Anna Netrebko guarda silencio sobre su compromiso con Yusif Eyvazov
En noviembre rompió con Erwin Schrott, el padre de su hijo
La soprano rusa, con el padre de su hijo, Erwin Schrott, en 2007.
RUBÉN AMÓN
15/03/2014
Los melómanos que asistimos hace unos días al Teatro Costanzi de Roma
con ocasión de Manon Lescaut reaccionamos con sorpresa al reparto de la ópera
de Puccini porque el protagonista masculino era un tenor desconocido. Nos
tranquilizaba que Riccardo Muti estuviera en el foso como avalista, pero las
prestaciones del muchacho se antojaron deficientes. Más aún cuando Anna Netrebko
(42 años), protagonista absoluta del espectáculo con esa voz corpulenta y
sensual, lo sepultó en el desenlace del último acto.
¿Quién era Yusif Eyvazov? El enigma se ha resuelto esta semana. No en
el plano musical, sino en el sentimental, pues resulta que el cantante de
Azerbaiyán ha publicado en Facebook su compromiso con la diva austro-rusa. Se
declara oficialmente comprometido y definitivamente enamorado, aunque llama la
atención el silencio con el que la amante concernida ha reaccionado -no ha reaccionado-
a la exclusiva.
Tendría que saberlo ella, se supone. O quizá le ha molestado la
indiscreción de Eyvazov. O quizá Eyvazov, 10 años más joven, ha precipitado
la noticia para apuntalar el fichaje. O quizá la Netrebko ha utilizado a
Eyvazov para despecharse de Erwin Schrott, barítono alfa, uruguayo y fortachón
del que se había separado el pasado mes de noviembre.
Madre soltera
No llegaron a casarse, pero sí tienen un hijo de cinco años, Tiago, al
que custodia la cantante en su residencia de Manhattan. La hemos conocido, la
residencia, en su excentricidad y en su extravagancia merced a un reportaje del
'New York Times' contemporáneo a la noticia de la ruptura, aunque la Netrebko
salvaguarda los pormenores de su vida privada y se ha limitado a publicar un
comunicado ponderando la separación amistosa y la estabilidad de Tiago.
Estando comprometida con un bajo italiano, le fue infiel con otro
tenor que estaba casado
El problema es que el affaire Eyvazov se ha precipitado en el prosaico
periodo de luto conyugal, siempre y cuando no fuera el origen de la ruptura.
Una hipótesis verosímil, pero también discrepante con los rumores sobre la
promiscuidad de Schrott, un cantante atípico de Montevideo que forma parte
de la proyección metrosexual de la ópera, entendiéndose ésta como la
proliferación de cantantes que trabajan más por su aspecto que por sus
cualidades vocales.
La propia Netrebko perteneció a esta misma familia. Sus hechuras de
modelo y su voluptuosidad en escena la convirtieron en una diva irresistible.
Especialmente cuando protagonizó en el Festival de Salzburgo (2005) una
arrebatadora versión de 'La Traviata' a la vera del tenor mexicano Rolando
Villazón.
Debió cuajarse también entonces el idilio de ambos. Y el adulterio de
ambos también, pues la Netrebko estaba comprometida con un simpaticone bajo
italiano, Simone Alberghini, y Villazón, casado.
Fue un periodo efervescente, desquiciado. Los teatros se los
subastaban, más o menos como si trascendiera en escena la afinidad musical y la
sentimental. Un vórtice artístico y pasional al que puso freno la crisis
vocal y personal de Villazón.
Su ascensión
Se descompuso el cantante azteca. Mantuvo a flote su matrimonio
neutralizando como pudo la repercusión de los amoríos, pero su carrera se
resintió de la precipitación y de las ambiciones. Les ocurre a los epígonos de
Plácido Domingo. Tanto se obstinan en imitarlo que los derrite el sol como a
Ícaro: Villazón abdicaba como el mesías de los tenores, mientras que Netrebko
perseveraba en una carrera sólida e inteligente.
Fue el contexto en el que apareció Erwin Schrott, versión operística
de Jack Sparrow y barítono de hojalata. No se trata de denigrarlo. Él mismo
se define de tal manera porque Schrott significa hojalata en alemán y
porque el trajín de su vida en los arrabales de Montevideo tanto le predispuso
a los oficios de quincallero como de zapatero.
¿Quién mejor que él para convertirse en el galán de un cuento de
hadas? Tiene sentido preguntárselo porque la hagiografía y el mito de la
Netrebko aloja la versión posmoderna de 'La Cenicienta'. Ella misma se
ganaba la vida limpiando los suelos del Teatro Mariinsky de San Petersburgo.
Tenía 16 años, era estudiante de canto en el conservatorio y esperaba la
carambola de una oportunidad para responder a las expectativas familiares. Se
la dio Valery Gergiev, sumo sacerdote de la ópera rusa y símbolo de la
explosión cultural en tiempos de Putin. Después sobrevino su debut en Salzburgo
de la mano de Harnoncourt, el contrato exclusivo con Deutsche Grammophon, su
reconocimiento en los grandes teatros del Grand Slam y la reveladora Traviata
que cuajó en Salzburgo a las órdenes de Willy Decker. Vargas Llosa escribió, a
propósito del espectáculo, que era imposible superar la actuación de la
Netrebko en términos de fuerza dramática, de sutileza y de novedad. Verdi
había pensado en ella. Y Puccini también, puesto que la Manon Lescaut
representada en la Ópera de Roma demuestra que la Netrebko ha sobrepasado la
dependencia del físico y de la dieta.
Otra cuestión son los paparazzi. La asedian y la persiguen en cuanto
prima donna absoluta del escalafón sopranil. Austria le dio el pasaporte como
si fuera un hallazgo patrimonial y el MET despeja el calendario a su antojo.
Pero ocurre que la planificación cautelar de los teatros y de los cantantes
proporciona incómodas situaciones en caso de producirse rupturas sentimentales.
Quiere decirse que Netrebko y Schrott tienen firmados contratos para actuar
juntos en los próximos tres años. Ya se han suspendido algunos en virtud de
las indisposiciones de salud más o menos forzadas, pero la pareja está obligada
a representar el papel de familia real operística, más allá de las obligaciones
con Tiago.
La ópera, señores y señoras, acostumbra a trasladar a la escena los
avatares de una soprano y un tenor que terminan incordiados por un barítono.
Esta vez ha sucedido al revés. Y no en el teatro, sino fuera de él. Es el tenor
quien ha mediado entre el barítono y la soprano, aunque tenemos dudas sobre las
opciones de Eyvazov como aspirante a la mano de la Netrebko. Menos aún después
de haberla escuchado cantar en Roma la interlocución del primer acto de la
Manon: "Tengo una mente más clara de lo que parece, aunque una triste fama
me precede. Pero conozco la vida, quizás demasiado".
http://www.elmundo.es/loc/2014/03/15/532375ba268e3eef7b8b4586.html
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