Mucho movimiento el día de la rueda de prensa en uno de los salones
del Teatro Real que acoge al equipo principal de la ópera de Jake Heggie (1961)
y también después, porque finalizado el turno de preguntas, no queda nadie
salvo el barítono Michael Mayes, tan solicitado, que no sabe a quién atender
primero.
Restablecido el orden de preeminencias, el cantante tiene unos
minutos y hace unas declaraciones para Música
Clásica de Buenos Aires, una capital que podría visitar, pero Mayes tiene
un largo camino por recorrer todavía, porque su voz está en plenitud e ilumina
todos los roles y las partituras a las que da vida. Y el mundo es ancho y le
pertenece, claro.
Como el concepto de distancia interpersonal que tienen los norteamericanos difiere bastante del que suele emplearse en Europa y es muy corto, no me queda espacio para darle la mano, así que dos besos y abrazo desinhibidos que lo sorprenden y a trabajar.
Se trata de alguien solar, abierto, con ese toque de timidez que se encuentra a menudo en los artistas a los que el éxito ha sorprendido de una forma rápida e inesperada. Sin embargo, su trayectoria ya es conocida, porque, desde su Texas natal, donde también terminó la Universidad, ha actuado en las más destacadas compañías de Estados Unidos, en el Metropolitan de Nueva York, en la Washington National Opera, en la de Cincinnati, en Dallas, y en la San Diego Opera, donde interpretó a Figaro, un papel privilegiado para un barítono potente y dotado, Scarpia (Tosca), Sharpless (Butterfly) , Marcello (de Bohème), Papageno (La flauta mágica), Escamillo (de Carmen), moviéndose de un espectro al otro del arcoíris lírico y también, recreó los protagonistas de Don Giovanni y Rigoletto.
Instalados con rapidez en la misma mesa preparada con anterioridad
para la rueda de prensa, le propongo la primera pregunta:
A.P.: ¿Cómo consigue en
producciones tan diferentes, yendo de los más tradicionales roles de Puccini,
Mozart o Verdi, llegar a otros tan comprometidos como este de ahora, en “Dead
man walking”?
M.M.: No hay diferencias,
no hay diferencias. Antes las había, cuando era joven y no sabía lo que era la
ópera. (Se da la vuelta y me indica que aquellas personas que asistieron a la
rueda de prensa y lo están esperando son su hermana y su cuñado…). No supe qué
era eso hasta que fui al colegio y tuve suerte, después, de ir a la
universidad, porque empecé a estudiar lenguas extranjeras y esas historias
raras, que hablaban de duques, reyes, etcétera.
La primera ópera que vi fue “Sansón y Dalila” de Saint-Saëns, me senté allí y pensé: es lo más aburrido que he visto en mi vida, gente contando cosas, la música por otro lado, decididamente no lo comprendo. Luego fui conociendo y teniendo acceso a partituras que yo llamo “ópera consciente, con conciencia”. Se trata de obras que relatan situaciones reales de gente de verdad. También hice música vernácula y esa fue la vía hacia la ópera. Después que actué por primera vez como Joseph De Rocher, el asesino condenado a muerte, y otros roles en esa línea, esas obras me enseñaron la importancia de este tipo de música y entonces me dije: “¡Dios mío! Esto lo cambia todo! Hay cuestiones afectivas y ahora que estoy en Europa tengo una comprensión emocional diferente también de todos los papeles que he cantado y es un gran desafío.
A.P.: ¿Cuál es su
responsabilidad defendiendo roles como este Joseph, que tiene sin lugar a dudas
un trasfondo político y social?
M.M.: Entre todos los
sentimientos que se manejan aquí, está el de la muerte y esto es universal, en América, España, en
todas partes. Ahora, si yo me expresara en la calle como me desenvuelvo en
escena, me llevarían a la cárcel. Tengo un don, porque cuento con la capacidad
de expresar mi rabia, o mi tristeza, en un lugar seguro, y luego está la
audiencia y se produce una especie de catarsis juntos. Y luego regresas al
mundo verdadero, el de todos los días y es duro no entender a las personas,
encuentras una división, una importante polarización, en cualquier lugar, en mi
país, una falta de empatía para ver al otro como un ser humano. Y se arroja al
diferente fuera de tu tierra. Y se lo envía lo más lejos posible. Y luego se
puede apreciar lo que influye lo que representas en quien escucha o interpreta.
A.P.: ¿Cómo se encuentra
cantando en Madrid por primera vez?
M.M.: Efectivamente, esta
es mi primera experiencia en Europa. Nunca
en mi vida, había llegado a un lugar nuevo y fui tan bien recibido, como si
estuviera en casa. Verás, si uno es un cantante de ópera, tienes que explicar a
veces qué es exactamente eso. Pero venir aquí, a este sitio genial, si tuviera
que morirme, sería justamente acá, porque saben cómo representar una ópera.
