lunes, 3 de marzo de 2014

PRADO EXPONE EN LISBOA REDESCUBRIENDO LA BELLEZA DE LOS PAISAJES NÓRDICOS


 Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje nórdico del Museo del Prado es el título de la exposición que se exhibe, hasta finales de marzo, en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. Son 57 pinturas de extraordinaria calidad, tanto por la categoría de los autores, como por las obras que la componen, y muestran la riqueza paisajística que se pintó, a lo largo del siglo XVII, en Flandes y en Holanda

Fernando Navascués     
Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje nórdico del Museo del Prado es una gran ayuda para descubrir el evocador mundo del paisaje nórdico: sus montañas, bosques, campiñas, ríos, mares, parajes cubiertos de nieve o canales helados, todos ellos inmersos en una luz naturalista.
El término nórdico nos puede llevar a engaño. En realidad, durante la Edad Moderna, los italianos llamaron nórdicosa los pintores de las tierras que estaban más allá de los Alpes, y fundamentalmente a los de los Países Bajos. Allí, a lo largo del siglo XVII, tanto pintores como mecenas dejaron de lado los temas mitológicos y religiosos para adentrarse en los asuntos cotidianos. Uno de los motivos que tuvo mejor acogida fue el paisaje, el cual pasó a convertirse en un género pictórico independiente recreándose en la belleza de la naturaleza.
En estas obras -seleccionadas por la Comisaria de la muestra, doña Teresa Posada Kubissa, Conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, del Museo del Prado-, el asunto representado pasa a segundo plano, mientras que el paisaje se convierte en el interés del pintor. Entre las obras más significativas se encuentran:Paisaje alpino, de Tobias Verhaecht, maestro de Rubens; La vida campesina y Boda campestre, de Brueghel el Viejo, además de La abundancia y Los cuatro elementos, que pintó en colaboración con Van Balen; Mercado y lavadero en Flandes, realizada en colaboración con Momper el JovenPaisaje con gitanos y Tiro con arco, de David Teniers; o los dramáticos Asedio de Aire-sur-la-Lys, de Peeter Snayers, y Bosque con una laguna, de Brueghel el Joven.
La exposición está dividida en varias secciones en las que se concentran montañas -entendidas como cruce de caminos y cruce de viajeros-, bosques, la vida en el campo, jardines palaciegos e, incluso, paisajes exóticos que nunca conocieron los pintores, pero de los que sí oyeron hablar de ellos a través de los marinos holandeses que recorrían el mundo.
Con todo, hay dos secciones que son las más conocidas y seguramente donde más destacan estos artistas: los paisajes de hielo y nieve, y los de agua, en donde se contemplan marinas, playas, puertos y ríos.
Los paisajes invernales
Los canales helados con gentes ocupadas en sus tareas, o disfrutando de su tiempo libre, son, sin duda, los paisajes más específicamente nórdicos. Brueghel el Viejo (h.1525-1569) fue quien más los popularizó; y los pintores holandeses, quienes los consolidaron como un género independiente, al desvincularlos de la representación de los meses del año o de las escenas de Navidad. En ellos se pueden contemplar juegos de luces y reflejos sobre el hielo y la nieve, con las consiguientes tonalidades delicadas de azules y rosas. Unas pinturas que muestran a las personas disfrutando de la vida diaria, a pesar de los largos y duros inviernos. Aquí tenemos obras tan magníficas como El puerto de Ámsterdam en invierno, de Hendrick Jacobsz Dubbels, o Paisaje con patinadores, de Joos de Momper, el Joven.
El agua, una parte del alma holandesa
Por otro lado, están los paisajes de agua, en donde abunda lo cotidiano de los navíos, o las barcas de pescadores. El agua en Holanda posee una significación más honda que en otros lugares: es parte de su alma, ya sea el mar, o los canales, o los ríos, en unas tierras que, entonces como ahora, se han ganado al mar por medio de diques, canales y bombas de drenaje accionadas por molinos de viento. Aquí la exposición nos muestra Playa con pescadores, de Adam Willaerts; y Un puerto de mar y Paisaje con desembarco de holandeses en tierras de Brasil, de Jan Peeters.
Los paisajes de Rubens constituyen, sin duda, la parte más íntima, más personal de su obra. De ellos se expone el soberbio Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidonia, una de las obras cumbres del paisaje nórdico. Y no faltan obras conocidas como italianizantes, en las que se refleja la luz de la Toscana, en obras de Claudio de Lorena, Jan Both y Philips Wouwerman.



http://www.alfayomega.es/Revista/2014/870/10_raices1.php

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