viernes, 2 de junio de 2017

EL TEATRO REAL CAMBIA EL PASO CON UNA CURIOSA SÁTIRA RUSA: EL GALLO DE ORO DE RIMSKI-KÓRSAKOV

EL GALLO DE ORO, Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908). Teatro Real de Madrid. Ópera en 3 actos con prólogo y epílogo y libreto de Vladimir Belsky, basado en el cuento El gallo de oro de Aleksandr Pushkin, a su vez inspirado en los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving. 31 de mayo de 2017.

“Esta historia no es verdad, pero en ella hay una pista; una lección para todos los jóvenes y despiadados”. Aleksandr Pushkin, El gallo de oro.


Elenco
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid
Ficha Artística
Dirección musical: Ivor Bolton  
Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly          
Escenografía: Barbara de Limburg        
Iluminación: Joël Adam  
Coreografía: Lionel Hoche          
Dirección del coro: Andrés Máspero     
Zar Dodón: Dmitry Ulyanov       
Zarévich Guidón: Sergei Skorokhodov            
Zarévich Afrón: Alexey Lavrov               
Gobernador Polkan: Alexander Vinogradov   
Amelfa: Olesya Petrova                
Astrólogo: Alexander Kravets                
Zarina de Shemajá: Venera Gimadieva            
El gallo de oro: Sara Blanch y
Bailarines, el gallo, Frantxa Arraiza
Titiritero: Patrick Maillard.
Geoffrey Boissy, Jean Marc Brouxel, Jordi casas, John Gomis, Charly Magonza, Marvin mariano, Javier Muños, Miguel Ángel Some.
Edición musical: Robert Forberg Musikverlag, Berlín.



Del 25 de mayo hasta el 9 de junio, el coliseo madrileño, ofrece El gallo de oro, la última ópera compuesta por el ruso Nikolái Rimski-Kórsakov, una broma macabra cargada de significado. La propuesta resulta sin embargo y sin titubeos, una crítica necesaria a las políticas belicistas (Guerra ruso-japonesa) y la postura radical contra el pueblo (sublevación y feroces matanzas gubernamentales  de 1905, aquellas que hicieron llorar a Yuri, el Doctor Zhivago en la famosa película homónima de David Lean). Es la descripción de la ineptitud- la de la dinastía rusa Románov- que acabaría totalmente deshilvanada con los fusilamientos en Ekaterimburgo de 1918. Buscando un equilibrio imposible entre la astracanada y lo superfluo, con una partitura que desdibuja por momentos la seriedad del asunto, la carga emocional que hay detrás de la fachada de la propuesta de Rimski y sus escritores. Se trata de melodías y sonoridades orientalizantes, reconoscibles y rastreables en toda la larga andadura de la música clásica del país asiático, no solo la operística, unida a la eufonía evidente de la lengua rusa, por momentos cálida y aterciopelada.

El Gallo de Oro es la décimoquinta de las óperas de Nikolái Rimski-Kórsakov, que solo se estrenaría de forma póstuma alcanzando el éxito sobre todo en París (en 1914), respaldada por los grandes portentos de principios del siglo XX de la escena y el ballet: el empresario y mecenas Diaghilev y el coréografo Fokin. El retrato del protagonista, el rey Dodón, es el de un déspota  que no desea otra cosa que comer, dormir y dedicarse a los placeres sensuales que la vida y su condición de mandatario pueden ofrecerle. La denuncia, a través de esta burla despiadada disimulada detrás de un libreto aparentemente ingenuo, fue captada perfectamente por la censura de la época que exigió, para darle el placet, cambios a los que el compositor se negó una y otra vez. Finalmente, la ópera se estrenaría en 1909, dos años después de haber sido compuesta.
 Esta obra que presenta ahora el Teatro Real, en nueva producción con el Théâtre Royal de La Monnaie de Bruselas y la Opéra National de Lorraine, es tal vez la única de las quince que compuso Rimski-Kórsakov que ha logrado establecerse en el repertorio de los teatros fuera de Rusia.


Por su parte, el Teatro Real agradece a la Junta de Amigos el patrocinio de esta ópera.
Gran desafío este de llevar a buen puerto una obra como El Gallo, con su complejidad, el desconocimiento de gran parte del público de este tipo de propuestas, escasas, más habituado como está en el Real y otras salas de la península al repertorio italiano, francés o alemán y a toda la obra en español, de ópera y zarzuela. Sin embargo, la recepción de este trabajo coral, por parte de los presentes, fue muy cálida y aplaudida.

Bien la dirección de Ivor Bolton, que, aunque falta a veces de un sello e impronta propios y contundentes, es diligente, minuciosa y consigue resultados, aunada a la labor siempre ajustada y holgada del Coro Intermezzo que dirige Andrés Máspero. La puesta en escena y los figurines de Laurent Pelly responden adecuadamente al planteamiento y la fantasía del cuento que se narra, muy apropiadas además la escenografía de Barbara de Limburg y la iluminación de Joël Adam, y las coreografías de Lionel Hoche. La labor de trabajo corporal del gallo, representada por la bailarina Frantxa Arraiza, es fantástica, igual que su alter ego vocal fuera del escenario, la jugosa voz de Sara Blanch. Adherido con propiedad a la representación también el equipo que acompaña al titiritero Patrick Maillard.

Entre los protagonistas, solvente el Dodón de Dmitry Ulyanov, de demostrada experiencia, así como los dos zarévich alocados y flexibles también en lo teatral, Sergei Skorokhodov y Alexey Lavrov. Correctos el Polkan de Alexander Vinogradov, la Amelfa de Olesya Petrova y airoso en la complicada vocalidad del astrólogo, Alexander Kravets. La zarina de Shemajá es un personaje seductor y sensual, que lleva adelante su rol escénico con una voz bonita, que no le ofrece problemas, sobre todo en el gran esfuerzo del II acto y dada su experiencia con compositores como Verdi o Donizetti. Esta ópera tiene pasajes difíciles para algunos cantantes, pero se vive y se recibe como un gran compromiso de rendimiento de conjunto, donde todo tiene que encajar a la perfección, para completar el puzzle de una sátira acabada y creíble, válida.

Ivor Bolton y su concertino, excelente, ofrecieron un interludio musical, el Concert Phantasy de Efrem Zimbalist Hymn to the Sun de Fritz Kreisler (basadas en El Gallo de oro), mientras se efectuaban los cambios entre el II y el III Actos.

Desgraciadamente para la geopolítica y nuestra supervivencia presentes como países y como planeta, todas las maniobras teatrales que se respiran a través de la fantochada de El Gallo, sus personajes y secuencias imposibles y supuestamente imaginarias, están en el mundo de hoy, a la orden del día, en muchos de los dirigentes o gestores que tienen en sus decisiones la vida de los pueblos. Esperemos que estos no resulten, a la postre, tan manejables y dóciles como los súbditos del zar Dodón y participen en las decisiones grupales y sociales que los alejen de la representación facilona y dejada del mero rebaño. Verlos proyectados tan cerca de nosotros, gracias a la audacia del Teatro Real, nos hace que, tal vez, como creían los antiguos griegos, nos sirvan de catarsis ejemplarizante y nos conduzcan a una mayor lucidez como individuos y como seres humanos responsables.


Alicia Perris

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