y Judith
Benhamou-Huet. Joree Adilman (Fundación Robert Mapplethorpe) y Hélène Marraud
completan el equipo de expertos.
A la izquierda, 'Bill T.
Jones' (1985), de Mapplethorpe. 'Génie funéraire' (hacia 1898), de Rodin. / CHRISTIAN BARAJA (MUSEO RODIN) (ROBERT
MAPPLETHORPE FOUNDATION)
White describe el ambiente político y de
reivindicación social de los años setenta en EE UU, una época en la que la
sodomía era delito en muchos estados, y afirma que entonces muchos galeristas y
coleccionistas rehusaban exponer o comprar obra de Mapplethorpe por miedo a ser
identificados como homosexuales. También es importante su texto por las
reflexiones que hace los prejuicios raciales y el cuestionamiento, desde este
punto de vista, de algunas de sus fotos.
Benhamou-Huet, periodista y crítica de arte, acaba
de publicar su biografía titulada En la vida en
blanco y negro de Robert Mapplethorpe(Grasset), que recoge
testimonios de personajes clave —amistades, amantes, comisarios, galeristas y
coleccionistas— en la vida de Mapplethorpe. En esa relación se incluye, en la
parte francesa, a Pierre Bergé, presidente de la Fundación Pierre Bergé-Yves
Saint-Laurent, y a Samia Saouma, “la primera persona que expuso su obra en
Paris, en 1979”. Sus declaraciones evocan la escena gay y sociocultural de los
años setenta en Nueva York, que halló en las artes visuales y performativas un
ámbito de expresión. El libro intenta dibujar, asimismo, a un personaje que
proyectó en la fotografía tanto su personalidad como sus criterios estéticos.
'Autorretrato' de 1987. / ROBERT MAPPLETHORPE FOUNDATION
En el plano personal, el interés del artista por
el sadomasoquismo y el ocultismo pueden haber sido una reacción visceral a su educación
como católico y al rechazo de sus padres, avergonzados de su estilo de vida.
“Había, sin duda, una parte oscura en él”, dice en el libro Marcus Leatherdale,
el que habría sido su último amante blanco. “Creo que estaba verdaderamente
perdido entre sus demonios, sus monstruos”. Aunque Michael Stout, presidente de
la Fundación
Robert Mapplethorpe, afirma que el fotógrafo “no era una persona que
amara particularmente el dolor y el placer obtenido a través de él” y lo
retrata como "voyeur".
Que el fotógrafo fuera gay y que la sexualidad
entre hombres fuera una parte importante de su obra no quita para que su
verdadera obsesión transversal fuera atrapar la belleza de las formas. Para
Jérôme Neutres, “la primera provocación de Mapplethorpe fue fotografiar sus
modelos desnudos y sus amantes negros con el idealismo de Miguel Ángel, y
reivindicarlos como cánones de la belleza de 1980”. El artista, asegura,
“utilizó la fotografía para hacer escultura y terminó su obra haciendo fotos de
esculturas”. La exposición confirma que utilizó también su dominio de la
geometría en la composición y que exploró diferentes formas de impresión y
enmarcado con el fin de hacer de cada foto un objeto artístico depurado.
Su opinión coincide con la de Arthur C. Danto, que
hablaba de “la tensión que hay en el corazón del arte de Mapplethorpe, rozando
la paradoja”, entre el contenido de una fotografía y el modo de presentarlo.
Para el crítico de arte, fallecido en 2013, dicho contenido “es, con
frecuencia, suficientemente erótico para ser considerado pornográfico, incluso
por el propio artista, mientras que la estética de su presentación es clásica:
es dionisíaca y apolínea a la vez”.
Para verificar esa teoría, el museo Rodin de París
propone por su parte explorar las similitudes entre el escultor francés Auguste
Rodin (1840-1917) y Robert Mapplethorpe con una exposición que muestra,
yuxtapuestas, 50 esculturas y 102 fotografías. Catherine Chevillot, directora
del museo, destaca que es la primera vez que la institucióninvita a
un fotógrafo a dialogar con las obras del maestro. El visitante, dice, se verá
sorprendido —a partir del 8 de abril— por “el eco estupefaciente” entre las
obras White Gauze (1984) y el Torse de l’Âge d’airain
drapé (c. 1895-1896). El proyecto expositivo sigue la estela de la
muestra que organizó en 2009 la Galleria dell’Accademia en Florencia.
'Calla Lily (Cala) (1986).
/ ROBERT MAPPLETHORPE FOUNDATION
Patti Smith lo llama, en su semblanza escrita para
el catálogo, “hijo del surrealismo, de la magia negra y delpop art”, y
concluye que el fotógrafo “transformó algunos de los aspectos más complejos de
la sexualidad en obra de arte”. Habla de cómo le influyeron la película Cowboy
de medianoche (1969) y los filmes de Fellini y Pasolini, de “su
admiración por los maestros del retrato fotográfico, como Félix Nadar y August
Sander”, y del papel esencial que tuvo en su vida su pareja y mecenas Sam
Wagstaff.
El miércoles, Smith estará en París para asistir a
la inauguración y participar en una charla en el Grand Palais. Quizá recordará
lo que escribió en Just kids: al relatar el momento en el que
el hermano pequeño de Robert le llamó para notificarle su fallecimiento, se dio
cuenta de que “comenzó a sonar en la televisión el gran aria Vissi d’artede Tosca: “He
vivido del arte, he vivido del amor”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/23/actualidad/1395592104_887216.html
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