El Museo Allard Pierson espera
que un acuerdo entre partes resuelva el futuro de las piezas
Isabel Ferrer La
Haya
Una de las piezas de los tesoros de Crimea expuestos en Ámsterdam.
Meses de estudios e informes jurídicos no han dado el fruto deseado.
El Oro de Crimea, un tesoro artístico milenario expuesto en el Museo Arqueológico Allard Pierson, de la Universidad de
Ámsterdam, se queda por ahora en Holanda. La muestra cierra el 31 de agosto y
la decisión es provisional. Trata de ganar un tiempo precioso para un caso
excepcional. El millar de piezas en litigio, cedidas por cuatro museos de la
península ucrania —antes de su anexión por Rusia— y por uno de Kiev, son
reclamadas por ambas partes. Tanto Crimea como el Ministerio de Cultura de
Ucrania quieren recuperar la colección, pero el museo holandés prefiere no
cometer errores. Espera que un árbitro internacional, o bien un acuerdo entre
las partes, resuelva el problema. Hasta entonces, guardará “en un lugar seguro”
unos objetos bellísimos de la antigüedad clásica.
Crimea: oro y secretos del mar Negro es el título oficial de la
muestra, abierta en la capital holandesa el pasado 7 de febrero. Procedente de
Alemania en una cesión corriente en el mundo artístico, había cubierto allí sus
plazos sin problemas. Ucrania era entonces un país completo y Crimea su
península más famosa. Tan cerca geográficamente de Rusia como para convertirse
en un lugar de veraneo, allí, en Yalta, se celebró la famosa conferencia del
mismo nombre durante la Segunda Guerra Mundial. Allí empezó la Guerra Fría,
después de que el líder ruso Josef Stalin, el primer ministro británico,
Winston Churchill, y el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt,
declararan que Europa ya no estaba en guerra, pero sin consultar a otros
gobiernos sobre el resto de las decisiones adoptadas.
“Es, en verdad, un caso único y complicado y estamos haciendo una
investigación minuciosa para aclararlo”, dicen en el Museo Allard Pierson. Por
encima de todo, quieren saber “quién tiene derecho a las obras; qué leyes
pueden aplicarse; qué convenios internacionales y la procedencia detallada de
los tesoros”. Si, por el camino, las partes llegaran a un trato, la sala
holandesa cambiaría de opinión. La elección de un posible árbitro o juez
internacional está también sobre la mesa, aunque repiten que “a la espera de
que algo así suceda, no podemos dejar el caso a medias”.
A principios del pasado julio, el Gobierno ruso aseguró que “velaría por
sus intereses” de no llegarse a un acuerdo. En unas declaraciones a la agencia
rusa Interfax, Vladímir Medinski, ministro de Cultura, añadió entonces que
esperaba de Holanda “un enfoque legal, y no político, del asunto”. Los cuatro
directores de los museos de Crimea afectados también han pedido justicia “para
unos hallazgos arqueológicos efectuados en la península, y no en otras sedes
administrativas de Ucrania, y que guardan relación directa con las antiguas
culturas que dejaron aquí su huella”.
“Por el momento, el Allard Pierson no puede decidir libremente sobre
las peticiones [de Kiev y de Crimea] recibidas. Si lo retorna a una de las
partes, la otra reclamará, y eso supone un riesgo que no deseamos correr”, reza
el comunicado oficial, escrito con mucho tacto, publicado por la sala
holandesa.
Desde la anexión de Crimea, la dirección holandesa ha recogido también
las solicitudes del Ministerio de Cultura de Ucrania indicando “la propiedad
estatal de las piezas, que deben estar en Kiev”. Como Ucrania tampoco reconoce
la pérdida de Crimea, considera suyo el oro de escitas, hunos y godos. Por el
contrario, Crimea esgrime el contrato original de cesión de unos objetos
excavados en su territorio para exigir su regreso.
Convertida en República Autónoma de Crimea tras la disolución de la
Unión Soviética, actualmente formaba parte de Ucrania a pesar de las disputas
históricas con Moscú (también había sido una república autónoma dentro de la
URSS). Cuando el pasado 18 de marzo, el presidente ruso, Vladímir Putin, la
anexionó como parte de su federación, la colección llevaba unas pocas semanas
expuesta al público holandés.
De pronto, el Allard Pierson, cuyos fondos permanentes son visita
obligada para escolares e investigadores, pero no tiene el gancho del Museo Van
Gogh, o bien el Rijksmuseum, con sus cuadros de Rembrandt y Vermeer, se vio
metido en un embrollo político y jurídico . Con la anexión rusa de Crimea fuera
del reconocimiento internacional y una guerra interna, ¿a quién devolverlo todo
sin provocar otro conflicto?
Dejando de lado, por un momento, el contencioso, los tesoros de
Escitia merecen su propio homenaje. Salidos de una antigua región euroasiática
que abarcaba el sur de Rusia y Ucrania, el norte del Cáucaso y el Bajo Danubio,
sus cascos y espadas, broches y joyas y la filigrana de las cajas de laca china
reflejan el cruce de culturas entre Europa y Asia. Llamada Cimeria por los
griegos, que la colonizaron desde el siglo VII antes de Cristo, Crimea fue
luego latinizada por Roma. Entre las invasiones posteriores figuran godos,
hunos y alanos, entre otros, y la importancia del oro se debe a que los pueblos
escitas (de origen iranio) le atribuían una ascendencia mítico. Tal vez por ello,
y porque desconocían la escritura, el detalle de sus orfebres compone su mejor
legado.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/21/actualidad/1408643000_714511.html
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