domingo, 31 de agosto de 2014

ROMÁNTICO PERO CONTENIDO. HAITINK, A SUS 85 AÑOS, DIRIGE CON MAESTRÍA LA ‘SEGUNDA‘ Y ‘TERCERA‘ DE SCHUMANN EN LUCERNA.





El holandés Bernard Haitink dirige a la Chamber Orchestra of Europe el pasado martes en el Festival de Lucerna. / peter fischli

No hay tregua. El Festival de Lucerna llega estos días a su ecuador con unos resultados muy estimables, mientras en la trastienda calientan motores para la próxima semana la Filarmónica de Berlín con Simon Rattle para escenificar la Pasión según San Mateo, de Bach, en la puesta en escena de Peter Sellars: la Concertgebouw de Ámsterdam con Mariss Jansons, y la Gewandhaus de Leipzig con Riccardo Chailly. Un maratón orquestal de primerísimo nivel que clausurará Gustavo Dudamel con tres programas diferentes al frente de la Filarmónica de Viena.
El pasado jueves terminó el ciclo de tres conciertos dedicados a Robert Schumann con la Chamber Orchestra of Europe, dirigida por Bernard Haitink. El primero de ellos con una notable Primera sinfonía y una excelente Cuarta tuvo lugar en abril en el Festival de Pascua. Esta semana ha sido el turno de la Tercera y la Segunda, con unas realizaciones que no dudo en calificar como magistrales. Además, se han interpretado como complemento obras tan significativas como el Concierto para violín, con Isabelle Faust, y el de piano, con Murray Perahia. La energía que ha transmitido Haitink a sus 85 años ha sido asombrosa. En su estilo habitual, todo estaba en su sitio. Versiones sólidas, seguras, académicas en el mejor sentido del término, precisas, esenciales en el espíritu y sin ningún tipo de adorno innecesario. Haitink es una fuerza de la naturaleza y cuando se concentra en un autor alcanza resultados asombrosos. Recordé el irresistible nivel artístico que obtuvo con las sinfonías Segunda, Tercera y Sexta en el mítico Festival de Ámsterdam dedicado a Mahler en 1992. Pues ahora igual: la misma concentración, la misma desnudez, la misma sensación de plenitud. La orquesta estuvo impecable en su condición camerística. La sombra de Abbado volvió a aparecer. A esta orquesta estuvo muy ligado el maestro milanés en sus comienzos en la década de los ochenta del pasado siglo. Con ella hizo el mítico Il viaggio a Reims, de Rossini, entre otras obras, y también les dirigió en su primera actuación en el Festival de Lucerna.
Los músicos brillaron con el holandés tanto por secciones como solistas
Los músicos brillaron con Haitink por secciones y como solistas, manteniendo en todo momento su proyección sinfónica. Al finalizar el segundo movimiento de la Segunda, el maestro no se pudo contener y mando un expresivo beso de felicitación a la concertino. No era para menos. La orquesta evocó pictóricamente a Caspar David Friedrich en su interpretación. Y es que todo sonaba muy romántico, aunque con la contención que la música exige.
Capítulo aparte merecen los solistas. Isabelle Faust, que ya convenció en el pasado Festival de Pascua de Lucerna con el Concierto para violín de Alban Berg, con Nelsons, realizó una lectura excepcionalmente sensible del Concierto para violín WoO 23 de Schumann. La violinista alemana nos tiene acostumbrados a sentar cátedra en Bach —admirable la propina que concedió de su autor fetiche— y en la manera en la que aborda el repertorio contemporáneo. Su lado romántico brilló con luz propia en Schumann. Más sonriente que de costumbre y más colorista en su vestuario, Faust realizó una versión no por extrovertida menos intimista. Su dominio del estilo estuvo en consonancia con su profundidad. En cuanto al estadounidense Murray Perahia, volvimos a comprobar la excepcionalidad en su manera de tocar el piano. La identificación con el concepto musical es total. Su técnica, fuera de serie. Todo fluye con una enorme naturalidad, algo difícil de escuchar en un concierto tan frecuentado. Dos solistas, pues, de enjundia para completar un ciclo que nos ha dejado felizmente boquiabiertos.
Esta tarde vuelve Nelsons aunque con la Orquesta de Birmingham, lo que posibilita escucharle al margen de la del Festival de Lucerna. Ello aporta matices a la excitante polémica de la sucesión de Abbado. Como nota sociológica, se ven más españoles que otros años en el festival, o, por así decirlo, en Suiza como destino turístico. No llegan al número de los ciudadanos de diferentes países árabes, con una más que curiosa invasión a la ciudad pero, en fin, eso es otra historia.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/29/actualidad/1409323842_301040.html

