MICHEL ONFRAY ENTREVISTA
'Preferimos
la ficción que nos hace felices a la realidad incómoda'
El pensador francés, autor de
'Contrahistoria de la filosofía', habla en Madrid de La Villa de los Papiros y
de su proyecto de recuperación de los marginados del saber.
Imagen del filósofo Michel Onfray.
SERGIO GONZÁLEZ
ÁNGEL
VIVAS Madrid
Francés del 59, Michel Onfray no sólo es un filósofo cuyos libros se
venden muy bien, sino que -más rara avis todavía- se ha empeñado en escribir
nada menos que una Contrahistoria de la filosofía, en la que reivindica a los
filósofos olvidados, marginados, preteridos por la historia oficial, y de la
que en España ya se han publicado cuatro tomos en Anagrama (Las sabidurías de
la antigüedad, El cristianismo hedonista, Los libertinos barrocos y Los ultras
de las luces). En la misma editorial ha publicado un Tratado de ateología.
Epicureismo, hedonismo y materialismo sería la trinidad non sancta de su
filosofía. Ha venido a España para hablar de La Villa de los Papiros como
proyecto epicúreo, a propósito de la exposición que mantiene abierta la Casa
del Lector sobre esa rescatada biblioteca de Herculano; pero empezamos
hablando de su Contrahistoria de la filosofía, a su modo, otra forma de
rescatar otra biblioteca relegada.
Pregunta.- Un proyecto, no diremos que condenado al fracaso, pero difícil de
lograr si lo que se pretende es desbancar a los Kant, Hegel, etcétera.
Respuesta.- Ningún fracaso, porque lo que no quiero es acabar en la historia
oficial. No escribo para convertirme en autor de manuales de filosofía para el
bachillerato o la universidad, no escribo para estudiantes. En cambio, cuando
tomo un taxi o un tren, la gente me habla de la Contrahistoria y veo que ha
alcanzado su meta.
P.- Los cínicos, a los que reivindica, son uno de sus temas de estudio.
¿Qué enseñanzas suyas siguen siendo válidas hoy?
R.- Lo que mejor resume la filosofía cínica es la famosa respuesta de
Diógenes a Alejandro Magno cuando éste le dice que le pida lo que quiera, y
Diógenes le pide que se aparte porque le está tapando el sol. Eso muestra que
el poder sobre uno mismo es preferible al poder sobre los otros y sobre el
mundo.
P.- Pero eso está también en los estoicos, en Marco Aurelio; no hay tanta
diferencia, como suele verse entre estoicos y epicúreos, otra escuela que usted
reivindica.
R.- La oposición sistemática estoicismo-epicureismo es una invención de
Cicerón y su política politiquera, su cocina política diríamos. Cicerón, como
estoico, no quería que la gente apoyara a los epicúreos y les pagara. De modo
parecido, el hedonismo que a mí me interesa es el hedonismo filosófico, que
lucha contra el hedonismo consumista.
P.- Usted está rescatando a una serie de filósofos olvidados, marginados,
y no por casualidad ni inocentemente. Pero cabría hacer, y alguna vez se ha
referido a ello, la historia de esa marginación.
R.- Sí, es algo pendiente, pero sólo podré hacerlo cuando termine la
Contrahistoria, de la que me faltan algunos tomos todavía. Esa marginación de
toda una serie de filósofos se debe a que la institución, el sistema, escribe
una historia de la filosofía que justifica y legitima al propio sistema. De
modo que todo lo compatible con el espíritu judeocristiano se presenta como
excelente y lo demás se presenta como algo falto de rigor, ligero, algo que
sobra y que no vale. Por ejemplo, hay estudios sobre los socráticos que los
dividen en mayores y menores, los que entran en el canon y los que no. ¿Por qué
se presenta a Diógenes como un socrático menor? ¿Lo es realmente o es que sobra
por su incompatibilidad con el judeocristianismo?
P.- ¿No es sorprendente la pervivencia de la religión en un mundo, por
otra parte, tan racional y con tales avances científicos? ¿Le ocurre al hombre
lo que decía Beckett, que forma parte de lo que le impide ser feliz?
R.- Los hombres prefieren las ilusiones que les dan seguridad a las
inquietudes que les perturban, las ficciones que les hacen felices a las
realidades incómodas.
P.- Platón fue un gran hallazgo para los cristianos; éstos le deben casi
tanto como a Constantino.
R.- Nietzsche decía que el cristianismo es un platonismo para pobres. De
hecho, tienen mucho en común: el dualismo alma-cuerpo, el rechazo de la vida,
el amor a la muerte...
P.- Usted ha criticado lo que llama «los silencios de Platón».
R.- Sí, le reprocho que no nombre a Demócrito y que, a la vez, quisiera
organizar un auto de fe con sus libros. Tampoco habló del hedonismo, por
ejemplo. Platón nunca habla de sus adversarios; los ridiculiza, hace un
hedonismo de zarzuela, lo que le permite triunfar muy fácilmente sobre esas dos
filosofías, materialismo y hedonismo, sin debatir.
P.- Siguiendo con su empeño de rescatar todo lo olvidado, olvidado adrede
casi siempre, reivindica al Spinoza hedonista, del que casi nadie habla. ¿No
fue Spinoza demasiado prudente, cauto, según su propio lema?
R.- Es que a Spinoza casi lo asesinaron. Llevó toda su vida un abrigo con
un agujero hecho por un puñal con el que le atacaron. Quería recordar que había
vivido peligrosamente. A Spinoza le impusieron una excomunión terrible; así que
comprendo su prudencia. Cuando uno tiene una vida audaz se expone a grandes
desgracias. Giordano Bruno y Galileo son ejemplos que le hicieron ser
prudente. Cuando murió dejó inédita su Ética, que es un libro revolucionario;
no quiso publicarla en vida.
P.- Es sabida su antipatía por Freud, pero entiendo que reivindica a un
filósofo antiguo, Antifón el sofista, al que considera inventor del
psicoanálisis.
R.- Sí, Antifón, que se nos presenta como un sofista, dice que puede
curar con la palabra. Interpretaba los sueños y sacaba dinero haciéndolo; pero
nos falta información sobre él. En cuanto a Freud, sabemos que mintió, que se
inventó casos, que presentó el psicoanálisis como una ciencia cuando sólo es
una poética un poco amplia.
P.- ¿Cuál sería la revolución pendiente después de mayo del 68?
R.- El 68 destruyó el principio de autoridad, lo que fue una etapa
necesaria. Los profesores ya no se dirigen como se dirigían antes a sus
alumnos, ni los padres a los hijos, ni los hombres a las mujeres. Pero tras
ese momento de negatividad, tiene que venir otro momento de positividad; lo
que falta ahora es una nueva moral tras la destrucción de la moral antigua. El
nihilismo se ha nutrido de esa destrucción y yo trato de proponer valores de
reemplazo.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/03/27/5333ebade2704ea80a8b456c.html
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