CONCIERTO DE JUAN DIEGO
FLÓREZ. TEATRO REAL. 13 DE JUNIO DE 2017
Programa
PARTE I
Domenico Cimarosa (1749-1801)
Obertura de Il matrimonio
segreto
“Pria che spunti in ciel
l’aurora”, de Il matrimonio segreto
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Obertura de Die Entführung
aus dem Serail
“Ich baue ganz auf deine
Stärke”, de Die Entführung aus dem Serail
“Vado incontro al fato
estremo”, de Mitridate, re di Ponto
Gioachino Rossini (1792-1868)
Obertura de Otello
“Ecco ridente in cielo”, de
Il barbiere di Siviglia
“Che ascolto? ahimè… Ah,
come mai non senti”, de Otello
PARTE II
Ruggero Leoncavallo (1857-1919)
“Aprile”
“Vieni, amor mio”
“Mattinata”
Pietro Mascagni (1863-1945)
Intermezzo, de Cavalleria
rusticana
Giacomo Puccini (1858-1924)
“Avete torto… Firenze è
come un’albero fiorito”, de Gianni Schicchi
“Che gelida manina”, de La
bohème
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Obertura de Un giorno di
regno
“La mia letizia infondere…
Come poteva un angelo”, de I lombardi
“”Lunge da lei…De’ miei
bollenti spiriti… O mio rimorso”, de La traviata.
A pesar de que ya no es
frecuente ver al cantante peruano haciendo ópera en el coliseo madrileño, el
vínculo afectivo entre Juan Diego Flórez y el Teatro Real convierten cada uno
de sus conciertos en un acontecimiento único. La velada del 13 de junio cerró
el ciclo Voces del Real. Flórez, con voz cristalina y una extraordinaria
habilidad para la coloratura, está considerado el mejor tenor ligero de la
actualidad e interpretó una muestra del mejor bel canto con arias y canciones
junto a la Orquesta Titular del Teatro Real y bajo la dirección de
Christopher Franklin.
Coorganizado con Juventudes Musicales de Madrid.
El Real, absolutamente
lleno y revestido de rostros familiares de todas las clases sociales, más bien
de las altas, con posibles, personalidades conocidas y reconocibles, no cabía
en sí de algarabía y todos festejaron un gozo compartido, el de estar allí,
también el de estar cerca, muy próximo a alguien que no para de trabajar y de
devolver, no solo al público sino también a los que lo esperan en Perú para un
concierto benéfico el 1 de julio con una disponibilidad poco habitual, los
dones que recibió de la naturaleza y coronó con esfuerzo, dedicación y trabajo.
Es musical, tremendamente expresivo, con una
técnica impresionante, que no se parece a la de nadie. Abstenerse nostálgicos
de comparaciones imposibles. El tenor peruano solo es igual a sí mismo. Vestido
de traje azul oscuro, zapatos de charol y pajarita o cuando la deja, después
del programa establecido, en los bises.
Incómodo por la sequedad de Madrid, habló de
sus próximos retos y del uso relajado y asumido ante el público de un spray de agua con
sal, al que denominó Miami y le ayuda a llevar adelante la climatología de la
capital que ronda estos días los 40 grados en primavera.
Efectivamente, en un futuro
muy próximo cantará Traviata, Cuentos de Hoffmann, Lucrezia Borgia, Norma y Don
Giovanni, entre otras partituras que va incorporando a su ya habitual repertorio,
aquel con el que comenzó a deslumbrar a todos los públicos. Como parte de su vida
y sus preocupaciones, por supuesto su familia, siempre incorporada a sus
entrevistas o sus discursos, su proyecto de la Sinfonía del Perú, que cuenta
con educación musical para 6000 niños repartidos en 20 escuelas en todo Perú y
comenzó en 2011 y de la que hizo una demostración en su concierto del Real del
año pasado, auspiciado por Telefónica.
Variado el muestreo
operístico escogido esta vez por el tenor ligero, que va buscando la facilidad
de un centro vocal más estable, mientras no deja de fascinar con sus
sobreagudos, desgranados con facilidad y una técnica vocal impecables que se
pudo disfrutar a placer desde la segunda fila de las butacas de patio. Flórez
apoya su mano en el vientre, busca un punto de afirmación en el acero del
podio, mira hacia arriba y la voz fluye como una cascada de sonidos imparables.
Las piruetas de trampolín o trapecio que el público siempre le demanda sin cansarse,
como si su canto solo fuera una mezcla de alta pirotecnia y fantasiosidad.
Hay mucho más: un legato
trabajado, un fiato sorprendente, la línea de canto, la expresividad que transmite
y permite compartir en una dicción perfecta todo lo que dice o canta o actúa, porque
el artista no solo “emite notas”, sino que representa sus papeles, sus
melancolías, los gozos y las oscuridades de personajes que va hilvanando a lo
largo de toda la noche.
Un comienzo seguro con la
preciosa aria “Pria che spunti..” de Il matrimonio de Cimarosa, dos arias de
Mozart, una, “Ich baue ganz…” y a continuación la guerrera “Vado incontro al
fato estremo”, del Mitridate, para llegar a las prestaciones, diferentes de
Rossini, del Barbero di Siviglia, claro.
Las canciones frescas y
lucidas de Leoncavallo, “Aprile”, “Vieni, amor mio” y “Mattinata”, nos envían a
una Italia siempre presente en el pensamiento y en el corazón e imaginario
colectivo que asume la música italiana, más que otras, como parte de la
historia necesaria de la ópera. “Che gelida manina” de La Bohème estuvo llena
de gracia y de ternura, de posibles futuros amorosos compartidos, y el final
anunciado llegó con Verdi, “La mia letizia infondere…del Lombardi y de
Traviata, “Lunge da lei...De' miei bollenti spiriti…O mio rimorso”, que tiene ya en
voz para sus próximas cercanas actuaciones.
Alguna pequeña variación en
el programa anunciado nos permitió gozar de la picardía de“Questa o quella” de
Rigoletto, mientras para terminar, llegaron cinco “encore”:
“Contigo Perú”, “Solo le pido a Dios”, del
argentino León Gieco,” Currucucú, Paloma”, de Antonio Méndez acompañado de su
guitarra, en absoluta complicidad con un público entregado y
enfervorizado que siempre espera más, para retomar con la Orquesta Titular del Teatro
Real dirigida por el maestro Christopher Franklin, “Ah, mes amis!” de La fille
du Régiment con sus nueve does agudos y la ardiente “Granada”de Agustín Lara.
Bien cumplida la labor de
la Orquesta Titular del Teatro Real,
al mando de la cual el director Christopher
Franklin, realizó una excelente tarea de acompañamiento del solista y tuvo respiros
de lucimiento con sus músicos, bien aplaudidos, en los momentos en que sonaron obras
únicamente instrumentales.
Excelente la relación y la
cooperación que estableció con el tenor y destacable la labor de la concertino
y el guitarrista en la única composición en que acudió al escenario.
El teatro aplaudió en pie
una noche excepcional, aunque esperada, tratándose de la excelencia y entrega a
la que nos tiene acostumbrados Juan Diego Flórez.
Enorme Juan Diego,"
bello di casa", aunque él se considere a sí mismo, en un guiño,
"testa di tenore", (un "cabeza loca" ) es absolutamente querible y extraordinario,
en el más desbordado sentido de la palabra. Un don y un regalo, un
privilegio. Juan Diego Flórez es un artista y un ser humano solar, lleno de luz.
Alicia Perris
Fotos y webmaster: Julio Serrano
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