“Desde la infancia, la
intuición guió mi viaje hacia el descubrimiento del violonchelo como si se
tratara de un paisaje. El instrumento llora, canta y vuela en una perfecta armonía
con nuestros pensamientos más íntimos. Antes de que el arco llegue a vibrar
sobre las cuerdas, incluso antes de cualquier pensamiento de técnica y de
práctica, la música comienza por la intuición”.
Gautier Capuçon
OBRAS
1. Massenet: Méditation de Thaïs (de Thaïs)
2. Ducros: Encore
3. Saint-Saëns: Le Cygne (de El Carnaval de los animales)
4. Sollima: Violoncelles, vibrez !
5. Dvořák: Lasst mich Allein Op. 82 No. 1
6. Elgar: Salut d'amour . Liebesgruss Op. 12
7. Popper: Elfentanz. Dance of the Elves Op. 39
8. Anónimo: El cant dels ocells
9. Paganini: Variaciones sobre una cuerda
10. Tchaïkovski: Andante Cantabile Op. 11
11. Rachmaninov: Vocalise Op. 34 No. 14
12. Joplin: Original rag
13. Dvořák: Waldesruhe
14. Fauré: Après un rêve
15. Piazzolla: Le grand tango
Con Jérôme Ducros al piano y la Orchestre de Chambre de Paris dirigida
por Douglas Boyd.
Bonus DVD: Music clips- Capuçon toca Le Cygne, Après un rêve,
Original rag No. 1, Elfentanz, Salut d´amour y Méditation de Thaïs.
Hay quien piensa que
escuchar una grabación no es lo mismo que paladearla en una sala de conciertos.
Aquí está la ventaja que tienen los directos: la captación del instante
privilegiado en que el artista se entrega al público y antes que eso, a la
música y al vínculo con su propio instrumento. Las sensaciones y las emociones,
son desbordantes y feéricas.
Sin embargo, no todos son
parabienes: están los asistentes, que a menudo interfieren de una manera u
otra, impidiendo que la audición sea óptima. Hay interrupciones inevitables en
la captación de los climas y la atmósfera mágica que se crea en un teatro a
veces se interrumpe. ¡Dependemos de la acústica, también y en fin, de los
elementos!
En cambio, las grabaciones se
pulen, mejoran, limpian, el artista puede dar lo mejor de sí mismo en la
profundización que escapa del momento efímero de una audición en vivo. Y en
todo caso, la mejor sugerencia: escuchar la grabación y comprobar qué
diferencias se producen cuando vamos a una sala de conciertos a compararla. En
el caso de Gautier Capuçon es bastante fácil, porque las localidades suelen ser
muy asequibles, como él, siempre dispuesto en el backstage o por los pasillos
de las salas donde toca, a una foto o un autógrafo con sus rendidos melómanos.
Y viaja siempre, por todas partes y siempre se coincide con él en algún puerto.
Alguna vez escribí, a
propósito de una velada con Gautier Capuçon, que” es única su capacidad de
comunicar, con sus correspondencias, su elevación, entre la belleza de sus
ensoñaciones, como un fuego fatuo, oceánico. Es un arca de sabores, burbujeante,
floral, perfumado, tierno, solar y con ese toque de locura que dan la juventud,
el talento y el genio. Con su aire distraído pero claramente muy alerta, desenfadado,
el pelo largo, enfundado como quien no quiere la cosa en un frac imprevisto,
parece emerger de un bistrot de Montmartre del siglo XIX. Con la experiencia
del ADN que no solo le presta la música sino las galaxias insondables de un Rimbaud o un Baudelaire. Y el J.J.
Rousseau de “Les rêveries d´un promeneur solitaire”, prefacio del
Romanticismo, heredados vía inconsciente colectivo francés, claro, cosidos a la
levita de un Marcel Proust enamorado
para siempre de la Sonata de Vinteuil y de Odette de Crécy”.
Esta grabación de Intuition
es heterogénea, diversa, con compositores dispares, pero bajo su arco cabe todo
y el corpus aparece coherente y lúcido, porque la música que consigue con su
instrumento habla por sí sola. Muy eficiente, más, impecable, su colaboración con
el pianista Jérôme Ducros, amigo conocido con el que comparte muchas vivencias.
Por otra parte, hay que destacar que la dirección que Douglas Boyd hace de la
Orchestre de Chambre de París es soberbia.
Hay cortes propios de la
música para ballet o programática, pero siempre evocadores y portentosos. Preciosa
la Méditation de Thaïs de Massenet, una pieza de bravura el Encore de Ducros,
que despliega una técnica fantástica, a mitad de camino entre la música
húngara, las Czardas de Monti, o Paganini (del que interpreta, precisamente,
“Variations on one string”).
Su interpretación de Elgar (Salut
d´amour, Liebegruss, op. 12) conecta con el espíritu superdotado de Jacqueline
du Pré y su interpretación del concierto del mismo compositor, una inspiración
y un maravilloso recuerdo. La depuración de la técnica y el aliento y gusto del
chelista francés en su último CD dejan sin respiro, incluso cuando interpreta
partituras lánguidas, de una gran introspección y nostalgia, como El cant dels
ocells, por el que transitaron el mítico Pau
Casals, Jordi Savall o, ya en
los últimos años, Sol Gabetta, la
chelista argentina. Sucede lo mismo con El Andante cantábile de Tchaikovski
(op. 11) o el Vocalise de Rachmaninov (Op. 34, no. 14) o el Waldesruhe de
Dvorák. Après un rève de Fauré, sigue en esta línea proclive a la meditación,
contemplativa.
Fino, palaciego y elegante,
a ritmo de minueto, camino del vals, pero siempre bailable, el Paganini que nos
regala Capuçon con su Variations on one string, de una claridad limpia y
deslumbrante, como la nieve que recubre gran parte del año su Saboya natal,
hasta donde ha trasladado su violonchelo para clavarlo, como un trofeo, en la
montaña, como se puede disfrutar en el DVD bonus que ofrece con este último CD,
Intuition.
El Original rag, No. 1 de
Joplin rompe completamente el territorio del ensimismamiento y pone de nuevo a
bailar al oyente, pero esta vez con un ritmo frenético que recuerda los Locos
años veinte. Una concesión al repertorio tradicional con una partitura y un
estilo, que sin embargo, también han pasado a la categoría de clásicos. El
piano de Jérôme Ducros acompaña, como es habitual de maravilla, un lujo.
Capuçon vuelve a romper la
geografía que viene transitando, con un recorrido por la música abrupta, casi
violenta de Astor Piazzolla con Le grand tango. Este renovador del género, tanto
tiempo afincando en Roma (desde que comenzó hasta que terminó la dictadura del
general Videla) encuentra en el chelo de Capuçon, un relato diferente pero nada
ajeno. Una enciclopedia de recuerdos, junto con un piano con el que dialoga
como si los instrumentos, en amoroso compadreo, arrabalero y muy porteño, se
hubieran enamorado. Es la única partitura que escribió Piazzolla para piano y
chelo, que reemplaza al bandoneón del argentino, que aquí está ausente.
Esta obra fue a menudo
interpretada por Mstislav Rostropovich, ilustrando a este compositor argentino
pero siempre universal a quien Carlos
Gardel, otra leyenda, le dijo: “Vas a ser grande pibe, te lo digo yo…el
fuelle lo tocás bárbaro, pero al tango lo tocás como un gallego”. Intuition,
con Gautier Capuçon en estado de gracia, es el regalo de un regalo, claro. Por
los viejos buenos tiempos y, por los de ahora, merci.
Alicia Perris
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