Viviane Hagner, violinista y la pianista Nicole
Hagner, presentadas por La
Filarmónica, Sociedad de Conciertos. Auditorio Nacional de Madrid. Sala
Sinfónica. 9 de marzo de 2017.
Programa
Ludwig van Beethoven (1770-1827), Sonata para violín y piano, en mi bemol mayor, op.
12/3 (1797-98).
Beethoven, Sonata para violín
y piano, nº 5, en fa mayor, op. 24, “Primavera” (1800 – 1801).
Beethoven, Sonata per a
violín y piano, nº 9, en la mayor, op. 47, “Kreutzer” (1802 – 1804.)
Parece que el largo invierno
empieza a retirarse de Madrid, con lo cual este concierto parece programado
pensando en la renovación de la inspiración, del “élan vital” y de la sangre.
Nadie mejor que las
hermanas Hagner, dos portentos, para acompañar este tiempo delicioso en la
capital, con un Beethoven que se prodiga en tres famosas sonatas para piano y violín
en modo mayor, solares, luminosas y perfeccionistas.
Un mecanismo como de
relojería que teje una trama musical sin imperfecciones, composiciones
ajustadas a un paradigma clásico, aunque con las concesiones que el compositor
solía hacer a sus propios sentimientos y a una impulsividad siempre bien encauzada,
que no llegaba nunca a desbordarse del todo.
Hay parejas conocidas en el mundo de la voz y los instrumentos y hermanos y hermanas famosas como las Labèque o los Capuçon y entre este despliegue de genios, irrumpen ahora las dos Hagner, la violinista, Viviane y la pianista, su hermana menor, Nicole.
Complejas fratrías estas de
las que se han escrito multitud de volúmenes describiendo unas psicologías
familiares para todos los gustos: ¿habría que recordar la relación de Wolfang
Amadeus con su hermana? Estas biografías mitad documentadas y mitad
fantaseadas, no cuentan jamás toda la verdad de ese universo imprevisible que
es la familia, cuando hace, entre otros experimentos felices, música junta.
Y entonces nos queda
atenernos a lo que vemos o mejor, oímos, con ocasión de una velada, donde como
ahora, el ADN vital y musical se funde y se confunde para construir un edificio
armónico y total, el de esta música para piano y violín de Beethoven, donde los
dos instrumentos y sus intérpretes salen revalorizados (y no “puestos en
valor”, como dicen ahora profusamente inundándolo todo con este galicismo). Se
exhiben como raras joyas en auténtica consonancia, cada una con un fulgor
propio y único, extraordinarias gemas que brillan en un unísono diferenciado
casi imposible.
“Viviane Hagner debutó con
su Stradivarius en la 2da Temporada de La Filarmónica por recomendación del
consagrado Pinchas Zukerman y ofreció una inolvidable interpretación de las
Partitas núms. 2 y 3 de Bach. El 9 de marzo junto a su hermana Nicole, se
presentan en Madrid con Beethoven”, tal y como explica el crítico musical
habitual de estas veladas, el acertado Juan Manuel Viana.
Podríamos incluir aquí
algunas de las citas elogiosas que le dedican grandes medios de comunicación de
medio mundo, pero tal vez sea más sugerente decir, como confesó públicamente,
que le gusta pasar el mayor tiempo posible con su familia, adora Berlín, el
café y las bufandas de alpaca.
Por su parte, Nicole,
estudió en Berlín y en Salzburgo y actúa regularmente como solista. En 2001
lanzaron las dos su primer CD con el sello EMI y la pianista ha actuado
recientemente en el Wigmore Hall de Londres, en el Konzerthaus de Berlin y en
el Rockefeller Center de Nueva York. La noche del concierto iban vestidas cada
una a su estilo, creativo, juvenil, joven en realidad porque lo son y
desparramando color e imaginación por el escenario, también con su vestuario.
Las partituras que se
escuchan esta vez proceden de los años 1797-98 y se publicaron al año siguiente
en Viena, dedicadas al legendario y cinematografiado Antonio Salieri, maestro
de capilla de la corte imperial, con el que había trabajado Beethoven.
A lo largo de estas tres
obras se puede rastrear el transcurrir del compositor alemán desde sus fuentes
clásicas a un romanticismo que se abre paso en Europa, no solo en la música,
sino también y especialmente en la literatura. Los tiempos cambian y vienen
soplando vientos revolucionarios en todas partes.
La Primavera tiene un
ropaje pastoral, campestre y anuncia la sinfonía homónima, traviesa, juguetona,
que se despliega perfectamente en las escalas que Nicole exhibe por el piano,
por momentos como intrascendente, por momentos muy seria, bajo la mirada
cómplice pero casi severa de su hermana Viviane, la mayor de las dos, madre de
familia además y más apolínea.
El sonido del Stradivarius de
Viviane, muy peculiar, se desenreda sin fisuras, es imposible captarle una nota
inadecuada, ni siquiera cuando mira de reojo los rubato en los que a veces, se
explaya el lirismo y la interpretación de Nicole.
La sonata Kreutzer es el clásico de un clásico, compuesta en varias etapas, un desafío técnico e interpretativo, una especie de culminación de ese diálogo in crescendo que dibujan las hermanas Hagner a lo largo de toda la propuesta. No hay divismo ni exclusividad en esta exhibición de virtuosismo: cada una a la suyo y las dos para conseguir un totum admirable. Tan eficaces y contundentes como unas mosqueteras.
Tienen un estilo muy
propio, por separado y a dúo, que no se parece a ningún otro y por esa razón
además, dieron una lección de saber hacer y sobre todo de saber estar. No hubo
concesiones por parte de Viviane a los resfriados de la sala: las toses y ella no
permitieron que los tiempos entre un movimiento y otro se hicieran eternos,
inadecuados, como suele pasar en otras ocasiones. El ritmo de las sonatas se
respetó como si un metrónomo hubiera salido de los instrumentos y de las
palpitaciones de las Hagner. Ellas pueden sin esfuerzo restablecernos hasta el
ritmo circadiano. Y en trío con Beethoven fueron un espléndido e interminable
fogonazo en la noche.
Una vez más La Filarmónica
Sociedad de Conciertos acertó y lo lleva haciendo ya muchas temporadas
consolidadas, con sus programas, delicados, distintos, sofisticados, creadores
de climas. Sonó fantástico, feérico, promisorio, genial. El público lo entendió
y los aplausos recompensaron una entrega contenida, pero incondicional.
Alicia Perris
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