Rubens, Brueghel, Lorena. El
paisaje nórdico del Museo del Prado es el título de la exposición que se exhibe,
hasta finales de marzo, en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. Son 57
pinturas de extraordinaria calidad, tanto por la categoría de los autores, como
por las obras que la componen, y muestran la riqueza paisajística que se pintó,
a lo largo del siglo XVII, en Flandes y en Holanda
Fernando
Navascués
Rubens, Brueghel, Lorena. El paisaje nórdico del Museo del Prado es una gran ayuda para
descubrir el evocador mundo del paisaje nórdico: sus montañas, bosques,
campiñas, ríos, mares, parajes cubiertos de nieve o canales helados, todos
ellos inmersos en una luz naturalista.
El término nórdico nos puede llevar a engaño. En realidad,
durante la Edad Moderna, los italianos llamaron nórdicosa los
pintores de las tierras que estaban más allá de los Alpes, y fundamentalmente a
los de los Países Bajos. Allí, a lo largo del siglo XVII, tanto pintores como
mecenas dejaron de lado los temas mitológicos y religiosos para adentrarse en
los asuntos cotidianos. Uno de los motivos que tuvo mejor acogida fue el
paisaje, el cual pasó a convertirse en un género pictórico independiente
recreándose en la belleza de la naturaleza.
En estas obras -seleccionadas por la Comisaria de la muestra, doña Teresa
Posada Kubissa, Conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, del
Museo del Prado-, el asunto representado pasa a segundo plano, mientras que el
paisaje se convierte en el interés del pintor. Entre las obras más
significativas se encuentran:Paisaje alpino, de Tobias Verhaecht,
maestro de Rubens; La vida campesina y Boda campestre, de
Brueghel el Viejo, además de La abundancia y Los
cuatro elementos, que pintó en colaboración con Van Balen; Mercado
y lavadero en Flandes, realizada en colaboración con Momper el
Joven; Paisaje con gitanos y Tiro con arco, de
David Teniers; o los dramáticos Asedio de Aire-sur-la-Lys, de
Peeter Snayers, y Bosque con una laguna, de Brueghel el
Joven.
La exposición está dividida en varias secciones en las que se concentran
montañas -entendidas como cruce de caminos y cruce de viajeros-, bosques, la
vida en el campo, jardines palaciegos e, incluso, paisajes exóticos que nunca
conocieron los pintores, pero de los que sí oyeron hablar de ellos a través de
los marinos holandeses que recorrían el mundo.
Con todo, hay dos secciones que son las más conocidas y seguramente donde
más destacan estos artistas: los paisajes de hielo y nieve, y los de agua, en
donde se contemplan marinas, playas, puertos y ríos.
Los paisajes invernales
Los canales helados con gentes ocupadas en sus tareas, o disfrutando de su
tiempo libre, son, sin duda, los paisajes más específicamente nórdicos.
Brueghel el Viejo (h.1525-1569) fue quien más los popularizó;
y los pintores holandeses, quienes los consolidaron como un género
independiente, al desvincularlos de la representación de los meses del año o de
las escenas de Navidad. En ellos se pueden contemplar juegos de luces y
reflejos sobre el hielo y la nieve, con las consiguientes tonalidades delicadas
de azules y rosas. Unas pinturas que muestran a las personas disfrutando de la
vida diaria, a pesar de los largos y duros inviernos. Aquí tenemos obras tan
magníficas como El puerto de Ámsterdam en invierno, de Hendrick
Jacobsz Dubbels, o Paisaje con patinadores, de Joos de Momper, el
Joven.
El agua, una parte del alma holandesa
Por otro lado, están los paisajes de agua, en donde abunda lo cotidiano de
los navíos, o las barcas de pescadores. El agua en Holanda posee una
significación más honda que en otros lugares: es parte de su alma, ya sea el
mar, o los canales, o los ríos, en unas tierras que, entonces como ahora, se
han ganado al mar por medio de diques, canales y bombas de drenaje accionadas
por molinos de viento. Aquí la exposición nos muestra Playa con
pescadores, de Adam Willaerts; y Un puerto de mar y Paisaje
con desembarco de holandeses en tierras de Brasil, de Jan Peeters.
Los paisajes de Rubens constituyen, sin duda, la parte más íntima, más
personal de su obra. De ellos se expone el soberbio Atalanta y Meleagro
cazando el jabalí de Calidonia, una de las obras cumbres del paisaje
nórdico. Y no faltan obras conocidas como italianizantes, en las
que se refleja la luz de la Toscana, en obras de Claudio de Lorena, Jan Both y
Philips Wouwerman.
http://www.alfayomega.es/Revista/2014/870/10_raices1.php
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