MUERE A LOS 96 AÑOS EL DISEÑADOR MANUEL PERTEGAZ, EL SEÑOR DE LA MODA




La muerte del diseñador Manuel Pertegaz, fallecido esta madrugada en Barcelona a los 96 años, ha dejado huérfano al mundo de la moda, que recuerda al maestro de la alta costura como innovador y pionero, un hombre enérgico, perfeccionista y gran conocedor del oficio.
Madrid, 30 ago.- La muerte del diseñador Manuel Pertegaz, fallecido esta madrugada en Barcelona a los 96 años, ha dejado huérfano al mundo de la moda, que recuerda al maestro de la alta costura como innovador y pionero, un hombre enérgico, perfeccionista y gran conocedor del oficio.
Un fallecimiento que han lamentado tanto Felipe VI y doña Letizia, como los reyes Juan Carlos y Sofía, quienes han enviado sendos telegramas de pésame a la familia de Pertegaz, creador del vestido de novia de doña Letizia y diseñador durante años de los modelos de doña Sofía.
Según han indicado a Efe fuentes de la Casa del Rey, ambos expresan sus condolencias y destacan el "carácter innovador" y la "excepcional maestría" del fallecido.
Un catarro complicado por su avanzada edad, que degeneró en neumonía, ha sido la causa de su muerte, ha informado a Efe la sobrina del artista Sionin Caus Pertegaz, quien ha confirmado que sus restos mortales se enterrarán mañana en una ermita situada en la localidad de Pineda del Mar, donde el modisto tenía una casa.
Previamente, a las 12.30 horas, se celebrará un responso en el tanatorio del barrio barcelonés de Sant Gervasi.
Premio Nacional de Diseño de Moda, Manuel Pertegaz, nacido en 1918 en Olba (Teruel), se consideraba a sí mismo como "un pizca en el mundo de la moda", alguien que había sabido hacer "un poco de moda" al que gustaba "mucho" el arte, según sus propias palabras, que no solían ser muchas, como sus familiares y amigos sabían, porque era un hombre discreto y callado.
Sin embargo, este diseñador menudo, de enorme sonrisa y amplia cabellera, fue uno de los grandes creadores de alta costura, considerado entre los mejores, y maestro al nivel de Cristóbal Balenciaga o Pedro Rodríguez.
Él fue el primer modisto español que conquistó la Quinta Avenida de Nueva York y ganó parte de su fama al vestir a celebridades como Jacqueline Kennedy y actrices como Paulette Goddard, Marisa Berenson o Ava Gadner. "Yo le cocino y él me cose", contaba la protagonista de "Forajidos" (1946).
Autodidacta, trabajador infatigable, humilde y exquisito en los detalles, Manuel Pertegaz, que siempre supo adaptarse a la personalidad y peculiaridades de cada mujer, su modelo perfecta se encarnaba en la actriz Audrey Hepburn, "una mujer cisne, esbelta, estilizada, elegante y etérea", decía.

Para Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), Pertegaz era un hombre "de energía desbordante", cuya muerte no solo supone "la desaparición de un gran maestro, sino que es una pérdida irreparable".
Coincide con Lomba su discípulo y admirador Ion Fiz, quien no podrá olvidar "jamás" la experiencia de haber visto trabajar al maestro durante tres años en su "atelier" de la avenida Diagonal en Barcelona.
"Allí aprendí a valorar lo que es una prenda bien construida, cómo se aploma una manga, a ver de cerca los acabados, abrir las prendas y ver cómo tiene que ir rematado el interior de un forro; los detalles, en fin. Trabajar con él fue un lujo", ha resumido.
"Era una maravilla. Lo que él te contaba era una especie de biblia de la moda y yo era uno de sus creyentes", ha subrayado Juan Duyos para quien Pertegaz era "una referencia y un modelo". "Se nos ha muerto un mito".
Cerca de 80 años de su vida los pasó dedicado a la moda femenina, sumergido entre mujeres, telas, hilos y agujas, una pasión que empezó poco después de que su familia se trasladara a Barcelona, cuando apenas tenía 9 años.
Su carrera fue meteórica y con sólo 25 años, y en plena postguerra, abrió su primera casa de modas de alta costura en Barcelona; poco después, en 1948, fue a Madrid y viajó a París.
Empezó a ser conocido internacionalmente y, cuando con 36 años marchó a Estados Unidos junto a Valentino, Pierre Cardin, Pierre Balmain y las hermanas Fontana, el genio ya recibía pedidos de los grandes almacenes más selectos y la Universidad de Harvard otorgó el prestigioso Oscar de la Costura.
En 1957 Christian Dior muere súbitamente y Pertegaz es tentado como posible sucesor, pero él declina el ofrecimiento.
Cuando se le preguntaba por los diseñadores españoles decía: "les deseo que tengan pasión y que ésta la vuelquen haciendo lo que les gusta. Lo importante de la costura es hacerla y que luego se la pongan las mujeres".
En 2012 su taller dejó de coser, coincidiendo con la jubilación de sus costureras más fieles, pero el estudio siguió abierto y continúa trabajando en las líneas de complementos que desarrolla su equipo creativo y que hasta el final supervisó Pertegaz.
Tras hacer el traje de novia de la Reina Letizia, en 2004, Pertegaz empezó a retirarse, pero lo cierto es que vivió por y para su trabajó hasta bien cumplidos los noventa años.
El modisto vivía retirado en una casa de campo en las afueras de Barcelona donde ahora descansarán sus restos mortales.
(Agencia EFE)

