Ejercicios colegiales reviven la memoria de la hija del presidente
del Gobierno cuando estalló la Guerra Civil. Su triunfo como actriz en Francia
venció al intento franquista de borrar el apellido
María Casares, en
1949 en un montaje de ‘Los justos’, de Camus, en el Teatro Hébertot de París.
ROGER VIOLLET (CORDON PRESS)
María Casares tenía nueve años el 14 de abril de 1931. Estaba en la
escuela aquel martes cuando se proclamó la Segunda República. En su cuaderno
escolar no hay rastros de aquel terremoto. Al contrario. La redacción de ese
día dejaba impertérrita la actualidad y remitía a los chicos a la historia. Los
alumnos que asistían con María al curso elemental en el Colegio Francés de La
Coruña atendían a un dictado sobre Fernando VI. Según lo que anotó María, ese
rey, uno de cuyos descendientes, Alfonso XIII, acababa de ser derrocado por la
avalancha republicana, “favoreció la marina, la agricultura, las ciencias y las
artes; dedicó todos sus esfuerzos a la paz y prosperidad de España”.
Faltaban cinco años para que esa paz, violentada ya otras veces, se
rompiera en pedazos estando al mando del Gobierno republicano el padre de la
niña que se ejercitaba en esa escuela francesa, lengua que luego sería decisiva
en su carrera de actriz.
El padre era Santiago Casares Quiroga (1884-1950), un republicano
excéntrico, culto y pudiente, que por azares del destino asumiría en seguida
uno de los ministerios favorecidos antaño por Fernando VI, el de Marina. En
mayo de 1936, en medio de las turbulencias que acabaron en guerra civil y
dieron fin a la Segunda República, María tenía 14 años y el padre era presidente
del Consejo de Ministros.
En cuanto los nacionales se hicieron con el dominio de A Coruña,
aquel hombre y su familia fueron perseguidos hasta el exilio, con oprobio. El
gobernador franquista, José María de Arellano, dictó este auto de persecución y
odio: “El nombre de Santiago Casares Quiroga será borrado de todos los
registros. Siendo indigno de figurar en el Registro Oficial de Nacimientos, que
se lleva en el juzgado municipal, instituido para seres humanos y no para
alimañas”.
Su padre era un republicano excéntrico, culto y pudiente
Ese documento que condenaba a la nada al padre de María Casares seguía
así: “En el acta del colegio de abogados y en cuantos libros figure el nombre
repugnante de Casares Quiroga deberá procederse asimismo a borrarlo, de forma
que las generaciones futuras no encuentren más vestigios suyos que su ficha
antropométrica de forajido”.
Se equivocó el gobernador en su proclama: las generaciones futuras
adoraron, en Francia, lugar de su exilio, a la hija del objeto de tal odio,
María Casares. Ella fue la gran actriz francesa que nunca dejó de ser española,
y que mantuvo consigo el ya inútil pasaporte republicano como un signo de
fidelidad al padre y a la República que este defendió. María Casares, mujer
bellísima, “de ojos felinos y rasgados”, tuvo entre sus admiradores a Pablo
Picasso, Jean Paul Sartre, Albert Camus… del autor de El extranjero y El
malentendido, que ella llevó al teatro, fue novia hasta el final de la vida del
Nobel, en 1960; ambos mantuvieron una esgrima sentimental que llevó a Camus a
decir que el combate amoroso entre ambos era de guerra y de paz.
El decreto del gobernador, pues, pudo borrar a Casares Quiroga del
registro, pero la historia lo mantiene ahí, no solo como gobernante, sino como
padre de esa actriz que, a los nueve años, cuando se proclamaba la República,
estaba haciendo caligrafía monárquica en un colegio de A Coruña.
El cuaderno escolar no refleja, claro, ni lo que pasaba cuando la
niña tomaba nota de lo que le dictaban ni adelanta cómo iba a ser María
Victoria Casares, hija de Santiago y de Gloria. Si acaso, lo que se percibe en
este documento, lleno de notas que alcanzan o rozan el sobresaliente, es la
decisión del orden, la belleza de la letra, elegante y fluida, sometida a muy
pocos errores que, en todo caso, son severamente castigados, con un punto o
dos, por los profesores del Collège Français de La Corogne, que así, en
francés, se dice en el Cahier de Español que María inaugura el 11 de abril de
1931, cuando los clarines de la República vienen sonando.
Novia de Camus, tuvo entre sus admiradores a Picasso
Este cuaderno fue entregado al Ateneo Republicano de Galicia hará
una docena de años, al parecer en señal de agradecimiento por la intervención
que tuvo esa entidad en la recuperación de la vivienda familiar de los Casares
en la Calle Panaderas de la ciudad en la que nacieron Casares Quiroga y la
actriz que conquistó a Camus. Quien custodia ahora ese documento, Juan Luis
Alvajar, presidente del Ateneo, cuenta que aquella entrega no está documentada,
“ni existe rastro alguno en libros de acta de la propia junta directiva o de la
asamblea”. “Con motivo de una mudanza realizada hace un año, apareció en un
armario, junto con un pasaporte de Casares Quiroga de los años veinte”. Desde
entonces, Alvajar lo custodia; cuando lo enseña sabe que está ante una parte
íntima de la historia de una familia a la que Arellano nunca pudo borrar, ni de
la biografía de la República ni de la historia del arte.
