Un documental de Channel 4 asegura que el primer ministro británico
fue infiel con Doris Castlerosse, tía abuela de Cara Delevingne.
El domingo 4 de marzo, el mismo día que Gary Oldman podría ganar el
Oscar por su magnífica encarnación de Winston Churchill en la película El
instante más oscuro, un documental del canal británico Channel 4 amenaza con
desenterrar uno de los secretos mejor guardados del mitificado ex primer
ministro. Según revela Churchill's Secret Affair (“La aventura secreta de
Churchill”), el político, que estuvo casado 57 años y a quien nunca se le había
conocido una infidelidad, mantuvo una relación extramatrimonial en los años 30
con Doris Castlerosse, una vizcondesa y famosa socialite de la época que además
era la tía abuela de la modelo y actriz Cara Delevingne.
El descubrimiento se basa en una investigación llevada a cabo por
Richard Toye, profesor de Historia en la Universidad de Exeter, y Warren
Dockter, historiador de la universidad de Aberystwyth. Ambos comenzaron a tirar
del hilo tras hallar una grabación de 1985 en la que Sir John “Jock” Colville,
el que fuera secretario privado de Churchill (cargo que también ejerció para la
actual reina de Inglaterra entre 1947 y 1949), confirmaba en una charla con los
archivistas del Churchill College de Cambridge lo que hasta entonces se había
considerado un mero rumor. Según las palabras de Colville (que en el documental
están locutadas por un actor), “Winston Churchill no era un hombre con un gran
apetito sexual ni mucho menos, y no creo que en sus 60 o 55 años de vida
matrimonial cometiera ningún desliz, excepto en una ocasión en la que Lady
Churchill no lo acompañaba y a la luz de la luna en el sur de Francia… lo
cierto es que tuvo una aventura con… Lady Castlerosse creo que se llamaba…
Doris Castlerosse”.
Cara Delevingne en
la fiesta de Navidad de Burberry en Londres, el pasado diciembre. GETTY
Según el documental, el affaire se consumó en Château de l’Horizon,
la villa en el sur de Francia de la actriz Maxine Elliot, y se prolongó durante
cuatro veranos entre 1933 y 1937, el momento en el que la carrera de Churchill
pasaba por sus horas más bajas. Allí, el político, que también era pintor
aficionado, habría retratado hasta en tres ocasiones a Lady Castlerosse, y en
uno de esos lienzos ella aparecía recostada en una chaise longue. El estadista
también habría visitado a su supuesta amante en su casa de Berkeley Square, en
Londres; un punto que valida en el film Caroline Delevingne, sobrina de Doris,
al contar que en la familia “se sabía que tenían una aventura”. “Cuando Winston
iba a visitarla, al servicio le daban el día libre”, señala.
Doris Delevingne nació en Londres en 1900 en el seno de una familia
humilde, y en 1928 se casó con el vizconde Castlerosse, un antiguo capitán del
ejército reconvertido en columnista de cotilleos del Sunday Express. Fue una
unión infeliz y las crónicas le atribuyen a ella incontables aventuras (incluida
una con Randolph, el único hijo varón de Churchill). El amorío con Winston
Churchill habría terminado en 1937, pero sus caminos volvieron a cruzarse cinco
años más tarde. Él, ya como primer ministro, viajó a Washington para negociar
con el presidente Roosevelt los términos del apoyo norteamericano contra los
nazis. La aristócrata, divorciada y con problemas económicos, vivía en Estados
Unidos desde 1940 y le pidió ayuda a Churchill para regresar a su país. Según
el documental, al mandatario le preocupaba el hecho de que uno de sus retratos
de Lady Castlerosse, que estaba en poder de ella, pudiera ser utilizado para
chantajearlo o para socavar su reputación, e intervino para conseguirle a la
dama –y al lienzo– un billete de ida a Londres. Muy poco después, el 9 de
diciembre de 1942, Doris apareció muerta por una sobredosis de somníferos
–posiblemente accidental– en su habitación del Hotel Dorchester.
Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a dar por buenas las
revelaciones del documental. El periodista e historiador Andrew Roberts, que en
otoño publicará la biografía Churchill: Walking with Destiny, ha asegurado en
un escrito en la revista The Spectator que, aun habiendo oído la grabación de
Sir John Colville, sencillamente no se lo cree: “Cuando escuché la cinta,
decidí investigar las alegaciones detenidamente y encontré que los hechos no
las respaldan”. Roberts sostiene que Colville hablaba de oídas, puesto que no
empezó a trabajar con Churchill hasta 1940; que el político pintó retratos de
numerosas mujeres, desde su cuñada a su secretaria; o que las cartas que
Churchill y Castlerosse se intercambiaron no ofrecen ninguna prueba concluyente
sobre la naturaleza romántica de su relación, y concluye alegando que Churchill
no debería ser “la última víctima del fenómeno post-Weinstein”.
https://elpais.com/elpais/2018/02/26/gente/1519663923_045856.html
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