AL PACINO AL CUADRADO. EL MITO DE LA INTERPRETACIÓN PRESENTA DOS PELÍCULAS EN LA SECCIÓN OFICIAL DE LA MOSTRA DE VENECIA.





Al Pacino en la presentación de sus dos películas en Venecia. / TONY GENTILE (REUTERS)

Al final de una de las grandes novelas de la ciencia ficción, Soy leyenda, de Richard Matheson, el protagonista, que se ha pasado la trama luchando contra los vampiros que han acabado con la humanidad, descubre, preso y a punto de ser ejecutado, su cambio de rol. Si de pequeño los chupasangres eran mitos para los hombres, ahora él, encerrado y observado por miles de ellos, se ha convertido en esa leyenda de la que hablarán las generaciones venideras de vampiros, en el probable último ser humano sobre la tierra. Hace ya décadas que Alfredo James Pacino dejó atrás sus calles del Bronx. “Muchos actores echan de menos el anonimato, valiosísimo como herramienta de la interpretación. Luchas para salir de él, y al final, cuanto más famoso eres, más valor das a esa pérdida”. Al Pacino (Nueva York, 1940) sabe perfectamente de qué habla porque él ya es leyenda.
‘Manglehorn’ y ‘The humbling’ forman parte de la sección oficial del festival
En Venecia el neoyorquino ha dado dos ruedas de prensa porque presentaba sendas películas en la sección oficial. Una a concurso, Manglehorn, de David Gordon Green. Otra, fuera de la competición, The humbling, de Barry Levinson, adaptación de la novela de Philip Roth La humillación. Ni los más veteranos de los festivales recordaban a una estrella de Hollywood haciendo tamaño doblete. En la primera encarna a un cerrajero obsesionado por un amor no correspondido, “un tipo que ha ido encerrándose en su vida” —así lo define su intérprete—, curioso comportamiento para alguien se dedica a ayudar a otros a abrir cerraduras. En la segunda, rodada en 20 días con un director como Levinson, al que conoce bien, en la casa del realizador en Connecticut, interpreta a un famoso actor teatral que de repente siente que ha perdido su don, su capacidad de interpretar y enganchar al público, y que por tanto decide retirarse. Algo que ni se le pasa por la cabeza a Pacino a pesar de sus 74 años.
El actor que dirige
Al Pacino ha dirigido cuatro filmes con distinto resultado:
Looking for Richard (1996). La mejor clase cinematográfica sobre la obra de William Shakespeare. Mientras Pacino monta su Ricardo IIIy pide a gritos el famoso caballo, otros actores amantes del bardo como Kénneth Branagh explican qué es el pentámetro yámbico y otros secretos del dramaturgo.
Chinese coffee (2000). Basada en un drama de Ira Lewis que el mismo Pacino había interpretado ocho años antes en Broadway, la historia de dos escritores fracasados —Pacino y Jarry Orbach— no acababa de funcionar en pantalla.
Wilde Salomé (2011). Documental que indaga en la obra homónima de Oscar Wilde, fue la primera vez que se vio a Jessica Chastain en la gran pantalla. Pacino, como rey Herodes, y Chastain ya la habían representado juntos en Los Ángeles en 2006.
Salomé (2013). Si ya habían hecho el documental, ¿por qué no filmar la obra? Por desgracia, es un enorme egotrip.
“Siempre que sientas que conectas con el personaje que te ofrecen, sigues en la brecha. En The humbling se habla de la desaparición de ese deseo. Necesitas el apetito, las ganas de hacer cosas. Recuerdo el rodaje de Espantapájaros, a inicios de los setenta. Hacía muchísimo calor en Bakersfield, California. Cuando digo mucho, es mucho. Y me acuerdo de Gene Hackman bajando lentamente por la ladera de una montaña, con todo el vestuario, mientras yo pensaba abajo qué hacía ese actor ahí, a sus más de 40 años, que vaya manera más rara de madurar. Bueno, pues lo hacía porque tenía ese deseo”. La referencia es muy sibilina, porque Hackman efectivamente se ha retirado. En cambio, a Pacino aún le llegan buenos papeles como estos dos, que le permiten explorar su vejez, la que afronta con perilla, melena y aspecto de un stone más.
