‘LOHENGRIN’ de Richard Wagner (1813-1883).Teatro Real. Domingo 13 abril, 2014. Hasta el día 27 .
IN MEMORIAM GERARD
MORTIER
Programa
Ópera romántica en tres actos
Libreto de Richard Wagner
Nueva producción del Teatro Real
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Libreto de Richard Wagner
Nueva producción del Teatro Real
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Ficha Artística
Dirección musical: Hartmut Haenchen
Dirección
de escena: Lukas Hemleb.
Escenografía:
Alexander Polzin
Figurines:
Wojciech Dziedzic
Iluminación:
Urs Schönebaum
Dirección
del coro: Andrés Máspero.
El rey
Heinrich: Franz Hawlata
Lohengrin:
Christopher Ventris
Elsa:
Catherine Naglestad
Friedrich
von Telramund: Thomas Johannes Mayer
Ortrud: Deborah Polaski
El heraldo: Anders Larsson
Ortrud: Deborah Polaski
El heraldo: Anders Larsson
Cuatro
caballeros brabanzones: Antonio Lozano
Gerardo López
Isaac Galán
Rodrigo Álvarez
Gerardo López
Isaac Galán
Rodrigo Álvarez
Se ofrecen 13 funciones de la nueva producción de Lohengrin entre
los días 3 y 27 de abril, dedicadas a la
memoria de Gerard Mortier.
Dos grandes repartos
wagnerianos, un coro de 92 cantantes y una orquesta de 123
músicos interpretan la popular ópera wagneriana. El 2 de abril a las 20.30 horas, un día antes
del estreno de la ópera, tuvo lugar en la Sala principal del Teatro Real un Acto
de homenaje al Director Artístico fallecido el pasado 9 de marzo, de acceso
libre.
La puesta en escena concebida
por Lukas Hemleb parte de una escultura de Alexander Polzin, escenógrafo de la
producción. La dirección musical es de Hartmut Haenchen, que cederá la batuta a
Walter Althammer en dos funciones.
Dos espectáculos de fin de semana
completan la programación de la ópera: Sueños y pesadillas de Wagner,
dirigido a los jóvenes, y El caballero del cisne, taller familiar
concebido para los más pequeños, dentro del ciclo ¡Los domingos, a la
Gayarre! La función del 10 de abril fue retransmitida en directo por Radio
Clásica, de Radio Nacional de España.
El estreno de Lohengrin tuvo lugar el 28 de agosto
de 1850, en Weimar, con Franz Liszt en la dirección musical de la ópera, al
frente de un elenco y una orquesta que no han hecho justicia a la partitura.
Wagner solo la escucharía, en su versión íntegra, en Viena 11 años después del
estreno.
Aunque el primer
contacto de Richard Wagner con la leyenda medieval de Lohengrin, hijo de
Parsifal, remonte a 1842, solo en 1845 el compositor comenzó a esbozar el
libreto y la partitura, cuya escritura concluyó en 1848. Su estreno
estaba previsto para Dresde, pero la participación de Wagner en los
levantamientos revolucionarios de 1849 le obligó a exiliarse a Suiza. La ópera
sería ofrecida por primera vez al año siguiente, merced al empeño de Franz Liszt, cuya hija, Cosima, se
convertiría más tarde en la última esposa de Wagner.
Probablemente la última gran ópera romántica de Wagner,
pero también precursora de algunos de los hallazgos que fructificarían en sus
dramas musicales posteriores, Lohengrin desarrolla los arquetipos del
Romanticismo -la fatalidad trágica, la temática medieval y nacionalista, la
dialéctica entre lo divino y lo humano, la contraposición del paganismo al
cristianismo, la atmósfera nebulosa e inquietante, dentro de un marco musical
en el que las modulaciones, las transiciones de los motivos musicales e incluso
los límites difusos de los duetos anuncian ya el continuum musical de
las grandes óperas posteriores.
El preludio de esta partitura es considerado en sí mismo
una obra maestra, destaca el protagonismo del coro que, inspirado en la
tragedia griega, va anticipando el devenir de los acontecimientos, comentando
las actitudes de los protagonistas y dictando el veredicto final, guiado por
designios divinos.
Se estrena en el Teatro Real una obra que nace ahora a
partir de una escultura de Alexander Polzin —artista plástico que creó
también la escenografía de La página en blanco y La conquista de
México— concebida como una gran instalación, evocadora de un espacio
mitológico misterioso e inescrutable. En el marco de esta cosmovisión, Lukas
Hemleb recrea el mundo real y sobrenatural wagneriano, rehuyendo las
tradicionales dicotomías que contraponen los personajes de la ópera y
reforzando sus debilidades.