Llegué a Madrid una mañana de Navidad, no conocía a nadie, estaba muy nervioso, lo que quiero decir es que tengo 42 años y en esa ocasión me sentí como un niño pequeño. Mi español es ínfimo, de Texas, ¿comprendes, no? Es duro, y entonces, me llevaron de acá para allá, me presentaron gente, una familia, se enteraron de que estaba solo aquí para las fiestas, y me invitaron a sus casas, y me trataron como a un hijo pródigo. Comimos, bebimos, charlamos, me prestaron una guitarra, así que toqué música country. ¡Eso es hermoso! Nunca os vais a librar de mi (risas…).
A.P.: Eso espero, Michael. ¿Cuál es tu relación profesional y personal con Sister Helen, la monja católica que asiste a los penados del corredor de la muerte y Joyce DiDonato, a la que ella traslada a la ópera desde la vida real?
M.M.: Bueno, con Sister Helen estuve muchas veces, porque
hicimos la producción nueve veces en América. La primera vez que la vi fue en
Oklahoma, donde hay pena de muerte, la segunda vez en Oregón, yo llevaba todos
los tatuajes que puedes ver (y los que no supongo!). Se me acercó y me dijo: “Sé
que esto es duro, es complicado representar a este personaje, pero cuando nadie
hace caso, y a nadie le importas, hay aún sufrimiento en la oscuridad. Esto es
lo que tienes que conseguir con este papel. Lo que hace Sister Helen, es dejar
una semilla en el prójimo. Cuando la conoces te deja cambiado, diferente. “Dead
man walking” y conocer a Sister Helen cambiaron mi vida, pero esta metamorfosis
fue muy dramática y en cuanto vi actuar y cantar a Joyce DiDOntao, supe que
este “Dead man walking” sería único, diferente a cualquier otro.
A.P.: Planes para el
futuro cercano o más adelante Michael?
M.M.: Cuando termine aquí
tengo que hacer “Moby Dick” en Pittsburgh y después Sweeney Todd”…
A.P.: Hummm! Otro
carácter, eh?! (Se ríe de nuevo).
M.M.: Este verano Conte di
Luna, Trovatore en Colorado, Sharpless de Madame Butterfly, luego de estas
óperas “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci”.
A.P.: Pero tienes un
repertorio muy amplio…
M.M.: Sí y siempre estoy
aprendiendo.
A.P.: ¿Cómo te cuidas la
voz y en general cada día para estar en forma?
M.M.: Bueno, cuando estaba
en casa era diferente, pero desde que estoy aquí, no dejo de perder peso. Pero, yo no soy un mono,
porque vivo la vida y todo lo que se relaciona con ella me llama la atención.
Podría estar recluido en un monasterio y dedicarme a leer y a meditar, pero
ahora siento que tengo que estar entre la gente, y la voz, alguna veces fumo o
bebo, poco, la cuestión con la voz es algo natural, es orgánico.
A.P.: ¿Qué piensas de la
influencia que pueden tener los cantantes o los artistas en general en sus respectivos países? La música o la ópera, son solo
diversión, entretenimiento?
M.M.: Es una pregunta
complicada, sabes, porque hay una controversia evidente. Durante la presidencia
de Bush hubo muchas discusiones sobre el tema de las ejecuciones. La respuesta
era “Cállate y canta”. Yo entiendo este tipo de cosas. Hay que ser cuidadoso y
no hablar demasiado y lo estoy aprendiendo. Lo más potente que puedo expresar
ahora es lo que desarrollo en un escenario, es donde me puedo expresar más y
mejor. Pero hay que hacer cosas que lleguen a la gente y la conmuevan, que la
cambien.
A.P.: Y por fin la última
pregunta: Te parece y sientes en estos tiempos que nos toca vivir que merece la
pena ser un cantante de ópera? ¿Estás contento con tu profesión?
M.M.: Realmente yo no soy
un cantante de ópera, escribí un show, una mezcla de country con música lírica,
que tiene que ver con las emociones y el sonido, porque finalmente el country
la ópera, se trata del mismo material, canciones, bebida, el Señor, todo eso
está en el country. Entonces escribí una obra, donde una parte tiene arias y la
otra, música folk, porque en el fondo no hay tantas diferencias. Es una
cuestión de magnitudes y motivaciones, lo mismo. Así que…
A.P.: Bien! Los italianos
en estas circunstancias, antes de un estreno, dicen: “In bocca al lupo”.
Increíblemente enterado de todo, Michael me contesta con una sonrisa enorme:
“Crepi al lupo…”. Le agradezco mucho su tiempo, tan valioso en esta ocasión previa
al debut, con el compositor, el director de orquesta, los coros, los cantantes,
los ensayos, el hecho teatral, los cambios de escena, todas las exigencias de
la búsqueda de la excelencia en la lírica.
Sin embargo, ahí está la presencia benéfica e inspiradora de la
Hermana Helen Prejean, que asiste además al estreno, sobrevolándolo, protegiendo
la magia y el mensaje y haciendo posible que todo el mundo dé aliento a su
inefable misión de resiliencia, de esperanza, de redención. Que sea por mucho tiempo
y con una jugosa cosecha, Hermana, para todos.
Alicia Perris
Martes 23 de enero de 2018
michaelmayesbaritone.com
Martes 23 de enero de 2018
michaelmayesbaritone.com
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