Hace unos años Francis Ford Coppola echaba en cara a Pacino y a De Niro cómo estaban desperdiciando su inmenso talento interpretativo. De Niro puede, pero Pacino, tras unos años oscuros, ha sabido ahondar en su amor por la dirección, el teatro y Shakespeare. Y por eso apuesta por proyectos como The humbling, que ha coproducido. “Me atrajo mucho el texto desde el momento en que pensamos en la posible adaptación, en un personaje como el de este actor. El resultado final ha nacido del entendimiento de lo que teníamos entre manos. Casi no ensayamos —no necesitas muchos ensayos o días de rodaje, esta la filmamos al estilo guerrilla— si has trabajado mucho en el texto, en nuestro caso dos años. La rodamos en el momento en que Barry y yo estuvimos libres”. Pacino comprendió a su personaje, aunque no lo sintiera cercano: “Es un hombre que cree que ha envejecido y perdido su don. Cae en la neurosis, en la confusión. Los actores de teatro se pueden sentir exhaustos tras años de hacer lo mismo una y otra vez”. Y recuerda lo bien que se contaba “esa decrepitud” en La sombra del actor. “Hace décadas había gente que llegaba a hacer tres shakespeares diarios solo por la necesidad de mostrar su talento y sus sentimientos, así que en aquellas giras era lógico que hubiera drogas y alcohol. Entiendo perfectamente esa búsqueda de papeles a través de los cuales expresarte”. Y se ve reflejado en el inicio de The humbling, cuando su personaje, antes de salir al escenario, besa las dos máscaras griegas que representan, respectivamente, al drama y a la comedia. “Ahí está la clave”.
Tanta rueda de prensa le ha permitido a Pacino hablar de su pasado (“No, no me arrepiento de nada porque he tenido mucha suerte. Como todos, cuando era joven, tenía mis ilusiones, y se han colmado”), de su presente (“Tengo tres hijos que son realmente mi fuente de energía; y la gente que he ido conociendo y mis relaciones me han llevado a un viaje asombroso y chocante. Visto lo que he hecho en la vida, siento que por ahora todo va bien”) y de Hollywood. “No tengo mucho que decir. Una película es una película. Ni siquiera sé qué es Hollywood, aparentemente está por Los Ángeles. La industria ha cambiado, aunque ni para bien ni para mal, sencillamente ha mutado porque el sistema económico, la vida en general, ha cambiado. En cualquier caso, yo nunca he vivido allí. Desde luego, la relación de la industria es distinta con los grandes autores hoy en día. Pero aún se hacen buenas películas buenas, por ejemplo Guardianes de la galaxia. En fin, divago, no conozco mucho aquello”, remata Pacino, y añade una coda: “A pesar de que protagonicé Dick Tracy”.
Finalmente, como tema recurrente, la depresión de sus personajes en las películas presentadas en Venecia. “Puede que yo en mi vida real haya estado deprimido, pero nunca me he enterado. Es terrible por cómo te hunde. Doy por hecho que, en El padrino 2, Michael Corleone estaba deprimido”. A su lado, Chris Messina, el actor que encarna a su hijo en Manglehorn, recuerda que él es también producto del Actors Studio, y que en uno de sus primeros trabajos en ese “laboratorio de libertad y experimentación” (Pacino dixit), su padre estaba allí como moderador: “Cada día con él es una lección. Nunca se rinde, siempre investiga y hace preguntas, cada toma profundiza en su búsqueda. Si para él Marlon Brando fue su modelo, para mis amigos y para mí Pacino es ese modelo, nuestro Brando”. Lo dicho, Pacino ya es leyenda.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/30/actualidad/1409417058_262675.html