Hay dos repartos que
interpretarán la obra e incluyen grandes nombres del repertorio wagneriano, la
mayoría de ellos conocidos ya por el público del Teatro Real. El papel titular
será compartido por los tenores Christopher Ventris y Michael König;
Catherine Naglestad y Anne Schwanewilms darán vida a la desdichada
Elsa y Deborah Polaski y Dolora Zajick encarnarán a la
maquinadora Ortrud. Completan el quinteto protagonista Franz Hawlata y Goran
Jurić, como el rey Heinrich, y Thomas Johannes Mayer y Thomas
Jesatko como Friedrich von Telramund, debutando los tres últimos en el
escenario del Teatro Real.
El Coro Titular
del Teatro Real contará con 92
cantantes y la Orquesta
Titular del Teatro Real, con 123 músicos. Al frente de ambos, estará Hartmut Haenchen,
que dirigió en las dos temporadas anteriores Lady Macbeth de Mtsensk, de
Shostakovich, y Boris Godunov, de Mussorgski.
Las funciones de Lohengrin se incluyen en las
celebraciones del segundo centenario del nacimiento del compositor, que se han
iniciado la pasada temporada con Parsifal y han proseguido con Tristan
und Isolde, hace apenas dos meses.
El 2 de abril a las
20.30 horas, fecha en que estaba programado Enfoques -encuentro
entre los artistas y el público que solía presentar y moderar Gerard Mortier-,
se ofreció un acto de homenaje a
su memoria, que tuvo lugar en la Sala
principal, de acceso libre a todos aquellos que quieran unirse a este
simbólico recuerdo.
Un video, realizado
especialmente para esta ocasión, recuerda las producciones más emblemáticas de
la programación diseñada por Gerard Mortier para el Teatro Real y evoca algunos
momentos de sus vivencias durante el período en que fue su director y consejero
artístico.
Lohengrin fue
escrita en plena vorágine revolucionaria y supone la primera unión perfecta entre
poesía y música según los ideales estéticos del Romanticismo que el propio
Wagner contribuyó a crear: la ópera es eclipsada por el drama musical. Aquí dos
visiones de la realidad se enfrentan: la de Ortrud y su mundo de magia negra,
frente a la luz, portadora de salvífica transformación, de Lohengrin, el
caballero del Grial. Entre estos dos símbolos, se mueve la brutal sociedad de
caballeros medievales, que vive sobre todo de la guerra.
Elsa es la única que
busca la belleza y la luz de Lohengrin, pero su amor sucumbirá porque se empeña
en comprenderlo. Ello lleva a preguntarse si el mundo masculino puede exigir
una entrega absoluta sin indagación, razón por la que también Lohengrin
fracasa. Así, solo el niño, con su inocencia, pueda tal vez vencer a la maldad.
Hartmut Haenchen, el
director musical, comenta que Wagner empieza a utilizar aquí los leimotive,
desligándose de la mera reminiscencia para convertirlos en parte del drama. Hay
muchas innovaciones en la orquestación, sobre todo por la desintegración del
sonido de los instrumentos de cuerda.
Es desconocido
también hasta Lohengrin el desplazamiento de temas clave a capas medias y
profundas gracias a una instrumentación característica con nuevas combinaciones
tímbricas, que puede imponerse frente a un acompañamiento orquestal más sonoro.
Para esta puesta tanto en lo musical como en lo escénico, se han seguido de
manera exhaustiva las anotaciones que el compositor realizó antes de su exilio.
En lo que respecta al libreto y el texto, de Wagner, la
ópera comienza con un primer acto cargado de futuro, donde se exhiben desde el
principio, las ideas de nacionalismo y territorialidad “alemana” (siendo esto
un anacronismo evidente, ya que la fundación de Alemania como país es posterior).
Estas corrientes van a determinar desgraciadamente los recorridos políticos que
irán desde la trayectoria de Otto von Bismarck, jalonando la historia de este
pueblo de guerras y de destrucción en la I (cuyo centenario se conmemora este
2014) y II Guerra Mundial. Es curioso, porque Wagner, que había participado en
la Revolución librepensadora de 1848 junto a Bakunin, debió exiliarse entonces,
dando décadas después alimento con su filosofía y su estética, cercana a
Nietzsche y a Schopenhauer, a las ideas más avanzadas de la segregación y
persecución racial y al Lebensraum del III Reich. Todo este material se
discursa ya en el I Acto de Lohengrin, cuando se menciona la falta y la
necesidad de un “líder”, para “luchar contra el invasor húngaro”.
Para a la regia, se ha organizado un espacio difícil de
sobrellevar por momentos para los cantantes, con la acción deslizándose todo el
tiempo en una especie de vieja mina o gruta, endogámica como los habitantes del
relato y sombría. El montaje del escultor alemán Alexander Polzin es frío y desangelado, muy frecuente en los
proyectos contemporáneos y “modernos” de ópera, de vanguardia, acompañado de
una iluminación de Urs Schönebaum
que da la sensación de cambio de decorado en cada acto. Los figurines de Wojcieh Dziedzic más que medievales,
parecen del barrio londinense de Chelsea de finales de los sesenta o setenta.
