Texto: Molière. Música: Lully. Intérpretes:
les Arts Florissants, Dirección: William Christie. Théâtre des Bouffes du Nord.
Dirección: Clément Hervieu- Léger. Teatros del Canal. 21 de enero de 2016.
Se estrenó en 1669, “para los divertimentos del Rey”, raramente
representada en fechas modernas, Monsieur de Pourceaugnac resume
algunos de los temas preferidos de Molière: matrimonio, dinero, enfermedad y sobre todo las profesiones que oscurecen la sociedad de su tiempo, muy amoral: los notarios, los médicos, los falsos devotos, los leguleyos y toda la tropa de intermediarios que hacen penar al sacrificado pueblo de la época.
Cuando llega de Limoges para contraer matrimonio, Pourceaugnac es
manipulado por doctores, mujeres, autoridades, pícaros, etc., hasta que debe huir de París. Tomando la forma de una sencilla comedia, inspirada en la commedia
dell’arte italiana, Monsieur de Pourceaugnac es una de las más sombrías y crueles obras de Molière.
A partir de que William Christie fundó Les Arts Florissants en 1979, su actividad ha sido incesante.
Especializados en música barroca, el ensemble debe su nombre a la ópera homónima de Marc-Antoine Charpentier, que fue su
primera representación integral.
Parece que fue ayer, cuando los
venenos y las frondas hacían palidecer el comienzo y el desarrollo de la corte
del Rey Sol, sacralizada en el contexto de un Versalles concebido ad maiorem
gloriam suam.
En 2015 se cumplieron 400 años de la
muerte del monarca Borbón, que envío a inaugurar su dinastía en España, con la
llegada de su nieto, Felipe V, y hasta hoy, si restamos dos repúblicas y la
breve incursión en este país de la casa de Saboya.
Lully fue un músico fantástico, que
se adaptó como un guante a la energía egocéntrica de un reinado vigoroso que acabó, al borde del colpaso, con los primeros resplandores de la Revolución
Francesa, dos reyes después.
Molière, de nombre verdadero Jean
Baptiste Poquelin, que todavía se
representa en el mundo entero, fue el azote de una sociedad que todo lo
recuperaba para reacomodarlo y darle un sitio a fin de que en el gran diseño
principesco no desentonara nada.
La comedia-ballet fue un género de
la época, en la cual brilló la propia figura del monarca, un gran bailarín,
figura del imaginario literario de un Dumas o cinematográfico de tantos
directores (recuerdo con emoción a Vatel, sus obras de arte y su angustia y
suicidio en Chantilly al servicio del príncipe de Condé, inigualable recreación
de Gérard Dépardieu en la película de Roland Joffe).
En esta propuesta imaginativa como
la totalidad de lo que se exhibe desde el talento de la programación de los
Teatros del Canal, Les Arts Florissants, al mando del genial William Christie.
Se organiza así una producción junto a les Bouffes du Nord, dirigidos por
Hervieu-Léger que destacan la calidad de la actuación de unos actores-
cantantes a pleno rendimiento, con una vitalidad que se acerca a las dos horas
desde la perspectiva de una puesta llevada
los años 30 del siglo XX, con un vestuario chispeante y un maravilloso
prototipo eléctrico que hace las delicias del público en la segunda parte, que
se disfrutó, sin interrupción, como una totalidad.
La escuela francesa de canto en
general y también la de teatro, recuerda, salvando las distancias, la integración
que en Estados unidos se hace del hecho lírico y teatral y permite una fusión
de canto, baile, acrobacia, comicidad, especialmente destacadas en los papeles
del protagonista, “le pauvre Monsieur de Pourceaugnac”, humillado por pretender
un matrimonio desigual e injusto. Genial Guillaume Ravoire en este rol, así
como Erwin Aros, contratenor, Claire Debono, la soprano y un elenco que saluda
al completo con los músicos y sin egos porque respira y ejecuta la propuesta
como una sola alma.
Preciosa la coreografía de Bruno
Bouché y una fidelidad reinterpretada y puesta al día de la obra de Molière,
con algunas licencias adaptadas a una España tópica y tìpica que siempre es
disfrutable, porque se hace con gracia y con buenas intenciones. Sin embargo,
el texto, sigue ahí, con sus repeticiones divertidas a lo Tartufo, “Monsieur de
Pourceaugnac…Monsieur de Pourceaugnac…, Monsieur de Pourceaugnac” y su carpe
diem revisitado y reiterado como una letanía, “l´affaire importante est le
plaisir”. El que estos esforzados artistas nos dieron a todos la noche del
estreno y las dos representaciones más que engalanaron Madrid.
A pesar de lo que diga algún purista
agrio que siempre destaca según su
criterio, lo que podría haber funcionado y no ocurrió, la mayoría de los
presentes, también los “especialistas” sanos, destacaron el esfuerzo de un
equipo entregado, sin fisuras entre lo musical (¡cómo se divierte Christie en
la dirección, entrando y saliendo de escena!) y lo teatral, la voz y el trabajo
corporal excelente e incansable que todos los presentes, agradecieron y
aplaudieron con generosidad merecida. Porque “noblesse oblige”, claro!
Alicia Perris
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