Una página del cuarderno escolar de Casares.
La entrega del cuaderno escolar de María Casares, que se conserva en
perfecto estado, fue hecha, por Esther Varela, nieta de Santiago Casares
Quiroga, sobrina por tanto de María. Esther Varela vivió el exilio en México.
María dejó España con sus padres, volvió tras la muerte de Franco,
juró no hacerlo antes. Y lo hizo para poner en escena una obra de Rafael
Alberti. Al principio del cuaderno, calificado con un 10, está el dibujo del
mapa de su país, como una reliquia, que dejaría media docena de años después,
igual que el propio Alberti y tantos más dejaron atrás ese símbolo escrito del
territorio al que quizá no volverían nunca.
Vocabulario
Un ejercicio de vocabulario alerta a María de algunos términos (“1.
Al que ha perdido un ojo le llamamos tuerto; 2. Cuando ha perdido los dos,
decimos que está ciego; 3. Llamamos bizco a aquel cuyos dos ojos se miran en la
misma dirección; 4. El que no oye es sordo; 5. El que no habla es mudo…”, y así
hasta el décimo: “El que tiene una joroba en la espalda es jorobado”.
Su cuaderno lo custodia el Ateneo Republicano de Galicia
A los maestros que tiene María les encanta, parece, hacer reír a
los alumnos con los ejercicios de vocabulario (“Se dice de un individuo...”,
“que baila como una peonza, que grita como un condenado, que duerme como un
lirón…”) o los alerta con respecto a los códigos de urbanidad: “En la casa en
que vivimos debe haber una gran limpieza. Las habitaciones deben ser espaciosas
y tener ventanas y balcones, para ventilarlas. Viviendo en casas mal
ventiladas, es difícil gozar de buena salud”.
El cuaderno escolar de María Casares está lleno de ejercicios
aritméticos, matemáticos, literarios, de Gramática, de “Lecciones de cosas”
(“lunes 13 de abril de 1931. Lecciones de cosas. Las hojas son expansiones
ordinariamente planas y verdes, que nacen del tallo y de sus ramificaciones”)…
Pulcras como todas las palabras de que consta este documento infantil de la
actriz que encandiló a Europa y rescató para la historia el apellido Casares.
El cuaderno incluye, en aquel tiempo de tanto dolor y controversia, una
definición que entonces, como ahora, parece una utopía y que ella anota como
una definición más en su ejercicio de Gramática: “Neutral: El que no es ni de
uno ni de otro”.
DICTADO MONÁRQUICO EL DÍA QUE SE PROCLAMÓ LA SEGUNDA REPÚBLICA
Este es el dictado que cumple María Casares el día en que su padre
celebra la llegada de la Segunda República.
“Martes 14 de abril de 1931.
Historia de España
Fernando VI heredó la corona de España a la muerte de su padre
Felipe V. Este monarca fue de carácter muy pacífico y evitó tomar parte en las
guerras que sostenían Francia e Inglaterra. Contentóse con dar fin a las que su
padre había emprendido.
Este rey favoreció la marina, la agricultura, las ciencias y las
artes; dedicó todos sus esfuerzos a la paz y prosperidad de España”.
María tuvo un 9: perdió un punto porque repitió la expresión “a las
que su padre”.
Dos días más tarde tocaba “Conjugación del verbo acertar”. Es
difícil hallar en el encargo escolar ironía alguna con respecto al periodo
político que se abría en España. María tuvo algunos desaciertos (“vos.
Acertáis” por “vos. acertastéis”…) y alcanzó un 7, lejos de su media.
Y el martes 21 de abril de 1931 vuelve María a abordar con sus
compañeros un capítulo de Historia de España y de nuevo es un rey el que viene
al encuentro.
“Carlos IV, de carácter bondadoso y amante del pueblo, hacía
presagiar a España un próspero reinado siendo recibidas con satisfacción las
primeras disposiciones de su Gobierno, entre las que figuraban las acertadas
medidas tomadas contra los acaparadores de granos, las disposiciones adoptadas
para el desarrollo de la cría caballar y el fomento de la industria y el
comercio; la moralización de las costumbres y las expediciones científicas”.
“Los hechos más notables del reinado de Carlos IV, son la batalla
de Trafalgar y la invasión francesa”.
En esta ocasión, el dictado que con tanta pulcritud recoge María
Victoria Casares Pérez recibe un sobresaliente. La historia luego la hizo
sobresaliente en teatro.
https://elpais.com/cultura/2017/08/06/actualidad/1502041811_559595.html
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