Lohengrin tiene necesidad de un doble coro masculino que dé
vida a los brabantinos y a los sajones, gran oportunidad para que la formación
vocal de Andrés Máspero vuelva a
hacer pensar que sus cantantes, forman parte de una especie de coro ideal en
Europa. Se mueven por los repertorios con una entidad, una seguridad y una
delicadez que emociona.
Da pie el reparto
restante para que este proyecto cuajado se pueda considerar de verdad na
Gesamtkunstwerk. Las dos parejas que se disputan el poder en el argumento y en
el espacio vocal y escénico, cuentan con voces de calado y con cuerpo: Christopher
Ventris es un Lohengrin con una ascendente carrera, con exitosas
representaciones en teatros como La Scala de Milán o el Met de nueva York.
Habituado a roles de la ópera alemana y rusa, su prestación es segura, rica y
con una voz hermosa, adaptada las
necesidades del papel y la exigencia musical. Catherine Naglestad, como Elsa, fue
de las más aplaudidas. Se trata de una soprano dramática estadounidense con un
precioso instrumento, aunque podría
pensarse que su actuación medrosa y girando siempre en círculos sobre si misma
le resta encanto y prestancia. Sin embargo, evoluciona con gracia con una
partitura exigida sobre la que recae buena parte de la responsabilidad vocal de
la ópera.
Friedrich von
Telramund es el trabajo de Thomas
Johannes Mayer que no llega a demostrar actoralmente la maldad de sus actos
y sus intenciones, pero tiene una hermosa voz, con un registro amplio que le
resulta muy cómodo para el papel. Muy conocida del ambiente del Real, Deborah
Polaski, la soprano dramática de Wisconsin, en su rol de Ortrud, solventa con
elegancia y soltura un personaje nefasto y negativo, envuelta en las brumas de
la magia negra y la brujería, tan del gusto de los mitos y las historia
medievales. Sin embargo su voz ha perdido las características que la hicieron
famosa, aunque recoge el guante y el desafío, a costa en parte de la poca
elasticidad de sus agudos. Goran Juric
es un bajo croata con estudios no solo musicales, sino también vinculados a la
literatura y a la lengua italiana. Ha trabajado con directores de primera fila
como Zanetti, Muti o Armiliato y su Rey Heinrich desborda calidez vocal y
majestad soberana.
Anders Larsson, barítono sueco de amplio repertorio, construye un heraldo en consonancia con la performance del resto de las voces, solventes y que consiguen muy bien cerrar un equipo musical que se encuentra a gusto colaborando y sacando adelante una de las últimas creaciones románticas de Wagner y una de las más difíciles de hacer, también por tener algunos de los fragmentos más célebres del compositor alemán.
Anders Larsson, barítono sueco de amplio repertorio, construye un heraldo en consonancia con la performance del resto de las voces, solventes y que consiguen muy bien cerrar un equipo musical que se encuentra a gusto colaborando y sacando adelante una de las últimas creaciones románticas de Wagner y una de las más difíciles de hacer, también por tener algunos de los fragmentos más célebres del compositor alemán.
De distintas regiones españolas proceden tres de los
caballeros brabanzones, donde juegan un buen papel el tenor malagueño Gerardo López, todos de agradable
presencia escénica además, el murciano Antonio
Lozano y el zaragozano Isaac Galán.
Completando el cuarteto el barítono bonaerense Isaac Galán, que ya ha participado en el coliseo madrileño en Don Carlo,
Poppea e Nerone, Il Barbiere di Siviglia y Alceste.
Tienen un lucimiento evidente Los Pequeños Cantores de la Jorcam y esto hace pronosticar un buen
futuro para la cantera de las voces en la Comunidad de Madrid y en España.
Es posible que ésta sea la más melancólica de todas las
óperas wagnerianas, la que culmina con
un final más triste. Retorna Gottfried, una vez desaparecido el encantamiento,
pero el amor purificador y redentor de la pareja romántica, iniciado a través
de la ordalía, puro derecho germano medieval, claudica por la duda y la falta
de confianza de una heroína determinada a eclipsarse ante el poder del Grial y
lo desconocido mágico.
Con el aforo
completo, el público quedó en suspenso y arrobado con esta versión de
Lohengrin, que marca un corte en la historia del Teatro Real y en su dirección
artística, un poco abrupta y dramáticamente interrumpida por la clausura que la
muerte de Gerard Mortier, muy prematura, imprimió a toda una etapa.
Se aplaudió sobre todo la dirección orquestal no sólo al
final sino- algo poco habitual- también al término de cada acto y se agradeció
el esfuerzo de todo el equipo que hizo posible otro Wagner en la temporada
2013-2014, que se abre para Joan Matabosch como nuevo responsable de la
dirección artística.
Alicia Perris
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