Juan Ángel Vela
del Campo Lucerna
El holandés Bernard Haitink dirige a la Chamber
Orchestra of Europe el pasado martes en el Festival de Lucerna. / peter fischli
No hay tregua. El Festival de Lucerna llega estos días a su ecuador con unos
resultados muy estimables, mientras en la trastienda calientan motores para la
próxima semana la Filarmónica de Berlín con Simon Rattle para escenificar la Pasión
según San Mateo, de Bach, en la puesta en escena de Peter Sellars: la
Concertgebouw de Ámsterdam con Mariss Jansons, y la Gewandhaus de Leipzig con
Riccardo Chailly. Un maratón orquestal de primerísimo nivel que clausurará
Gustavo Dudamel con tres programas diferentes al frente de la Filarmónica de
Viena.
El pasado jueves terminó el ciclo de tres conciertos dedicados a
Robert Schumann con la Chamber Orchestra of Europe, dirigida por Bernard Haitink.
El primero de ellos con una notable Primera sinfonía y una excelente Cuarta
tuvo lugar en abril en el Festival de Pascua. Esta semana ha sido el turno de
la Tercera y la Segunda, con unas realizaciones que no dudo en
calificar como magistrales. Además, se han interpretado como complemento obras
tan significativas como el Concierto para violín, con Isabelle Faust, y
el de piano, con Murray Perahia. La energía que ha transmitido Haitink a sus 85
años ha sido asombrosa. En su estilo habitual, todo estaba en su sitio.
Versiones sólidas, seguras, académicas en el mejor sentido del término,
precisas, esenciales en el espíritu y sin ningún tipo de adorno innecesario.
Haitink es una fuerza de la naturaleza y cuando se concentra en un autor
alcanza resultados asombrosos. Recordé el irresistible nivel artístico que
obtuvo con las sinfonías Segunda, Tercera y Sexta en el mítico
Festival de Ámsterdam dedicado a Mahler en 1992. Pues ahora igual: la misma
concentración, la misma desnudez, la misma sensación de plenitud. La orquesta
estuvo impecable en su condición camerística. La sombra de Abbado volvió a
aparecer. A esta orquesta estuvo muy ligado el maestro milanés en sus comienzos
en la década de los ochenta del pasado siglo. Con ella hizo el mítico Il
viaggio a Reims, de Rossini, entre otras obras, y también les dirigió en su
primera actuación en el Festival de Lucerna.
Los músicos brillaron con Haitink por secciones y como solistas,
manteniendo en todo momento su proyección sinfónica. Al finalizar el segundo
movimiento de la Segunda, el maestro no se pudo contener y mando un
expresivo beso de felicitación a la concertino. No era para menos. La orquesta
evocó pictóricamente a Caspar David Friedrich en su interpretación. Y es que
todo sonaba muy romántico, aunque con la contención que la música exige.
Capítulo aparte merecen los solistas. Isabelle Faust, que ya convenció
en el pasado Festival de Pascua de Lucerna con el Concierto para violín de
Alban Berg, con Nelsons, realizó una lectura excepcionalmente sensible del Concierto
para violín WoO 23 de Schumann. La violinista alemana nos tiene
acostumbrados a sentar cátedra en Bach —admirable la propina que concedió de su
autor fetiche— y en la manera en la que aborda el repertorio contemporáneo. Su
lado romántico brilló con luz propia en Schumann. Más sonriente que de
costumbre y más colorista en su vestuario, Faust realizó una versión no por
extrovertida menos intimista. Su dominio del estilo estuvo en consonancia con
su profundidad. En cuanto al estadounidense Murray Perahia, volvimos a
comprobar la excepcionalidad en su manera de tocar el piano. La identificación
con el concepto musical es total. Su técnica, fuera de serie. Todo fluye con
una enorme naturalidad, algo difícil de escuchar en un concierto tan
frecuentado. Dos solistas, pues, de enjundia para completar un ciclo que nos ha
dejado felizmente boquiabiertos.
Esta tarde vuelve Nelsons aunque con la Orquesta de Birmingham, lo que
posibilita escucharle al margen de la del Festival de Lucerna. Ello aporta
matices a la excitante polémica de la sucesión de Abbado. Como nota
sociológica, se ven más españoles que otros años en el festival, o, por así
decirlo, en Suiza como destino turístico. No llegan al número de los ciudadanos
de diferentes países árabes, con una más que curiosa invasión a la ciudad pero,
en fin, eso es otra historia.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/29/actualidad/1409323842_301040.html